Focus: Sociedad
Fecha: 31/05/2021
Es una marcha atrás, un regreso a la faceta más sombría de le Edad Media. El capitalismo liberal ha ido cediendo terreno a un capitalismo autoritario, un capitalismo de “gran hermano”, un capitalismo de vigilancia, en el que los ciudadanos se ven obligados a vaciar su vida privada, donde ya no queda espacio para el desarrollo personal.
La estructura social de la Edad Media, dentro del largo período histórico llamado Feudalismo, era muy simple. En la cúpula estaba el noble, que había privatizado el territorio bajo su dominio y era el dueño y señor de todos los activos, incluidos los humanos. Luego destacaban los vasallos, que ofrecían protección militar al noble a cambio de concesiones y privilegios. Y más abajo el pueblo llano, campesinos (libres o esclavos / siervos) en una economía agraria de subsistencia. La religión dominante y exclusiva era el catolicismo, con su extensa red de clérigos, que vendían doctrina a cambio de una vida regalada. Era el poder de la cruz y de la espada.
Luego vino la imprenta, la Reforma Protestante, el Renacimiento, la Ilustración, el Capitalismo mercantil, el Capitalismo manchesteriano, el Comunismo, el Capitalismo financiero, el Capitalismo “político” de China. Con todas sus dificultades y sus conocidas contradicciones, parecía que la democracia se había consolidado. Pues resulta que no. Hay una vuelta atrás.
Volvemos a tener monarcas que pretenden recuperar el absolutismo, vasallos actualizados como jueces y fiscales con poderes omnímodos, bufones travestidos en cabezas de partidos políticos, mercenarios entregados al matonismo institucional y en la base del triángulo la gran masa de la población, cada vez más alienada, menos consciente de la situación que está viviendo.
Y esta nueva Edad Media del siglo XXI es tecnológicamente mucho más sofisticada que el modelo original, hecho que permite mayor manipulación. Estamos caminando a buen paso hacia una sociedad totalitaria, de pensamiento único, que trata de reescribir la historia. El Estado y su “back office” intervienen en todos los órdenes de la vida, regulando las libertades de los ciudadanos. Y el pueblo se somete.
Esto ocurre en todas partes, con ligeras variaciones, pero nosotros sufrimos lo que ocurre aquí y ahora, en esta falsa democracia que se llama Estado español.
Por eso no es de extrañar la causa general contra Catalunya y sus ciudadanos, no sólo contra los exilados, los encarcelados, los detenidos, los procesados, los citados, etc., etc., sino contra cualquiera que solo trate de defender su dignidad. Es, como decía Hanna Arendt, la banalización del mal.
Ahora, ante la posibilidad de un indulto parcial a los presos políticos de un gobierno débil y tramposo como el del señor Sánchez –un indulto por delitos imaginarios-, se han movido los fantoches habituales para promover una gran manifestación y una recogida de firmas en contra. Ya lo hicieron contra un Estatuto de Catalunya de mínimos (que era una versión light de un Estatuto normal) y lo quieren repetir para demostrar su irracional exuberancia. Ya saben que cuentan con sus colegas del cuerpo de vasallos, siempre dispuestos a urdir cualquier malévola combinación que permita ganar la partida.
Pero como siempre lo más llamativo no es únicamente que ese colectivo intermedio marque las líneas a seguir, sino que la gente común haga suyo el mensaje. Yo siempre establezco una distinción entre la psicopatía (que es individual) y la sociopatía (que es un fenómeno colectivo). Y aquí el problema es sociopático. ¿Cómo puede ser que un ciudadano normal, que cumple con sus obligaciones y paga sus impuestos, no se dé cuenta de que el procedimiento contra Catalunya es un gran disparate, y que todo responde al montaje de la cúpula de la pirámide social? ¿O es que hacen como los alemanes no partidarios del régimen nazi que cuando les preguntaron, después de la guerra, como no habían reaccionado ante las atrocidades de su gobierno, dijeron que no sabían nada? ¿O es que sabiendo lo que saben, se manifiestan o firman declaraciones porque creen que así no tendrán problemas?
En el fondo éste es el corazón del contencioso, un problema histórico que nace con Platón y su concepción autoritaria del Estado. Esa concepción autoritaria condujo al totalitarismo.
Étienne de la Boetie, el entrañable amigo de Michel de Montaigne, escribió a los dieciocho años un extraordinario y breve ensayo con el título “El discurso de la servidumbre voluntaria”. En él se preguntaba, en plena Edad Media, por qué el ciudadano se sometía a la autoridad sin cuestionar ninguna de las instrucciones recibidas. Esa “servidumbre voluntaria”, ese extraño comportamiento que nos esclaviza y nos priva de la libertad de pensamiento y acción, acaba afectando a nuestra salud mental. Porque autonomía y libertad no pueden crecer en tierras de servidumbre.
Esta falta de la más mínima capacidad crítica para decidir por sí mismo, está llevando a la sociedad española a un abismo ya conocido históricamente, en el que el fanatismo y la “caza de brujas” son factores dominantes. Es el retorno a la Edad Media de una sociedad intrínsecamente reaccionaria.