Focus: Economía
Fecha: 27/02/2023
Es de sobras conocido el juramento protocolario que realiza en Estados Unidos cualquier persona citada en un juicio. Hollywood le ha dado desde el origen gran cobertura mediática en muchas películas en las que se presentaba un acto de esta naturaleza. Jurar decir “la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad” no es un juramento estéril. Recoge todos los matices de una declaración. Si la extendemos al campo más generalizado de las declaraciones públicas, vemos que la mayoría son falsos juramentos.
Si ahora, por ejemplo, nos centramos en el conflicto de Ucrania, vemos que el sesgo es manifiesto. “No se dice la verdad”, todavía menos “toda la verdad”, y se cocinan narraciones que se alejan del tema a tratar (“nada más que la verdad”).
Los portavoces políticos y mediáticos han optado por la explotación emotiva del conflicto (el drama humanitario), que es parte de la verdad, pero no toda la verdad. Luego lo han manipulado a su gusto: los buenos son los ucranianos y los malos los rusos. Las guerras son irracionales, las deciden las élites políticas y las sufren los ciudadanos de a pie. Todos. Algunos de forma directa y otros indirectamente.
Por si alguien quiere situarse de verdad sobre las raíces de todo ello, apuntemos algunos flashes:
▪ Cuando la aviación japonesa bombardeó Pearl Harbor (diciembre 1941), Estados Unidos declaró la guerra a Japón. Inmediatamente el sector industrial norteamericano transformó sus procesos productivos y empezó a fabricar armamento. Hasta aquel momento Estados Unidos no tenía apenas industria armamentística.
▪ Cuando terminó la guerra del Pacífico (agosto 1945), el sector industrial norteamericano volvió a su modelo original, pero una parte no lo hizo y creó los gérmenes de la industria del armamento, cuyo cliente principal es el Pentágono. En poco tiempo el sector creció de forma explosiva. Esto llevó a institucionalizar el gasto militar como un gasto corriente en los presupuestos generales del Estado. Este extremo es muy relevante y fue tomado como modelo por la mayoría de países.
▪ El general Eisenhower, líder de la II Guerra Mundial y luego presidente de Estados Unidos, era consciente de esta hipertrofia y declaró en su mensaje de despedida (1960): “Hemos de evitar que el complejo militar-industrial adquiera influencia injustificable, sea buscada o no. Existen y existirán circunstancias que harán posible que surjan poderes en lugares indebidos con efectos desastrosos. Nunca deberemos permitir que el peso de esta combinación ponga en peligro nuestras libertades y nuestros procesos democráticos”.
▪ Años atrás (1952), el general más laureado de la guerra del Pacífico (Douglas MacArthur), considerado un militar del área dura, había manifestado: “Que nuestro país vaya encaminado hacia un modelo de economía basado en las armas es parte del modelo general de una política desacertada, alimentada con la ayuda de una psicosis, inducida artificialmente, de histeria de guerra, y nutrida a partir de una propaganda incesante alrededor del miedo”.
▪ El ataque terrorista en suelo norteamericano (septiembre del 2011) supuso un nuevo paso adelante para el complejo militar-industrial. Las guerras de Afganistán e Irak (nunca justificadas) dispararon la fabricación de todo tipo de armamento.
▪ Desde un punto de vista estrictamente económico, cualquier bien se ajusta a un ciclo: se produce, se distribuye y se consume, aceptando que haya una demanda. En el caso de las armas el ciclo es el mismo. Se puede mantener en stock una parte de la producción, pero por poco tiempo. Además la obsolescencia tecnológica es muy alta, por lo que hay que deshacerse de productos antiguos en el mercado secundario (África). En definitiva, hay que utilizar el armamento y las guerras son el mercado natural.
▪ El Sistema (el poder) ha de crear las condiciones objetivas para que se produzcan guerras o atemorizar a la población para que los Estados se armen. Destinar el 2% del PIB de cada país a la Defensa-Ataque es la instrumentalización de esta política.
▪ En la guerra de Ucrania el único ganador es la industria armamentística norteamericana: El complejo militar-industrial (MIC. Militar-Industrial Complex).
▪ El MIC está privatizado y supone un empleo directo de 800.000 puestos. Su cliente principal es el Pentágono.
▪ El MIC está oligopolizado. Unas pocas compañías controlan el 80% de la producción: Lockheed-Martin, Raytheon, Northrop, Boeing, General Dynamics. A su alrededor hay miles de pequeñas empresas que complementan el clúster.
▪ Lógicamente el valor de las acciones de estas compañías se ha disparado durante el conflicto. A finales del 2022 Lockheed-Martin había subido un 37% y Northrop un 40%. Ante esta subida, algunas empresas han recomprado sus acciones (buy back shares) con el resultado de incrementar todavía más el valor de la acción.
▪ La guerra de Ucrania ha supuesto una entrada de aire fresco para el sector. Las exigencias de entrega rápida han dinamizado la producción (La producción, por ejemplo, de los misiles antitanque Javelin ha pasado de 2.100 unidades a 4.000 por año). Los controles se han flexibilizado, lo que ha favorecido una escalada de precios. Cuando hay prisas no se discuten las condiciones.
▪ Cuando el ejército norteamericano abandonó Afganistán y dio por acabado el conflicto, algunos consejeros delegados del MIC expresaron públicamente su pesar y avanzaron el impacto que ese hecho tendría en la línea de debajo de sus cuentas de resultados. Ahora están felices, lo que explica que Jim Taiclet, consejero delegado de Lockheed-Martin declarara: “La gran competencia entre Estados Unidos y Rusia en el conflicto de Ucrania es un augurio de más negocios para la empresa”. Y es que en un entorno amenazante, las oportunidades son enormes.
▪ Está probado empíricamente que hay una correlación directa entre los beneficios del MIC y la escalada de los conflictos.
▪ La relación entre los poderes legislativo y ejecutivo norteamericano con las empresas del MIC es muy estrecha. Las puertas giratorias siempre están dispuestas. Cuatro de los cinco últimos secretarios de Defensa norteamericanos vienen de empresas armamentísticas. James Mattis de General Dynamics, Patrick Shanahan de Boeing, Mark Esper de Raytheon y Lloyd Austin de Raytheon.
▪ A estas empresas les resulta muy difícil defender su buena reputación, ya que a parte del Pentágono (el brazo armado del gobierno norteamericano) tienen entre sus principales clientes a gobiernos autocráticos en todo el mundo como es el caso de Arabia Saudita, Filipinas, Egipto, Argelia, etc. Es por ello que el sector es el que destina mayores recursos al lobbysmo, por encima de grandes sectores como el Big Pharma, las TIC’s o la minería.
▪ Este contencioso es complejo y debe analizarse con rigor. Algunas cifras pueden ayudar. Por ejemplo, la guerra de Afganistán costó al Pentágono 14 billones de dólares, la mayor parte producido y vendido por el MIC. En los últimos veinte años el sector ha destinado 2.500 millones de dólares a lobbying (presión sobre legisladores y reguladores). Entre el 2014 y el 2019, 1.718 funcionarios del Pentágono se incorporaron a empresas armamentísticas. Se tiene constancia documental de que 47 miembros del Congreso norteamericano poseen acciones por importes entre 2 y 6 millones de dólares en empresas del MIC.
Hay que ser muy ignorante o muy cínico para no contar la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. La guerra de Ucrania tiene muchos perdedores y unos pocos ganadores. Lo que ocurre es que estos últimos tienen el poder y escriben el guion del relato, para que sus empleados de los medios lo comuniquen en clave dramática y a veces melodramática.
Es un ejemplo más del “pensamiento único”.