CAPITALISMO POPULAR
Focus: Economía
Fecha: 03/05/2004
Los orígenes son diversos y muchos se han declarado sus padres naturales. En cualquier caso fue una respuesta más, dentro del repertorio de respuestas que el pensamiento conservador elaboró frente a la utopía comunista.
La idea era muy simple: con un Estado garante de las prestaciones sociales mínimas (educación, sanidad, jubilación), los ahorros familiares podían volcarse en la especulación financiera.
Era un golpe de efecto al concepto de clase social. En Occidente los obreros habían desaparecido: todos éramos capitalistas.
Luego han venido los palos, las decepciones y las estrecheces. El dinero que se gana fácilmente (cuando se gana), se pierde con la misma facilidad.
El capitalismo no puede ser popular (es una “contradictio in terminis”) porque pierde sus esencias. El análisis de la generación de las plusvalías, que Karl Marx describió en “El Capital”, continúa siendo técnicamente impecable.
El mejor alegato contra el capitalismo popular, hecho desde la practicidad de un magnate, fue el del viejo Rockefeller, al comentar que cuando su limpiabotas le hablaba de la Bolsa, retiraba inmediatamente todos sus fondos.
A pesar de ello, muchos pequeños ahorradores continúan depositando sus esperanzas en el mercado de capitales, bien sea a través de fondos de inversión, fondos de pensiones o instrumentos similares.
Para estos iluminados creyentes es interesante analizar los resultados de un informe promovido por los notarios de la región parisina, en el que se compara el rendimiento de la inversión en ladrillos, frente al de las acciones y de las obligaciones.
Entre los años 1998 y 2003, el alquiler de inmuebles de propiedad (incluida la plusvalía) ha generado una rentabilidad global del 15,50%, frente al 1,80% de las acciones y un 3,60% de las obligaciones.
Si el período de análisis es de diez años (1992-2003), las fuerzas se equilibran: un 7% la inversión en ladrillos, un 7,60% las acciones y un 4,50% las obligaciones.
Si el horizonte es de veinte años, las acciones alcanzan el liderazgo, con un 14,5% de rendimiento frente al 11,40% de los ladrillos.
Parece pues que a muy largo plazo la inversión bursátil es más rentable, pero lo cierto es que, a su vez, es muy volátil, por lo que produce constantes sobresaltos en los pequeños inversores. No solamente esto, sino que la propia experiencia de los operadores bursátiles señala que se entra en el peor momento y no se tiene suficiente entereza para mantener las posiciones cuando las minusvalías se disparan.
Hágame caso, el “capitalismo popular” no existe. Los “ladrillos y el mortero” son mucho más tangibles.
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