CAPITALISMO SUICIDA
Focus: Política
Fecha: 13/04/2004
En 1989 cayó el “muro de Berlín” y con él se inició el desmoronamiento del imperio soviético, la utopía de una sociedad sin clases, de un “hombre nuevo” que se proponía acabar con la explotación del hombre por el hombre.
El capitalismo había triunfado. La doctrina del “laisser faire, laisser passer” había demostrado empíricamente su fortaleza frente a cualquier otra alternativa. Montesquieu y Adam Smith podían dormir tranquilos.
Pero tras la resaca de aquel fin de año esperanzador, en el que quien esto escribe fue testigo de la presencia exangüe de miles de botellas vacías de champagne, abandonadas en las calles del Berlín el primero de enero de 1990, surgieron las primeras reflexiones de unos pocos lúcidos analistas que no se habían dejado dominar por la vorágine dominante.
Entre ellos destacaba Michel Albert, un agudo representante de la clase empresarial, culto y refinado, que se planteó la pregunta clave: qué capitalismo había ganado ?.
Albert fue el primero en diferenciar dos clases de capitalismo: el modelo anglosajón y el modelo renano.
Porque el bloque central del capitalismo (libre fijación de precios en el mercado y libre propiedad de los medios de producción) tenía distintas y enfrentadas interpretaciones, según lo lideraran Estados Unidos (el país ganador de la segunda Guerra Mundial) o el eje Alemania-Japón (los derrotados en la misma contienda).
El esfuerzo analítico de Albert nos permitió distinguir un conjunto de variables que ofrecían lecturas diferenciadas: la inmigración, la pobreza, la seguridad social, la jerarquía de los salarios, el tandem ahorro-endeudamiento, los reglamentos y el papel de los funcionarios, la banca o la bolsa, los “stockholders” o los “stakeholders”, la formación profesional, los seguros.
Han pasado trece años desde que Michel Albert publicó “Capitalismo contra capitalismo” y en esa batalla entre dos concepciones de la vida y la sociedad, las espadas siguen en alto.
El aparato mediático sigue vendiendo el éxito del modelo anglosajón, pero lo cierto es que Estados Unidos necesita una inyección de aproximadamente mil millones de dólares diarios para poder financiar su déficit. Y esos dólares proceden, fundamentalmente, del ahorro de los países agrupados en el modelo renano.
Hay que acabar con el simulacro y la apariencia. Los festejos (familias endeudadas, exceso de consumo, gastos en el aparato industrial-militar, costes exhorbitados en seguridad, guerras de barra libre) acaban pagándolos siempre los mismos.
Hasta que un día se cansen de pagar.
Y entonces, qué ?.
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