COLABORACIONISTAS

Focus: Política
Fecha: 11/01/2013

En los países ocupados – y Catalunya lo es desde hace trescientos años – cualquier intento de reducir el peso físico y moral del ejército de ocupación es castigado por el poder dominante. Antes esto se instrumentaba a través del ejército y para eso Felipe V, tras arrasar Barcelona en la guerra de Sucesión (1714), construyó la Ciudadela, que era una fortaleza en forma de estrella que atemorizaba a los ciudadanos con su simple presencia. El siniestro monarca añadió luego el castillo de Montjuïc, lo que les permitía bombardear la ciudad desde las alturas, práctica de uso común en los últimos tres siglos.

Ahora este enfoque ya no se lleva, y no es porque España haya mejorado en términos de calidad democrática y la oligarquía castellana se haya civilizado, sino porque tienen que ajustarse, muy a su pesar, a los cánones y fondos de la Unión Europea, y ello les obliga a buscar otras fórmulas para mantener su presión coercitiva. Han tenido que sustituir los cañonazos físicos por las denuncias canallas sin ningún fundamento, por el no cumplimiento de las trasferencias financieras fijadas por la ley o por la utilización de la lengua catalana para dinamitar la cohesión social, y lo han hecho sin contemplaciones, aprovechando los recursos del Estado, tanto en el terreno policial, como en el judicial o en el hacendístico.

En términos organizativos han contado con los “quintacolumnistas” de última generación, hijos y nietos de los herederos del franquismo, que hacen el juego sucio necesario para que las plataformas mediáticas españolistas – la gran mayoría – pongan en marcha el ventilador y esparzan la basura habitual. Ahí esta la derechona de la toda la vida, que tan bien representa el Partido Popular, y la nueva falange pija de Ciudadanos, que incorpora en sus listas algunos jonsistas reciclados. (Aconsejo a los menores de cuarenta años que consulten las hemerotecas no oficiales y sabrán de las andanzas de la FET y las JONS, antes, durante y después de la guerra civil).

Pero la conducta de este colectivo no es una novedad. Siempre han estado presentes y son de sobras conocidos. Por mucho que hablen, no engañan a nadie. Son españolistas y huelen a rancio y a brillantina. Los auténticamente peligrosos son los “colaboracionistas”, en especial los que gozan del privilegio de contar con periódicos de gran difusión o programas de radio y televisión de amplia audiencia (en medios catalanes, privados y públicos), a los que no les importa incorporar a sus columnas o a sus tertulias a reconocidos fascistas, que utilizan esos soportes para atacar a Catalunya y a sus libertades.

Estos personajes, que defienden su postura declarando su deseo de pluralidad (¿qué creen que significa este concepto?), son unos arribistas y unos cobardes, que no se atreven a comprometerse porque solamente les interesa su afán de notoriedad y su cartera.

Hay que desenmascararlos. Y cuanto antes, mejor.

Alf Duran Corner

 

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