CONFUSIÓN
Focus: Sociedad
Fecha: 25/06/2010
Durante los últimos diez años, España ha vivido el delirio de creerse un país moderno, con proyección universal, capaz de incorporarse a la élite de los países líderes. Pero las arrogancias siempre se pagan caras, y todavía más si carecen de fundamentos.
Con las excepciones de Catalunya y Euzkadi, España no pagó el peaje de la Revolución Industrial y la acumulación de capital surgió principalmente de las regalías y privilegios de las clases antiguas, hijas del maridaje entre burócratas, aristócratas y rentistas.
Es por ello que los nuevos ricos del ladrillo se sintieron cómodos con los valores dominantes en esta primera década del siglo XXI, donde primaba la especulación, la corrupción y el soborno. A un nivel más alto (con corbata y un master de escuela de negocios), las grandes empresas de obras públicas se beneficiaron de sus contactos políticos y crecieron espectacularmente gracias a la asignación de obras, salidas de los Presupuestos Generales del Estado.
Y ahora todo este andamiaje ha saltado por los aires, sin que los autores de tanto desaguisado hayan tomado conciencia de que su tiempo pasó. No se les puede pedir que vuelvan a la “economía real”, porque no saben lo que esto significa.
Producir y vender en un mercado abierto es algo ajeno a la cultura de la España profunda. Incluso muchas de las tan aplaudidas “grandes empresas” españolas, son concesiones administrativas de servicios básicos (agua, luz, carburantes, teléfono, etc.), que antes estaban en manos del Estado y que ahora son monopolios u oligopolios privados.
La única fortaleza real son las Pymes, su vocación exportadora, su capacidad de innovación, su rapidez de respuesta. Y las Pymes dominan mayoritariamente en la franja mediterránea, no en la meseta.
Decía el maestro Freud que la vida es una carrera de slalom, en la que en muchas ocasiones los jóvenes corredores se saltan algunas banderas, banderas que luego, ya adultos, quieren pasar cuando no les corresponde.
Y es que, como no me cansaré de repetir, no se puede pasar de la cabra a Internet, y sentirse posmoderno.
« volver