DECONSTRUYENDO DAVOS

Focus: Sociedad
Fecha: 03/02/2012

Los medios de comunicación, en particular los centroeuropeos, dedicaron buena parte de su tiempo y espacio la pasada semana a hablarnos de Davos y de lo que allí ocurrió. Ahora es historia y parece que el acontecimiento ha dejado de tener interés. Así es la vida hoy, en que una información entierra la anterior, como si de un loco carrusel se tratara.

Pero como siempre me he declarado discípulo de Derrida, voy a tratar de deconstruir la realidad para tratar de comprenderla mejor.

Davos y el World Economic Forum, que allí se celebra cada año a finales de enero, desde 1971, no es una reunión más en la que las élites económicas del mundo se reúnen para contarse sus cuitas. Davos es hoy el símbolo del poder mundial.

El World Economic Forum nació con unos propósitos muy distintos a los actuales. Klaus Schwab era un profesor alemán de administración de empresas que daba clases en la universidad de Ginebra que pensó que las empresas europeas tenían un acusado déficit de Management. Hombre metódico y trabajador, con un doctorado en económicas y otro en ingeniería, organizó la reunión y consiguió agrupar durante unos días a 400 ejecutivos de empresa. El proyecto funcionó, no tanto por los contenidos, como por la red de contactos entre los participantes y el fruto de esta relación. Con el tiempo, el European Management Forum se transformó en el World Economic Forum. Hoy el WEF es el aparador mundial del poder corporativo. Sirve para hacer musculatura y mostrar al resto de operadores “quien tiene de verdad el poder”.

El WEF es una multinacional y está organizada como tal. Tiene mil asociados (todos ellos corporaciones), a quienes se exige una determinada dimensión (a partir de 5.000 millones de dólares en facturación), una estrategia global y una voluntad de marcar el futuro en su ámbito de actuación.

Aunque se define jurídicamente como una “fundación sin ánimo de lucro”, tiene muy claramente establecido su sistema de vínculos y sus fuentes de ingresos. La tarifa básica como miembro es de 52.000 $ anuales, a los que hay que añadir 19.000 $ por el ticket del ejecutivo de la empresa miembro que acuda a la reunión. La tarifa siguiente (Asociado), que te permite entrar en reuniones privadas y compartir experiencias con tus colegas sectoriales es de 137.000 $, más el ticket (19.000 $). Pero si el ejecutivo principal de la corporación quiere ir acompañado de un colaborador, tiene que hacer un “upgrade” (algo así como una “actualización/mejora”) de su tarifa anual, que pasa de 137000 a 263000 €, más los tickets. Por último, arriba de todo de la pirámide de mando está la categoría “Socio Estratégico”, por la que se pagan 527.000 $ y que da derecho a cinco invitaciones, eso sí, pagando 19.000 $ más por cada una de ellas. En este último caso, la empresa está obligada a incorporar a una mujer entre sus cinco participantes. Entre tanta borrachera de dólares, es un curioso e hipócrita detalle a favor de la igualdad de género.

Davos es un pueblo de 12.000 habitantes, situado a 1.500 metros de altitud en la cordillera alpina, que pivota alrededor del esquí. Davos cuenta con una gran infraestructura hotelera, pero presume de ser una estación cara y selectiva. Un servicio de helicópteros te lleva de Zurich a Davos por el módico precio de 3.400 € (sólo ida). Los eventos paralelos que organizan las empresas durante la reunión manejan grandes presupuestos. El pasado año, la fiesta nocturna de Google costó 250.000 $.

La fundación invita cada año a una selección de personalidades (que van desde jefes de Estado a jefes de gobierno, escritores, líderes sociales, estrellas mediáticas, académicos de prestigio, etc.). Son invitados de lujo, pero son sólo invitados. El WEF marca muy claramente las distancias.

El objetivo retórico de los socios-miembros es “mejorar el estado del mundo”. El objetivo real es ver a los clientes, hacer negocios, potenciar la imagen corporativa, intercambiar rumores e información, y emitir el mensaje “yo he estado ahí”.

Thomas Mann escribió “La montaña mágica”, tras visitar a su esposa, que estaba en tratamiento en el sanatorio Wald de Davos. En esa extraordinaria novela – uno de los hitos mágicos de la literatura de todas las épocas – Mann anticipa el fin de una época y prefigura el contexto de la 1ª Guerra Mundial. Se trata de una de las grandes rupturas epistemológicas de la sociedad contemporánea.

Probablemente estamos frente a otra ruptura. Davos / 2012 es una muestra de una sociedad decadente que se auto-extingue. A veces me pregunto si no acabará explotando en una metástasis de glamour.

Alf Duran Corner

 

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