DELITOS DE CUELLO BLANCO

Focus: Empresa
Fecha: 22/07/2005

Siempre se ha dicho que si debes 1.000 euros a un banco, tienes problemas con el banco, pero si debes un millón, es el banco el que tiene un problema contigo.

Una cosa son las faltas y otra, muy distinta, los delitos. La metáfora de la falta es “robar una gallina” para comer. Los delitos no tienen capacidad metafórica y, en la mayoría de los casos, quedan impunes.

Ahora, en plena canícula, cuando se vive en la calle y se presta poca atención a los medios, el Tribunal de Cuentas (que audita las cuentas del Estado) ha declarado que el gobierno de España (controlado por el Partido Popular) malvendió las empresas públicas durante el período 1996-2002.

Lo anterior, en lenguaje llano, es que se practicó el favoritismo a expensas de las arcas del Estado. El viejo adagio catalán se ha cumplido una vez más : “Qui roba al comú, no roba a ningú”.

Pero la vida sigue y los inefables representantes del PP “no saben, no contestan”.

Suerte que todavía tenemos las hemerotecas que cualquier ciudadano puede consultar.

Veamos, por ejemplo, el caso de Telefónica/Terra. Era una compañía pública que fue privatizada progresivamente. Dejó de ser un monopolio público para transformarse en un casi monopolio privado. Es un caso ejemplar. Para enseñarlo en las escuelas de negocios.

En diciembre del 98, Telefónica centraliza sus negocios de la red en la compañía Telefónica Interactiva. Al año siguiente se fusiona con el buscador Olé, por el que paga 2.000 millones de pesetas. Muchos todavía se preguntan cuantos comisionistas se lucraron con esta operación.

De inmediato cambia su nombre por “Terra” y sale a Bolsa. La salida se ve acompañada por una explosión mediática (más comisionistas). La acción se cotiza de entrada a 13 euros y cierra en el 99 a 37 euros.

En febrero del 2000 (tras su desembarco en Estados Unidos), la acción vale 139,75 euros. En mayo de ese mismo año, Terra compra Lycos, por la que paga dos billones de pesetas.

Juan Vilallonga, el compañero de pupitre de Aznar, que preside la compañía madre (Telefónica) alcanza el punto álgido de su megalomanía. Esgrimiendo razones de tipo personal, abandona la empresa tras cobrar una cláusula de blindaje próxima a los treinta millones de euros.

El valor cae en picado. Es una caída libre, de la que nunca puede recuperarse. Su última cotización ha sido de 3,04 euros. Ahora la empresa acaba de ser absorbida por Telefónica. La única esperanza del accionista (del pequeño, que es el que siempre paga los platos rotos) es canjear cada 4,5 acciones de Terra por una de Telefónica. Tiene servidas sus minusvalías.

Y algunos ingenuos todavía creen en el “capitalismo popular”.

“Manos arriba. Esto es un atraco”.
Alf Duran Corner

 

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