DON VITO

Focus: Política
Fecha: 05/10/2016

Don Vito o Vito Corleone es un personaje de ficción nacido de la pluma de Mario Puzo, que explica la particular forma de organizarse, el sentido de la jerarquía, el juramento de fidelidad y los valores culturales dominantes de la mafia siciliana. Luego Francis Ford Coppola llevó la historia al cine con tal éxito, que la película (o la serie que la conforma) se ha transformado en un objeto de culto. Si quitamos el componente violento, hay una oculta admiración por la eficacia del modelo, en el que cada uno de los personajes cumple debidamente un rol determinado.

Uno de los elementos clave que explica la cohesión del colectivo es el silencio, l’omertá, ese extraño código del honor que da seguridad al grupo.

Si dejamos la ficción y aterrizamos en la realidad más próxima, podemos encontrar ciertos paralelismos con los partidos políticos españoles que han ido alternando la gobernanza desde la muerte del dictador.

Es evidente que en nuestro escenario no hay delitos de sangre, pero sí hay corrupción en el sentido más amplio del término, que va desde el uso indiscriminado para fines particulares del dinero público al trapicheo de favores, la extorsión, el chantaje, la financiación irregular y la utilización del aparato del Estado en beneficio propio. Y todo ello sin perder la calma, gestionando muy bien el silencio.

Y algo debe de hacer bien el PP, de acuerdo con el modelo “corleone”, cuando sigue siendo el partido más votado en la España castellana. Tomemos como ejemplo más reciente los resultados de las elecciones gallegas, en las que el candidato Núñez Feijóo ha ganado por mayoría absoluta, un candidato que en tiempos no muy lejanos (1995) se dejaba fotografiar en plan playboy provinciano en el yate del conocido narcotraficante gallego Marcial Dorado. Un personaje que Xosé Manuel Beirás, catedrático de Estructura Económica de la universidad de Santiago y político independentista gallego, describía hace poco en una entrevista en “El Temps” como “un macarra y un mercenario”.

Hay que reconocer además que en el PP tienen claro quién manda y que la figura del señor Rajoy (Don Vito) no es discutida, haga lo que haga. L’omertá.

Sus socios en el reparto de prebendas (el PSOE) se ajustan también a ciertos parámetros del modelo “corleone”, pero se saltan el código del honor. Por un lado cuentan con un Don Vito permanente (el señor González Márquez), que, desde su bronceado perfil de nuevo rico, sigue mandando autocráticamente a un grueso de militantes desconcertados. Él siempre está ahí para decir lo que está bien y lo que está mal, sea cual sea la estructura orgánica del momento. El señor Rodríguez Zapatero, el señor Rubalcaba o el señor Sánchez son y seguirán siendo sus empleados, eso sí, bien remunerados, siempre y cuando se sometan a  su autoridad.

De ahí para abajo se halla el resto de la organización, encabezada por los ridículamente llamados “barones” (baronesas incluidas), que mandan por delegación y son los brazos ejecutores de Don Vito. El problema de este tercer nivel es que no respetan el código del silencio, ni lo han respetado nunca. Pensemos en un histórico como el señor Rodríguez Ibarra o el más reciente señor Fernández Vara. Más que hablar, que sí lo hacen y en exceso, desbarran. Ni qué decir de la señora Susana Díaz, el señor García Page o el señor Lambán, que tratan de no ir a la zaga de sus colegas. Disparan sobre el pianista (en este caso el señor Sánchez), como ordena el patrón. Han transformado un partido socialdemócrata de perfil europeo en una jaula de grillos. Lo más curioso del caso es que muchos de estos charlistas empedernidos han pasado en poco tiempo del más absoluto anonimato a la pantalla pública, gracias a los medios de comunicación  –que tienen que llenar su tiempo de cualquier manera–  y a las cada vez más perniciosas redes sociales.

De la misma forma que en la novela de Mario Puzo los grandes capos pactan en determinados momentos, los Don Vito nacionales hacen lo propio cuando les conviene. No es de extrañar que el señor González se indignara con el señor Sánchez  -un empleado suyo-  cuando éste no siguió sus instrucciones de abstenerse en el parlamento y permitir que el señor Rajoy formara gobierno. Dicen los bien informados en Madrid que el señor González ya se lo había comunicado en este sentido al señor Rajoy y, con estas garantías, el señor Rajoy había iniciado el proceso para obtener la investidura.

Entre la red de conspiradores subalternos destaca la señora Susana Díaz, que sabemos que cuenta entre sus principales méritos ser asidua de la Feria de Abril (por la que se pasea vestidita de flamenca), declararse una apasionada de la Semana Santa y significarse como muy devota de la Virgen del Rocío. Todo un pedigrí para un cargo público en la España de siempre.

Esta pandilla de iletrados argumentan ahora que hasta el “New York Times” pide la abstención del PSOE, sin saber que el rotativo americano se limita a representar a los acreedores internacionales de la Deuda Pública española para que se estabilice un gobierno en el Estado Español, sea quien sea el que lo encabece. La única cosa que les importa es cobrar en el vencimiento del papel que tienen en sus portafolios.

La ejecución simbólica de Pedro Sánchez abre el camino a un nuevo gobierno del frente españolista. Ya lo ha dicho uno de los “ejecutores”, apellidado Fernández: “Si llama Rajoy, hablaré con él; con los independentistas no tenemos nada que hablar”.  Los Don Vito celtibéricos estarán contentos. Todo vuelve a la normalidad.

 

 

Notas:

(1) El humor entrañable de Jaume Perich en nuestra cita de hoy.

(2) En lectura seleccionada, tenemos un texto ilustrativo sobre los orígenes de la mafia.

(3) En mi biblioteca, un libro para que los españoles comprendan algunas de las razones del por qué nos vamos.

(4) En de otras webs, una crónica sobre la involución del PSOE desde Suresnes (en que declaraba explícitamente “el derecho a la autodeterminación de las nacionalidades del Estado”) hasta la demonización de ese derecho, prefiriendo no gobernar antes que contar con el apoyo de los independentistas catalanes y vascos.

Alf Duran Corner

 

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