EJECUTIVOS EJECUTORES
Focus: Política
Fecha: 10/03/2003
Javier Sánchez Álvarez ha descrito, en su libro “Ejecutivos. La gran mentira”, las miserias de una profesión que el pueblo llano asocia al poder y a los privilegios que éste proporciona.
Lo bueno de Javier Sánchez es que construye sobre vivencias, pues su trayectoria profesional corre pareja a sus reflexiones. Ahora se siente liberado y puede proyectar su catarsis.
Del “ejecutivo”, como de casi todo, tenemos un estereotipo, tomado de prestado al americanismo que nos invade. En el juego fondo / forma de ese perfil se destacan la dureza, la frialdad, la ambición, el desapego, la instrumentalización de las relaciones sociales, la soberbia y el convencimiento de que el fin justifica los medios. Todo ello aderezado con la supuesta magia de dos palabras clave: competitividad y eficacia.
La evidencia empírica, sin embargo, pone de manifiesto que este bloque compacto se desmorona frente al poder real, el de la propiedad o de quien la representa, del cual el ejecutivo es un simple delegado, un ejecutor.
Y en ese contexto, el ejecutivo / ejecutor desarrolla distintos mecanismos de respuesta, que van desde los intentos de dominar la cúpula (típico en grandes corporaciones con el accionariado muy fragmentado) a doblegarse frente a cualquier arbitrariedad de la misma.
Cuando el ejecutivo / ejecutor no se ve capaz de enfrentarse con los de arriba, tiende a trasladar sus frustraciones aguas abajo, creando un clima de inseguridad que afecta al conjunto de la organización.
El ejecutivo / ejecutor se somete porque no quiere perder su status, sus viajes en clase preferente, sus bonus, sus “stock options”, sus congresos, sus coches de alta cilindrada, sus visas ilimitadas.
El ejecutivo / ejecutor es consciente de que sin su tarjeta de visita pasaría a ser un don nadie. Y esta hipótesis lo aterroriza.
Esta es su miseria. El resto es la gran mentira.
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