EL AVE
Focus: Sociedad
Fecha: 18/09/2009
El profesor
Vila Valentí nos hizo comprender, en la vieja Universidad Central de Barcelona, que la
geografía no era una disciplina descriptiva de las condiciones naturales del medio, sino explicativa de los fenómenos sociales en su conjunto.
El viaje de
Barcelona a
Madrid y su regreso puede contemplarse como una excelente clase de geografía económica y humana. Sólo hay que prestar una mínima atención al paisaje.
Sales de
Barcelona y penetras de lleno en el entramado industrial del Barcelonés, para seguir después por el Baix Llobregat y así sucesivamente hasta llegar a la ciudad de
Tarragona, lindando con la refinería y el polígono químico. La textura de este amplio territorio está formada por unidades fabriles, grandes, medianas y pequeñas, almacenes, centrales eléctricas, depósitos de gas, acompañados por campos bien labrados de tierras fértiles, entre las que destacan los viñedos.
El camino hacia
Lérida y
Zaragoza es un híbrido y al llegar a la gran
Castilla el paisaje se hace árido, con dominio del color oro del trigo. Resulta difícil encontrar algún asentamiento industrial. Cuando avisan de que en diez minutos llegarás a
Madrid, no te lo puedes creer, pues los signos de habitabilidad apenas se perciben.
Llegas a la estación de Atocha y la explosión de una ciudad
“in the middle of nowhere” (en medio de la nada) resulta sorprendente. Parece como colocada ex nihilo por un gran remolcador, saltándose la lógica natural de las cosas. La pequeña historia de la vida nos cuenta que Felipe II padecía una insufrible enfermedad (la gota) y por eso decidió trasladar la corte de Toledo a Madrid en 1561, donde esperaba tener un mejor clima para sus dolencias. Luego los monarcas siguientes apostaron por engrandecer el proyecto y esto ha llevado al
Madrid del siglo XXI, que es una megalópolis artificial, una extraña mezcla entre
Las Vegas y
Lagos, llena de funcionarios y políticos, que hacen las veces de “facilitadores” y “conseguidores”.
Como una isla placentera y jovial, el poder central extiende sus redes fiscales hacia la periferia, donde domina, como contrapartida, el trabajo y el esfuerzo.
Madrid es católica, conservadora y tradicional, lo cual es congruente, ya que su existencia es un milagro.
Las ciudades-ficción nunca llegan a ser auténticas.
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