Focus: Sociedad
Fecha: 20/09/2021
Fue Xenius, cuando todavía no se había ocultado bajo el paraguas fascista y presumía de su código inicial (Eugenio D’Ors), quien hizo la distinción analítica entre anécdota y categoría, distinción que supuso una gran aportación a la metodología de las ciencias sociales.
La anécdota es un hecho puntual. Cuando las anécdotas se repiten en el mismo sentido dejan de ser observaciones y se transforman en fenómenos a estudiar que merecen un tratamiento diferenciado.
Es lo que me ocurrió recientemente cuando por una cuestión personal me vi obligado a circular por un camino de montaña cercano a Coll de l’Alba, en la comarca del Baix Ebre, camino que en su día fue asfaltado (con la colaboración económica de los vecinos) y que se halla en un estado deplorable, estado que entraña riesgos para cualquiera que pase por él. Riesgos graves con peligro de precipitarse al vacío.
Y, desgraciadamente, esto no es una anécdota, pues lleva años en los que el deterioro es progresivo, sin que la Administración Pública tome la mínima iniciativa para solucionarlo. Deben esperar a que alguien se mate en el camino para poder salir, todos en línea, a la puerta del Ayuntamiento y guardar un minuto de silencio.
Los vecinos de la zona, propietarios de fincas de mediano tamaño, pagan sus impuestos y lógicamente esperan la contraprestación correspondiente. Pero no la tienen. ¿Qué está ocurriendo?
Hay que seguir el hilo para tratar de encontrar el núcleo explicativo de todo ello. La zona corresponde al área metropolitana de Tortosa, capital del Baix Ebre. El territorio es intensivo en oliveras y algarrobos. El perfil dominante de la población está formado por agricultores autónomos y profesionales diversos, muchos de ellos originarios de diversos países europeos que han encontrado ahí su residencia ideal. El problema es que son pocos, y aunque estén censados en el territorio, sus votos no cuentan. Y este factor es muy importante en la seudodemocracia que nos ha tocado vivir.
Tras continuas reclamaciones personales, los vecinos han hecho un esfuerzo colectivo y se han hecho oír en un pleno del ayuntamiento. Previamente habían seguido los conductos reglamentarios a través de los funcionarios locales sin que nadie les diera razones de tal desvarío. Incluso un medio de comunicación de la zona se ha atrevido a hacer un pequeño reportaje sobre el tema. Al final la alcaldesa ha sentenciado: No es un tema prioritario. ¡Menuda desvergüenza!
Este es un caso, de los muchos que se dan a diario, de la confusión reinante en las relaciones entre lo público y lo privado. Entre los que supuestamente están al servicio de la comunidad y los que contribuyen con sus impuestos a que existan estos servicios. Estos segundos son los ciudadanos de a pie, que van a votar cada x años para que esa democracia de mínimos mantenga sus privilegios. Vayamos a los primeros, que son los agentes responsables de la asignación y gestión de los recursos que se ponen a su disposición. Los agentes de lo público en este caso, y en todos los casos de ámbito local, son dos: los funcionarios y los políticos.
En los Estados centroeuropeos y en el Reino Unido, el funcionario es un “servidor público” (public servant) y está para atender a la ciudadanía. En los Estados del sur de Europa (Francia, España, Italia, etc.) el funcionario es un empleado del Estado; es un burócrata. Son antiguos Estados coloniales que no se han desprendido de la caspa administrativa. Los funcionarios se atienen a lo que dice el reglamento y de ahí no se mueven. Sería inútil recordar que la evidencia empírica demuestra que los funcionarios (con la excepción de aquellos que pertenecen a sanidad y educación) son ideológicamente conservadores. Unos son más eficientes y otros menos; nada más. Es el “Vuelva usted mañana”, que también explicó Mariano José de Larra. Por eso los funcionarios del ayuntamiento de Tortosa no han atendido las quejas. Es un tema que no va con ellos.
Los otros agentes (los políticos) son una fauna especial. Unos pocos tienen un proyecto y un compromiso, y se ajustan a ello. Merecen nuestro respeto. Luego hay otros (muchos) que apuestan por esta vía como forma de asegurar un puesto de trabajo. Son los que yo llamo “políticos profesionales”, que han hecho de la política una profesión. Sus convicciones son de quita y pon. Se adscriben a los partidos porque estos se han transformado en agencias de colocación. En última instancia dependen del gran poder económico, pues saben que éste los acogerá por servicios prestados. En este caso lo más relevante es que mueven recursos públicos de naturaleza económica cuando apenas han tomado riesgos (que no sea una hipoteca) en el ámbito privado.
Y en Tortosa tenemos una coalición formada por los residuos de Convergència (con la etiqueta de Junts per Tortosa, que no tiene nada que ver con Junts x Catalunya) y el inevitable PSOE-PSC. Es una coalición de perdedores que pretenden confundir a la población buscando votos a cualquier precio. Por eso pueden permitirse despreciar los intereses de los escasos vecinos de Coll de l’Alba.
¿Cuántos camí de les Barcelles hay en Catalunya desatendidos por los burócratas de la Administración Pública y por los políticos profesionales bien apalancados en sus poltronas? Yo me he movido siempre en el ámbito privado y he dirigido proyectos industriales de distinta naturaleza, pero siempre he bajado a la planta de fabricación para conocer los problemas operativos y he pisado el mercado para comprobar el resultado de nuestras acciones. El gobierno local del Ayuntamiento de Tortosa tiene la obligación de recorrer esa ruta, empezando por el camí del Ranxero y acabando en el tramo final del camí de les Barcelles.
Cuando lo hagan, si lo hacen, se darán cuenta de que gobernar es mucho más que hacerse fotografías y repartirse prebendas.