Focus: Economía
Fecha: 09/05/2023
El señor Sánchez (don Pedro), en su calidad de presidente del gobierno del Estado español, está desarrollando una gran campaña para apoyar a las candidaturas del PSOE en las municipales que se avecinan. Dentro de esta euforizante campaña ha introducido el mensaje de que su gobierno destinará 50.000 viviendas del SAREB a “alquileres asequibles”. El coro de sus leales (militantes, familiares, vecinos y otras especies agraciadas) ha mostrado su complacencia con un aplauso a la búlgara.
Quizás el hombre, desde su reconocida altura física, se ha sentido tan ufano por la cariñosa recepción recibida, que se ha subido a la moto y ha añadido a la bolsa del SAREB otros proyectos de alquiler de “vivienda asequible” hasta alcanzar la fabulosa cifra de 183.000 viviendas. Cuentan que el señorito Bolaños, siempre tan solícito, le ha pedido humildemente que frenara, no fuera que acabara derrapando.
Los analistas se han aproximado al tema según sus fuentes de financiación (sin ellas no podrían subsistir), unos para alabar el proyecto y otros para criticarlo. Pero pocos han entrado en el fondo de la cuestión, que no es otro que saber qué es el SAREB y de donde sale su cartera de pisos.
El SAREB (Sociedad de gestión de activos procedentes de la reestructuración bancaria) es una empresa privada en la que el Estado tenía en origen un paquete minoritario. El resto de accionistas era un pool de bancos, entre los que destacaban el Santander, el Sabadell y Caixabank, un par de bancos extranjeros (el Deutsche y el Barclays) y diez aseguradoras (con Mapfre y Mutua Madrileña a la cabeza). La implicación de estas entidades tuvo que ver con la defensa de sus intereses y como agradecimiento a los favores recibidos de la Administración Pública, es decir, del dinero de los contribuyentes, para salir del pozo en el que habían caído por su desastrosa gestión.
Porque la banca española en el 2012 fue rescatada financieramente por la Unión Europea y ésta impuso unas condiciones (que luego nadie cumplió del todo), entre las que había la creación de una sociedad de gestión de activos inmobiliarios que comprara todos los activos tóxicos que tenía la banca (unos cien mil millones de euros) y así limpiara sus balances y recuperara la liquidez. Esos activos, en su mayoría, procedían de créditos hipotecarios fallidos, así como de proyectos constructivos inacabados y quiebras inmobiliarias de medianas corporaciones. Recordemos que todo este paquete se cimentaba en la ligereza de los gobiernos de los señores Rodríguez Zapatero y Rajoy, que habían estimulado el crecimiento del binomio construcción-inmobiliarias, en el que cualquier pelagatos, apalancándose financieramente, pretendía enriquecerse en cuatro días. Eran los “años del desmadre”.
Cuando se produjo aquel evento el señor Luis de Guindos era ministro de economía y el señor Rajoy presidente del gobierno. Dos probados inútiles, como los hechos han demostrado.
La primera tomadura de pelo, muy grosera, fue que esos activos fueron adquiridos a la banca con un descuento del 52%, cuando la Comisión Europea dijo (como siempre tarde y mal) que deberían haber sido adquiridos con un descuento del 72%. Solo ahí volaron 18.000 millones de los contribuyentes para pasar a los bolsillos de los atribulados banqueros.
Como en su día señaló con acierto Carlos Sánchez Mato en eldiario.es, la segunda tomadura de pelo todavía fue más espectacular. La empresa SAREB se constituyó con un capital social de 1.200 millones de euros. ¿Cómo una empresa con estos recursos podía adquirir un paquete de activos de 50.000 millones? Muy fácil. El accionista minoritario (el Estado) emitió y avaló bonos por un importe similar. Algo absolutamente absurdo en una economía de mercado y una prueba más de que el capitalismo español era y es un “capitalismo de amiguetes”. Porque si hacemos las cuentas podremos comprobar que el sector privado apenas asumió el 5% de la financiación.
Dicen que el simpático señor de Guindos, que por sus “méritos” ha llegado a ser vicepresidente del Banco Central Europeo, urdió este juego malabar para que las pérdidas no computaran como déficit público y luego como deuda. Aunque el puesto de vicepresidente del BCE sea más decorativo que otra cosa, no deja de llamar la atención comprobar en manos de que personajes tenemos los ciudadanos la política monetaria de la Eurozona.
Estos procedimientos de “pillaje” (tan tradicionales en la cultura española) permitieron escurrir el bulto durante unos cuantos años, hasta que en 2021 Eurostat, la Oficina estadística de la Unión Europea, descubrió la trampa e hizo pasar a Deuda Pública los 35.000 millones que todavía quedaban en el balance del SAREB. Desde entonces la empresa, que llegó a ser la inmobiliaria más importante del Estado, ha continuado generando pérdidas, en un proceso continuado digno de encomio. Como esas pérdidas van a cargo del Estado, todo el mundo contento. Como dice el refranero catalán “qui roba al Comú, no roba a ningú”.
Y ahora aparece en pantalla el prestigitador señor Sánchez y nos cuenta el último cuento chino (de antes de Deng Xiaoping) sobre la buena nueva de las “viviendas de alquiler asequibles”. Y su colega de la corriente dinástica y líder del PP señor Núñez Feijoo, olvidándose de los descalabros de su partido en este contencioso, solo tiene la ocurrencia de comentar al respecto que éste es “el milagro de los pisos y los peces”.
“Qué bonitos ojos tienes debajo de estas dos cejas. Debajo de estas dos cejas, que bonitos ojos tienes”, es el repetido estribillo de aquel bello bolero que cantaba el mejicano Miguel Aceves Mejía. Porque en el fondo los señores Sánchez, Núñez Feijoo, y sus nutridos equipos de ayudantes de cámara (entre los que no puedo más que destacar al triste señor Illa), no hacen otra cosa que cantar boleros metafóricamente.
En lo que todos coinciden es en “nacionalizar pérdidas y privatizar ganancias” para bien de los “sospechosos habituales”. Al final tendremos que reconocer el acierto de aquella sentencia de origen norteamericano que dice que “un político es un sujeto que reparte caramelos a los niños mientras les roba la cartera”.