EL CHANTAJE COMO ARMA POLÍTICA
Focus: Política
Fecha: 17/01/2014
Hace ya tiempo que señalé el proceso de descomposición de un partido político catalán (el PSC) que en su día ocupó un espacio importante en la gestión de la cosa pública en Catalunya. Es bien cierto que ese espacio no se lo ganó a pulso luchando contra el franquismo (como lo hizo el PSUC), sino que lo obtuvo en un proceso de sustitución por el que el electorado catalán de izquierdas cayó en la trampa mediática de los íconos progresistas de Suresnes (Felipe, Guerra, etc.), bien lubricado por los fondos de la socialdemocracia alemana.
Los comunistas habían sido demonizados durante cuarenta años y aunque salieron muy bien parados en las primeras elecciones democráticas (1977), fueron siendo reemplazados por los “sociatas” (la mayoría de ellos incorporados al partido cuando Franco estaba en capilla), que se hicieron los dueños de una buena parte de la finca, en especial en el ámbito de los municipios.
Conviene recordar aquí y ahora – para los ingenuos y para los desmemoriados – que hasta la muerte de Franco los militantes del PSOE en el Estado Español apenas llegaban a 2.500. Cabían todos en un teatro de mediano aforo. Se estima que en Catalunya había 100, casi todos pertenecientes a la UGT. Estos últimos derivaron en la Federación Catalana del PSOE. Este colectivo nunca fue catalanista, ni lo creyeron necesario.
Y en un mal día (1978) este colectivo se unió a dos grupúsculos de amigos y conocidos - el PSC Congrés y el PSC Reagrupament -, que eran en su mayoría burgueses desclasados en lo ideológico, para formar el PSC-PSOE, un partido independiente con dos almas opuestas: la españolista de los primeros y la catalanista de los segundos.
También es importante señalar aquí y ahora que tanto el PSOE como el PSC-PSOE declararon reconocer enfáticamente en sus programas “el derecho de los pueblos a la autodeterminación”. Claro que en su lista de naciones sojuzgadas no estaba Catalunya. La dictadura había dejado muchas huellas y la prioridad no era el independentismo. Lo que se llevaba era ser “progre”, eso sí pactando con los herederos del franquismo. El PSOE y su marca catalana contribuyeron a la estafa de la transición (con minúsculas).
Luego el PSC se ha dedicado a colocar a cuantos militantes ha podido en puestos públicos (como han hecho el resto de los partidos), fijando con ello el principio de que su principal fuente de ingresos proceda de los Presupuestos Generales del Estado.
Y aquí está la trampa de las votaciones a la búlgara y el cuento chino de que hay que negociar (con quien no quiere) y de que hay que ajustarse a la legalidad (aunque no sea legítima). Si no votas lo que decide la cúpula del partido te quedas sin trabajo, sin ingresos, sin futuro. Es aquella ocurrencia estúpida y malvada del señorito Alfonso Guerra cuando decía que “el que se moviera no saldría en la foto”. Con el frío que hace en la calle – territorio desconocido de los que han hecho de la política una profesión bien remunerada – sólo hay que obedecer y callar.
Los principios de la libertad, de la justicia, de la responsabilidad, de la representatividad, del respeto a la ciudadanía pasan a un segundo plano. Hay que seguir cobrando cada mes.
Ello ha permitido que el tándem Navarro – Rubalcaba (la mediocridad personificada) y sus fieles acólitos haya impuesto su ley.
Si alguien quiere suicidarse, allá él. Será que cuenta con recursos o que tiene el coraje de enfrentarse a los muñidores de esta pseudodemocracia en la que estamos insertos.
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