Focus: Política
Fecha: 30/04/2019
Si nos atenemos a las matemáticas, la media es el valor central de una serie de datos, el que nos da teóricamente el perfil más representativo. Claro que luego debemos contrastarlo con el grado de dispersión de estos datos, no sea caso que el primer indicador nos confunda.
En las elecciones generales recién celebradas (lo de celebrarlo vamos a dejarlo en barbecho), el ciudadano medio del Estado ha expresado su opinión eligiendo aquella opción que más se acercaba a su credo ideológico. Luego los medios de comunicación afines a las distintas ofertas han proclamado los éxitos de sus patrocinados.
Parece a primera vista que se ha producido un gran vuelco, pero en el fondo ha habido simplemente un cambio de cromos.
Empezaremos por los partidos que yo describo como los “mamporreros” (los propensos a atizar o sacudir un mamporro a quien no piense como ellos), a los practicantes del “poder codigno”, que en la terminología de Galbraith es el más rudimentario, el que va acompañado del castigo. O sea, el PP y Ciudadanos.
Estos dos partidos obtuvieron los siguientes resultados en las elecciones generales del 2016:
Total .................... 11.029.954 votos.
En las recientes elecciones una parte de sus militantes se ha escindido y ha creado otro partido, también del grupo de los “mamporreros”, ni mejor ni peor que sus ancestros: Vox. Veamos ahora los resultados:
Total ..................... 11.169.796 votos.
El bloque ha obtenido 140.000 votos más que hace tres años. Hay que reconocer que es todo un éxito.
Y si tenemos en cuenta que las prioridades de sus programas políticos si hubieran alcanzado o alcanzan el gobierno es “sacar lazos amarillos”, “no indultar a los golpistas” (todavía no sentenciados), “cerrar TV3 y Catalunya Radio”, “aplicar el 155 mejorado”, etc., nos imaginamos que sus once millones largos de electores comparten este proyecto y no les importa lo que puedan hacer en sanidad, educación, fiscalidad, industrialización, pensiones, seguridad, etc. Y esta desviación psicosocial en un colectivo tan grande es muy preocupante.
Lo anterior explica que si a las siete de la mañana alguien llama a tu puerta, lo más probable es que no sea el lechero ni el repartidor de periódicos.
Y si nos desplazamos a la zona de los ganadores del evento (PSOE), con sus 7.480.755 votos, que son muchos pero casi 3.700.000 menos que los de la acera de enfrente, la verdad es que no veo donde está el cambio. Se puede argumentar que esta cifra es prácticamente idéntica al número de sufragios obtenidos por Unidas Podemos, pero esto sería incluir al bloque liderado por Iglesias en el aparato represor del Estado con el 155.
Porque no debemos olvidar que el PSOE de este apuesto chico de camisas blancas es el mismo que apoyó solidariamente la aplicación del 155 y que cuenta entre sus destacados oficiantes a personajes como el siniestro Borrell o el fantoche presidente de Aragón señor Lambán. Es el PSOE de la “convivencia”, cuya cabeza pensante (es un decir) amenaza con volver a repartir jarabe de palo entre los catalanes, o lo que haga falta.
Siempre se recuerda a Churchill cuando dijo – en su defensa del sistema democrático – que “la democracia es la peor forma de gobierno, con la excepción de todas las demás”. Pero es que Churchill dijo otras cosas, tan acertadas como la anterior.
Y entre ellas hay una que conviene recordar aquí y ahora:
“El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio”.
Ya nos avisó Marco Aurelio: “Edúcalos o padécelos”.