Focus: Política
Fecha: 13/07/2017
Por si no teníamos suficiente con los representantes del ejército de ocupación (PP, PSOE, Ciudadanos) y sus ridículas unidades de choque (Sociedad Civil Catalana, Concordia Catalana, Dolça Cataluña, etc.), ahora tenemos que aguantar las andanadas de los portavoces oficiales de las marcas, supuestamente de izquierdas, que desde la más absoluta ambigüedad tratan de boicotear el proyecto independentista.
La señora Colau y el señor Domènech (Els Comuns) han hecho causa común (valga la redundancia) con los señores Coscubiela y Rabell (Catalunya Sí que es Pot). No están a favor del referéndum porque no goza de las “garantías” exigidas para esta clase de consulta popular.
¿Exigidas por quién? ¿No será por el gobierno del Estado, que liquida el proyecto de un plumazo al declararlo “ilegal”, a través de una interpretación torticera de una Constitución plagada de vaguedades y tutelada por el poder militar y judicial de la dictadura, en la que además no aparece específicamente esta limitación?
¿O es que se refieren a sus votantes de otras convocatorias, a quienes nadie ha consultado de forma directa y que probablemente saben tan poco de “garantías” como cualquier ciudadano de a pie que no sea un funcionario vocacional experto en oposiciones?
Yo creo que se refugian en esta etiqueta porque no se atreven a comprometerse. Hay que decirlo alto y claro: Resulta penoso que los teóricos herederos de una parte de la izquierda histórica catalana traicionen los ideales de sus ancestros.
Si hay algo revolucionario en este momento en Catalunya es la voluntad de independizarse, con la lucha que ello lleva consigo, frente al poder omnisciente del Estado, que utiliza todas las herramientas posibles para bloquearla y hacerla fracasar.
No comprender esto es hacer el juego sucio a la independencia y asociarse al trasfondo reaccionario del españolismo, que en lugar de presentar sus argumentos para defender la opción del vínculo Catalunya-España y aceptar el resultado de las urnas, envía sus milicias (“por tierra, mar y aire”, Cospedal dixit) para abortar cualquier intento de ruptura.
Los tiempos del “Living Theatre” están ya lejos. Las representaciones de la señora Colau vestida de abeja maya resultan ridículas en la actual coyuntura. Las indignadas proclamas del señor Coscubiela (que imagino se despierta cada día con el cabreo incorporado) se dirigen a un objetivo equivocado. Si de verdad se siente oprimido, que se enfrente al Estado opresor. En cuanto a las “boutades” del señor Rabell, lo dejo para un sainete de un grupo amateur en las fiestas del pueblo. Por último, al señor Domènech le traiciona su propia expresión facial. Parece entre extasiado y espantado. Se diría que todavía se pregunta qué está haciendo ahí, en medio del zafarrancho, con lo bien que podría estar dando sus clases de historia en la facultad. El “éxito” lo supera.
Los que jugamos en otro territorio que no es la política profesional (en mi caso la economía y la empresa), sabemos sobradamente que los mediocres se escudan en los procedimientos cuando no quieren asumir las categorías básicas de un proyecto: objetivo, estrategia y estructura. Tantas vueltas y revueltas a las “garantías” dan mucho que pensar.
Suerte que al final lo que cuenta es el voto popular. En último término la señora Colau y los señores Domènech, Coscubiela y Rabell sólo se representan a sí mismos.
Nota: Recomiendo la lectura de “El “perro del hortelano” dels Comuns”, que aparece en “De otras webs”.