EL ENCANTO DE SAMARKANDA

Focus: Sociedad
Fecha: 20/09/2022

Entre mis recuerdos infantiles siempre encuentro un hueco relacionado con esa zona de Ásia Central en la que la población indígena (uzbecos) tuvo que sufrir las invasiones mongoles al mando de Gengis Khan –otro de nuestros héroes mitológicos-, aquel forjador del mayor imperio conocido de la historia, que a su muerte en 1226 ocupaba un inmenso territorio que iba desde el mar Caspio hasta el Pacífico.

Y en ese hueco estaba Samarkanda, una ciudad de leyenda que despertaba nuestras fantasías y animaba nuestros sueños. Por gustarnos, hasta nos gustaba su fonética. Más tarde supimos que había sido un centro importante de la Ruta de la Seda, por la que las caravanas movían el comercio entre China y el Mediterráneo. Y como siempre, el comercio iba acompañado de ideas e innovaciones, pues junto a las porcelanas y a las sedas los jinetes que se desplazaban a lomos de camellos llevaban consigo fórmulas para fabricar pólvora o papel, inventos chinos que revolucionaron los modos de la incipiente y retrasada Europa. Hasta que un cambio de dinastía en el imperio chino (mediados del siglo XV) produjo a su vez un cambio de signo, que supuso un retraimiento, un cerrarse al exterior, una marcha atrás con graves consecuencias. La Ruta de la Seda perdió su protagonismo y languideció.

Pero como el pensamiento confuciano opera a largo plazo, el gobierno de la República Popular China, bajo el mando de su carismático líder Deng Xiaoping, inició un cambio de paradigma teñido de pragmatismo anglosajón. Y uno de los instrumentos de ese cambio fue la Shanghai Cooperation Organisation (SCO), una organización económica, política y de seguridad que cubre en la actualidad a ocho países de Eurasia y cuya sede central se halla en Pekín. Fundada en 2001, agrupa a los líderes de China, Rusia, India, Pakistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kazajstán y Kirguistán. En su conjunto esto supone el 40% de la población mundial y el 35% de su PIB. Hay países con el estatus de “observadores”, como Irán, Bielorrusia y Mongolia, y otros con el de “socios dialogantes” que es el caso de Turquía, país este último que también pertenece a la OTAN, lo que resulta llamativo y explica la ambivalencia de su presidente Erdogán.

Estados Unidos hizo en el 2005 una petición para asistir  como observador, petición que fue rechazada. Y es que en el fondo el SCO es un contrapoder respecto a la OTAN y una posición de control sobre Asia central, ese lugar que Zbigniew Brzezinski, el último gran estratega político norteamericano, consideró siempre territorio clave para el dominio del mundo.

Y uno de los proyectos específicos del SCO es recuperar la “ruta de la seda”, pero con tecnología de hoy (líneas férreas, puertos, carreteras, etc.). Y Samarkanda está en el camino.

El SCO se reúne cada año y en esta ocasión lo ha hecho en Samarkanda. Actuando como anfitrión el presidente uzbeko Mirziyoyev, nadie ha faltado a la fiesta, ni el nacionalista primer ministro del gobierno indio Narendra Modi, ni su fraternal enemigo Shehbaz Sharif, primer ministro de Pakistán. Tampoco lo han hecho Vladimir Putin y Xi Jinping.

Y mientras la presidenta de la Comisión Europea señora Ursula von der Leyen, en su papel de vicetiple de segunda fila, seguía con su “road movie” en el tema del conflicto de Ucraína, visitando continuamente al señor Zelinski, animando a sus colegas para que envíen más armas y sofistiquen la guerra, imponiendo nuevas sanciones contra Rusia e incluso teniendo tiempo para felicitar al líder del PP señor Feijóo por su “experiencia y capacidad de previsión” (sic), en Samarkanda ocurrían cosas.

Citemos las que a nuestro juicio son más relevantes:

 

Ya sé que mucha gente está entretenida con las exequias de la fallecida Reina de Inglaterra, pero no estaría de más que echaran un vistazo a lo que ocurre al otro lado del mundo y piensen, aunque sea un momento, en lo que puede ocurrir si el ejército de mediocres que nos gobiernan siguen con sus fracasados experimentos de política-ficción.

 

 

Alf Duran Corner

 

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