Focus: Economía
Fecha: 30/07/2015
Hace unas semanas, y en un desgraciado accidente de coche, murió John Forbes Nash, el gran matemático, premio Nobel de economía y una de las mentes más prodigiosas del último siglo.
Nash nos ha dejado un amplio legado científico, del que podemos extraer, por su fácil comprensión y aplicación a la vida diaria, su teoría del equilibrio, que podría describirse como el territorio común de acción en el que dos o más operadores encuentran una fórmula cooperativa que maximiza el interés de las partes, en la que no hay un ganador y un perdedor. Pero para que esto se produzca ha de existir una confianza entre las partes, y esa confianza es la que encontramos a faltar en el contencioso griego.
El problema de la república griega es muy simple: debe dinero y no puede devolverlo en las fechas en las que se comprometió. Cuando esto ocurre, algo corriente en el mundo empresarial, se pide una demora, se busca refinanciación, se enajenan activos para generar liquidez o se abre el capital a nuevos inversores. El gobierno griego, que gestiona el patrimonio del país, ha optado por pedir tiempo y nueva financiación.
Y, ¿cómo ha llegado Grecia a esta situación? También muy fácil de contestar: porque desde hace muchos años su cuenta de resultados produce pérdidas; es decir, sus ingresos (procedentes básicamente de los impuestos) son inferiores a sus gastos (sanidad, educación, defensa, pensiones, subsidios, administración, etc.). Ese Déficit Público, año tras año, se ha ido acumulando y ha generado una Deuda Pública de 330.000 millones de euros, que representa un 180% de su PIB. Además, un préstamo siempre va acompañado de un interés (no hay préstamos gratuitos), y los acreedores quieren también cobrarlos según lo pactado. Lo que ocurre – dada la dimensión relativa de la Deuda – es que el monto de los intereses se transforma cada año en la partida más importante de los Presupuestos Generales del Estado.
Con los parámetros griegos actuales, una empresa llevaría sus libros al juzgado y presentaría quiebra (liquidación), como hizo el banco de inversión Lehman Brothers. Pero un país no es una empresa y no cabe esta fórmula. Sí puede, sin embargo, hacer suspensión de pagos, reunir a los acreedores y negociar un convenio. Esto es lo que han tratado tímidamente de proponer los últimos gobiernos griegos, con mejor o peor suerte.
La situación es confusa y compleja, y resulta interesante para un observador, aunque dolorosa para quienes la viven personalmente.
Nos podemos preguntar, cómo se ha llegado a esto. No ha habido un solo sendero sino muchos y la responsabilidad es compartida. Trataremos de desgranarla, analizando el perfil de los principales actores.
La Eurozona
La creación de un espacio monetario común en Europa fue un proyecto ambicioso, que sólo podía justificarse si tenía como objetivo la total integración política y económica de los países miembros. Ese teórico objetivo ha quedado en el olvido y se ha construido un modelo territorial lleno de desequilibrios. Los fundamentos económicos de los países que conforman la Eurozona eran y continúan siendo muy diferentes. Comparten una política monetaria desde un ente ajeno (el BCE), pero mantienen su soberanía fiscal, su política de rentas, su política industrial, etc. Un auténtico disparate.
Por otro lado, la incorporación al euro supuso unas grandes facilidades crediticias (en volumen y en tipo de interés) que animó a expandirse abusando del apalancamiento. Es por ello que aparte de la Deuda Pública, existe una enorme Deuda Privada.
Los países europeos que han mantenido su independencia monetaria tienen mayores capacidades para mejorar su competitividad y gozan de las mismas condiciones que los miembros de la Eurozona, gracias al “Espacio Económico Europeo”. En ese espacio de libre comercio están todos: los de la Eurozona, los de la Unidad Europea que no son de la Eurozona y el resto de países no adscritos (como Suiza, Noruega e Islandia). Cabe preguntarse hasta qué punto la Eurozona, tal como está configurada, es un club tan atractivo como pretenden vendernos.
La gran banca
En especial la banca alemana y la francesa. Gozaban de grandes excedentes de tesorería y se dedicaron a prestar dinero a los países periféricos, sin exigir muchas garantías. Créditos muy bien remunerados. El período 2000 – 2008 fue muy rentable. El signo cambió a partir del 2010 y a finales del 2012 la banca tuvo que aceptar una reestructuración de la deuda en algunos países, entre ellos Grecia. Los intereses acumulados les compensaban sobradamente. El mismo procedimiento siguieron otros inversores (aseguradoras, fondos de alto riesgo, etc.). Más adelante el gobierno alemán y el gobierno francés “rescataron a sus propios bancos” y se quedaron la Deuda griega que tenían estos en sus carteras. Ahora el riesgo de la banca privada es inapreciable. En el mundo financiero es comúnmente aceptado que cuando se produce un impago la responsabilidad corresponde en su mayoría al deudor, pero una parte también al acreedor, que no hizo bien su gestión del riesgo. En este caso, la banca ha salido muy bien parada: “Too Big To Fail”.
Vamos a dejar por último, no por menos importante, el papel jugado en esta historia por el banco de inversiones Goldman Sachs. Cuando Grecia presentó su candidatura para incorporarse a la Eurozona, el dossier económico-financiero fue “cocinado” por la oficina de Londres del banco americano. Luego, al cabo de unos años, se comprobó que los datos no eran fiables. En aquella época el vicepresidente europeo de Goldman Sachs era Mario Draghi, actual presidente del Banco Central Europeo. Vale la pena recordarlo.
Grecia y sus gobiernos
A partir de 1974 (crisis del petróleo), los gobiernos griegos (Nueva Democracia o Pasok) presentaron sus cuentas con Déficit. No le prestaron mucha atención porque podían financiarlo. Además, cuando se incorporaron a la Eurozona, recibieron nuevos flujos de capital y en el período 2000 – 2007 su PIB creció a una media del 4,2%. Eso sí, ya en 1993 su Deuda Pública representaba el 93% de su PIB y ningún acreedor se preocupaba. Es decir, se producía un gran desequilibrio macroeconómico entre una potente tasa de crecimiento y un gran déficit estructural. Cuando estalla la “gran crisis”, sus principales motores económicos (el sector naviero y el turismo) se ven profundamente afectados.
Los gobiernos griegos presentaban históricamente déficits por mala gestión, tanto en los gastos como en los ingresos. Respecto a lo primero, tenían incontroladas algunas partidas: un sector público sobredimensionado, unas pensiones fácilmente concedidas (no tanto por el importe medio sino el volumen de las mismas) y, sobre todo, un gasto militar notable. Para ceñirnos a este apartado y según datos de la OTAN, Grecia es el segundo país de la organización que destina a Defensa un mayor porcentaje sobre el PIB (un 2,4% en el 2015). El primero es Estados Unidos con el 3,6%.
En cuanto a los ingresos (procedentes de los impuestos) sólo hay que señalar que el grado de evasión es reconocido públicamente. Transparencia Internacional sitúa a Grecia como el país más corrupto por este concepto de la Unión Europea, seguido de Italia y Bulgaria. En términos globales, se estima que las grandes fortunas griegas tienen depósitos en los bancos suizos del orden de los 80.000 millones de euros. Por último y con datos del 2012, la economía sumergida representaba un 24% del PIB, en un país en el que el 32% de la población empleada es autónoma (es sabido el correlato existente entre la evasión fiscal y el autoempleo).
Cuando a finales del 2014 se rompe el bipartidismo y Syriza toma el gobierno, el cuadro era patético:
En este contexto, el programa de Syriza no era más que un ejercicio de ciencia ficción. No sé si tenían conciencia de que heredaban un país en ruinas. Lo que no es lícito es culparlos del estropicio generado por el resto de operadores.
La troika
Es el comité de acreedores de la Deuda griega. Está formado por la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo. Hay algo extraño en este comité, pues la Comisión Europea es el órgano de gobierno de la Unión Europea, y no todos los países de la Unión pertenecen a la Eurozona y algunos (Reino Unido y Dinamarca) han declarado oficialmente su voluntad de mantener la soberanía en su política monetaria. Se da la circunstancia además de que todos los países que han recibido fondos de rescate de la troika son de la Eurozona. Se podría concluir que la Eurozona es un campo de minas.
Cuando el gobierno griego empieza a tener serias dificultades para financiarse en el mercado de capitales (2010), acude, como otros países, a los organismos internacionales que pueden prestarle ayuda. El primer préstamo de la troika es de 110.000 millones de euros, y va acompañado de un programa de ajuste que se debe implementar como condición obligada. Las medidas tomadas no son suficientes y a finales del 2011 se cierra un segundo préstamo de 130.000 millones, con mayores exigencias para corregir los defectos estructurales del gasto público.
En ocasiones se producen algunas mejoras que reducen el monto de la Deuda, pero acaban siendo transitorias y la Deuda sigue creciendo. Entretanto se ha ido produciendo una transferencia de esa Deuda, pues los gobiernos de la Eurozona, como ya hemos señalado antes, “salvan” a sus bancos privados nacionales y les compran el papel. Es decir, el pasivo deja de estar en manos de los accionistas de los bancos y pasa a los contribuyentes de sus países. A esto se le llama socializar pérdidas.
Pero, ¿qué se hizo con todo este dinero? Tapar agujeros. El 32% se destinó a devolver préstamos vencidos, el 16% al pago de intereses, el 19% a recapitalizar bancos privados griegos, el 14% a los bonistas, el 3% para pagar al FMI. Hay otras pequeñas partidas de naturaleza financiera. ¿Se ha destinado algo para invertir directamente en la economía griega? Una cifra menor. ¿Podemos calificar esto como un rescate?
En la actualidad la Deuda Pública griega está repartida así:
Como el círculo virtuoso no tiene cabida en este proceso (círculo que sería: crecimiento económico, mayor demanda, aumento ocupación, incremento cosecha fiscal, superávit público, inversiones, etc.), el nuevo gobierno griego que preside Alexis Tsipras se vio en la necesidad de pedir de nuevo ayuda, como lo habían hecho los gobiernos anteriores, ya que no podía cumplir con sus obligaciones de pago. Y empezaron unas duras negociaciones, con entradas y salidas de ministros del nuevo gabinete. La otra opción era “suspender pagos”, pero nadie se atrevió a dar el paso. El “Establishment” avisaba interesadamente que esa opción sería catastrófica para Grecia, aunque yo personalmente creo que ese escenario a medio plazo podía ser mejor que el actual para la república. Otra cuestión eran los efectos colaterales previsibles para países tan endeudados como España (con una Deuda Pública cercana al 100% del PIB) o Italia (132 %), y el impacto sobre la confianza de los inversores internacionales respecto al euro.
Al final se han aceptado las condiciones impuestas por la troika. Empieza ahora un largo procedimiento, con participación de los distintos parlamentos de los países de la Eurozona. Y en eso estamos.
El denominado tercer rescate asciende a 84.000 millones de euros. ¿Quién pone el dinero? :
¿A dónde va?
Todo ello siempre que se cumplan las condiciones del acuerdo. Y, ¿cuáles son esas condiciones?
Esta última condición es la condición estrella. ¿Tiene el Estado griego activos públicos por ese valor? Los expertos del territorio lo dudan. La única opción es vender islas. Tiene alrededor de 6.000 y sólo un centenar están habitadas de forma permanente. Si hacen esto, Grecia dejará de ser un “protectorado” (como es ahora) y podría pasar a ser una “colonia”.
El FMI
En ocasiones parece el convidado de piedra. En términos globales su posición es mucho más cómoda que la de sus colegas de la Eurozona. Tiene menos riesgo.
Su equipo técnico está mucho más preparado que el de la Comisión Europea y es más realista. Es por ello que ha hablado de la necesaria reestructuración de la deuda griega, una deuda que nunca podrá devolverse. Algunos préstamos del FMI en otros continentes han seguido este camino.
Llama también la atención el cambio de estilo de Christiane Lagarde, que ha pasado de unas formas de “mujer de hierro” a un carácter comprensivo. Algunos analistas norteamericanos ven la mano oculta de los asesores del presidente Obama, que valoran la posición geoestratégica de Grecia y su papel fronterizo en la OTAN. En este caso, la Deuda está amortizada. Cabe recordar que el principal accionista del FMI es el gobierno norteamericano, con un 17,69%.
Conclusión
Volvamos al “equilibrio de Nash”. El brillante matemático nos demostró que sólo a través de la cooperación se optimiza el interés de las partes y que la cooperación requiere una confianza previa. En el contencioso griego la mutua confianza no existe, sino todo lo contrario. Por eso cualquier solución es precaria; se hará un cierre en falso.
En el siglo XVII Thomas Hobbes expresaba en el “Leviathan” su pesimismo, manifestando que la cooperación entre los humanos, si no existía confianza mutua, era prácticamente imposible.
Los hechos, desgraciadamente, parecen darle la razón. La responsabilidad del fiasco griego es plural: la gran banca, el Banco Central Europeo, la Comisión Europea, el FMI, los gobiernos del Pasok y Nueva Democracia, y, no nos olvidemos, los que crearon y diseñaron el modelo fallido de la Eurozona.
Como siempre, el único perdedor es el pueblo llano. Y no sólo el griego.