EL EQUILIBRISTA

Focus: Economía
Fecha: 18/12/2009

La Unión Europea nació con una voluntad mercantil y fue creciendo sin perder su vocación original: ampliar los mercados. Los intereses de los grandes grupos empresariales fueron los dominantes y así se configuraron grandes territorios libres de aranceles que permitían el crecimiento de las ventas y la mejora de la rentabilidad.

La dimensión del proyecto hizo crecer el aparato regulador y así Bruselas se transformó en la gran capital de los negocios, con un funcionariado muy bien remunerado que pensó ingenuamente que tenía poder político.

Como medida definitiva para asentar uno de los mercados con renta disponible más importante del mundo, se decidió fijar una moneda única (el euro) y un banco central con responsabilidad sobre el tipo de interés y la política cambiaria. Era una medida inteligente, pero arriesgada.

Y el riesgo estaba en hallar un equilibrio extraño entre una unidad económica y una disparidad política, entre la soberanía de una tasa de interés compartida y la de unos parlamentos nacionales con problemas muy diferenciados.

Si Europa fuera un estado federal, con un solo gobierno y un único parlamento (lo que supondría la desaparición de los gobiernos y parlamentos nacionales), el problema quedaría resuelto. Pero los socios europeos pretenden guardar celosamente sus derechos políticos y aprovechar, en paralelo, sus debilidades económicas. Y esto no es posible.

Ahora tenemos un ejemplo con la crisis económica griega. Grecia está próxima a la bancarrota, con un déficit público anual que alcanza el 13% de su PIB y con una deuda que se estima en un 120% del propio PIB. Los inversores internacionales exigen un interés muy elevado para comprar sus bonos del Estado y el país está sometido a una crisis política y social muy grave. En otras épocas, el gobierno griego habría devaluado su moneda, pero ahora no lo puede hacer porque comparte esta moneda con el resto de socios europeos.

Otra salida teórica es que la Unión Europea le eche una mano, pero sus propias reglas se lo impiden.

Exigir presupuestos más austeros en este momento es pura retórica. La situación es técnicamente muy compleja y exigiría un cambio radical del modelo europeo. Hay que ver qué deciden Francia y Alemania, bajo la mirada algo distante del Reino Unido.

La lógica más elemental debería conducirnos a un nuevo paradigma. Hacer equilibrios es una profesión arriesgada.

Alf Duran Corner

 

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