EL ESPACIO PERSONAL

Focus: Sociedad
Fecha: 21/10/2023

Los humanos, esta especie de la que formamos parte, viven el desasosiego de la contradicción permanente. Por un lado somos seres sociales (el zoon politikon, como nos definía Aristóteles) y por otro sentimos la necesidad de tener un espacio privado, un espacio para nosotros solos.

Y esa contradicción llega a producir ansiedad, sin que exista una conciencia clara de las razones que la explican.

Aristóteles era un determinista. No podía concebir otra forma de vida que el estar vinculado a una comunidad. Si no lo estabas o no querías estarlo, eras un marginado. Te auto-excluías de la especie. No contribuías como ciudadano (civitas) a la mejora de la sociedad (polis).

Aristóteles está muy lejos pero su impronta continúa marcando el territorio. El sistema económico nos conduce a organizarnos colectivamente para ser más eficientes y más eficaces. Actuamos de forma gregaria. Mimetizamos. Vamos donde va la gente. El lobo solitario es un rara avis. No va a los cócteles de los privilegiados ni a las reuniones más caseras de las comunidades de vecinos. Como diría Woody Allen, “no le gusta socializar”.

Y cuando nos detenemos un momento a pensar en la vida diaria de la mayoría, resulta difícil encontrar espacios privados, voluntariamente tomados, que no sean aquellos a los que se ven abocados en el tránsito desde el hogar al trabajo y viceversa. En esos están solos, pero no porque lo quieran.

Este modo de vida es como una adicción. No saben hacer nada si no lo hacen en compañía. De la pareja, de los hijos, del compañero, de la amante, de los amigos, de los vecinos. Esto supone un ajuste psicológico constante para poder sintonizar. Y en el tiempo produce desgaste, aunque no lo sepan. Físico y emocional.

En el caso extremo llegan a concluir que lo importante no es lo que hacen sino con quien lo hacen. Una falacia envuelta en papel de plata.

Para desprenderse de esta corriente hay que acudir a otras fuentes que cuestionen la realidad dominante. Yo recomiendo prestar atención al modelo Blaise Pascal.

Pascal (siglo XVII) fue un genio con una pluralidad de intereses. La filosofía, la ingeniería, las matemáticas fueron testigos de su excelencia. Murió muy joven (a los 38 años) y dejó una obra escrita lamentablemente corta. De ella destacamos sus “Pensées”, considerada una de las piezas en prosa más notables de la literatura francesa. Lo más relevante de la obra
(el gran “insight” de Pascal) es un pensamiento profundo sobre el que deberíamos meditar, pues tiene que ver con nuestro sentido de la vida. Dijo Pascal: “Toda la infelicidad de los hombres se basa en una sola cosa: en su incapacidad para quedarse en reposo en una habitación”. Implícitamente Pascal subrayaba la necesidad de estar solo y tranquilo para obtener ese estado mental necesario que nos permita reflexionar, sin ruido externo, sin la presión del entorno, y así alcanzar la paz interior que produce el autoconocimiento.

Se trataría de recobrar la independencia perdida en una sociedad plagada de dependencias, tanto personales como materiales. Esa habitación teórica de Pascal es la plataforma que nos faculta a pensar sosegadamente sobre nuestra vida. Lo expresó también mucho más tarde Virginia Woolf (la gran escritora feminista) cuando reclamaba su derecho a tener “una habitación propia”, no solo un espacio físico sino un espacio mental.

Entonces y solo entonces daremos importancia a lo que hacemos motu proprio (voluntariamente, por propia iniciativa), no con quien lo hacemos ni por qué lo hacemos. Habremos obtenido el “espacio personal”, ese espacio del que quizás jamás hemos disfrutado.

He de confesar que yo me siento próximo al “Lonely Hunter” que retrataba magistralmente Carson McCullers. Os puedo asegurar que es un placer vivir esos momentos de intimidad con uno mismo. Y no es que no nos guste compartir. Gozamos de la compañía, apreciamos el calor próximo de los seres queridos, valoramos su comprensión y apoyo en los momentos difíciles, pero no queremos renunciar a nuestro espacio de libertad, ese espacio donde quietud y felicidad se dan cobijo mutuamente.

En un mundo en el que el ruido ensordece, contar con una vida interior profunda es la mejor y quizás la única defensa frente al caos.

 

 

 

 

Alf Duran Corner

 

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