EL EXILIO
Focus: Política
Fecha: 18/05/2011
Aunque sea por un simple ejercicio de higiene mental, hay que seguir el sabio consejo de
Soren Kierkegaard, cuando señalaba: “La vida se vive mirando hacia delante, pero sólo se comprende mirando hacia atrás”.
He repasado mis columnas de hace cuatro años (16 de febrero del 2007) y he encontrado la que con el título
“Un país esperpéntico” publiqué entonces y ahora reproduzco:
“Algunos gilipollas (“tonto, de poco valor, de poca importancia” define caritativamente el diccionario) se pasan el día cantando las excelencias de este país (se refieren al Estado español) como una de las grandes potencias del “mundo mundial”.
Un país en cuyo Tribunal Constitucional (que no está para juzgar sino para hacer dictámenes) hay un señor (don Roberto García-Calvo y Montiel) que fue Jefe Provincial del Movimiento de Almería (a mediados de los setenta), porque “pasaba por allí”. Un país cuyas leyes determinan que la opinión de un grupo de magistrados (apenas doce) cuenta más que la voluntad de millones de ciudadanos que han votado a favor de un Estatut, aprobado por su Parlament y muy recortado posteriormente por el Parlamento del Estado.
Un país cuyo expresidente del Gobierno (don José María Aznar López) ha declarado recientemente que ha llegado al convencimiento de que en Irak “no había armas de destrucción masiva”. Lástima que haya tardado tanto en averiguarlo y que en este intervalo hayan muerto 655.000 irakíes (según la universidad estadounidense John Hopkins).
Un país en el que la Asociación de Federaciones de Radio y Televisión ha otorgado un premio al señor Jiménez, periodista de la Cope (cuyo principal accionista es la Conferencia Episcopal Española de la Iglesia Católica), por su esforzado programa de insultos, descalificaciones, insidias y otras muestras de su probada profesionalidad.
Un país en el que el portavoz parlamentario del principal partido de la oposición (don Eduardo Zaplana), que en su día manifestó que “estaba en política para forrarse”, ha declarado que el nombramiento del nuevo ministro de Justicia señor Fernández Bermejo se ha hecho para amedrantar a muchos.
Un país en el que la derecha ultramontana (la única visible)) trata de confundir a la gente con supuestos complots en el atentado del 11-M, con objeto de blanquear los errores políticos nacionales e internacionales del gobierno del PP, que nos pusieron en el punto de mira del terrorismo islámico.
Un país en el que continúan ocultándose las balanzas fiscales por autonomía, con la voluntad perversa de mantener los flujos de fondos en un solo sentido, castigando a los territorios generadores de riqueza y olvidando que en esos territorios también hay bolsas de pobreza.
Un país en el que la coyunda entre políticos de la administración local y constructores sin escrúpulos ha creado un colectivo de nuevos ricos, que se untan con brillantina y pasean con sus descapotables de importación.
Un país en el que el emprendedor es castigado por el peso de la burocracia cuando se propone desarrollar un proyecto económico, en tanto que se estimula el afán especulador.
Un país en el que muchos jóvenes quieren ser “famosos”, mientras contemplan y tratan de emular las hazañas de esos chaperos del universo mediático.
Un país que huele a frito, mientras escucha la copla, se arrebuja en la bandera y canta con fruición: “A por ellos, oé, oé…”
Ese país no es el mío. Vuelvo al exilio interior”.Cualquier observador imparcial, con una mínima capacidad crítica, coincidirá conmigo en que, pasados cuatro años, el paciente (el Estado español) sigue en la UCI e incluso ha disminuido la métrica de sus constantes vitales. Algunos de esos turbios personajes han desaparecido, pero otros de similar talante los han sustituido. La farsa se mantiene. El “ruedo ibérico” supera los esperpentos de Valle-Inclán.
Un buen indicador lo tendremos en las inmediatas elecciones autonómicas y locales. Ganará la España de siempre, centralista, retrógrada, laminadora, “encantada de haberse conocido”. Una España de funcionarios, rentistas, comisionistas, vividores subvencionados y grandes muñidores de las arcas del Estado (macro-empresas de obras públicas, monopolios privatizados, etc.). ¿Ganará la izquierda o la derecha? Ganará España y punto. ¿O es que alguien todavía cree que existe en la España “grande y libre” alguna diferencia sustancial,
en su concepto del Estado, entre los que manejan las riendas de los dos partidos españoles dominantes? Los utópicos de la izquierda posibilista y los conservadores civilizados han sido arrinconados en ambas formaciones. No se admite la disidencia.
La derecha española, representada por el PP, es una derecha ultramontana, de fondo fascistoide, vinculada a la jerarquía de la iglesia católica, de “coros y danzas”, nostálgica del franquismo, que confunde la modernidad con entrar en Internet. La izquierda nacional, representada por el PSOE, es una izquierda mediocre, burocratizada, populista, que gobierna a golpe de sondeo, que en las formas ha copiado lo peor de su adversario, que en su mejor momento se ha limitado a administrar los intereses de la derecha. Estos dos partidos son las “flechas” y “pelayos” del siglo XXI.
¿Se imaginan una paella condimentada por el señor Rajoy, el señor Arenas, el señor Iglesias, la señora Chacón, el señor Chaves, el señor Aznar, la señora Barberá, el señor Revilla, el señor Blanco, la señora Aguirre, el señor Camps, el señor Fabra, el señor Fernández Vara, la señora Sánchez Camacho, el señor Iceta, el señor Bauzá, el señor Zaragoza, el señor Mayor Oreja, la señora de Cospedal, y un largo etcétera de señoras y caballeros de la misma cofradía? Pues esa paella es la que se van a comer los ciudadanos durante los próximos años. Pero, eso sí, se la van a comer a gusto, porque en esa cofradía continuarán depositando su confianza y sus votos. ¡Que algún buen dios se apiade de ellos y les conserve la vista!
Nosotros observamos el circo desde lejos, ya que vivimos en Catalunya y, en términos de civilización, Catalunya está en otra galaxia. Nuestros modelos de referencia son Holanda y Alemania, no Castilla. Y en este oasis peninsular (donde la vida puede ser más aburrida pero no hay estridencias ni “museos del jamón”), la quinta columna españolista va perdiendo posiciones día a día.
Una Catalunya independiente se quitaría de encima buena parte de la caspa que, por contagio, todavía nos queda. Con este compromiso dejaré para más adelante el “exilio interior”.
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