EL FENTANYL COMO EXCUSA

Focus: Política
Fecha: 19/11/2023

Mientras en España el personal se distrae con las “terribles” consecuencias de una ley de amnistía que nadie conoce y que si un día se aprueba ya se ocupará el poder judicial de “afinarla” a su gusto, en el mundo pasan cosas.

Y una de ellas es que los presidentes de Estados Unidos y el de la República Popular China han tenido una larga conversación privada, aprovechando la reunión anual de la APEC, una asociación de países de la denominada órbita Asia-Pacífico, en el sentido más generoso del término. En el fondo la APEC es una asociación más en favor de la libertad de comercio, cuyas decisiones tampoco tienen carácter vinculante, como acostumbra a ocurrir en este tipo de asociaciones.

Pero en esta ocasión el señor Joe Biden y el señor Xi Jinping han tenido un aparte para en teoría suavizar sus tensas relaciones y aceptar (y esto lo digo yo), que están obligados a entenderse.

Tras el encuentro, los portavoces de ambos gobiernos han hecho unas declaraciones en las que se ponen de manifiesto los consabidos lugares comunes y su voluntad de perpetuarlos.

Ellos saben o deberían saber mejor que nadie que la coyuntura mundial en todos los planos (político, económico, social, etc.) es muy complicada, aunque tendrían que aceptar su buena parte de responsabilidad en ello.

Como los piropos son gratuitos y  dan vida al protocolo, los portavoces declaran que los líderes han dicho cosas como que “el planeta tierra es suficientemente grande como para que los dos países prosperen y que la prosperidad de uno represente una oportunidad para el otro”, que “su relación bilateral es la más importante del mundo”, que “ambos presidentes tienen enormes responsabilidades hacia sus pueblos, hacia el mundo y hacia la historia”, que “darse la espalda entre ellos no es una opción” y que “la crisis climática es uno de los grandes desafíos de nuestro tiempo”.

Yo, como soy un escéptico, no me creo nada de todo esto. Me suenan a bolero, sobre todo a aquella estrofa que dice “que bonitos ojos tienes debajo de estas dos cejas”.

Por esto he rastreado mis fuentes particulares y he hallado otras cosas, más allá de su voluntad de mencionar el control de la Inteligencia Artificial, control que por ahora está fuera de su alcance. En la lista de relleno están las quejas habituales sobre las sanciones que Estados Unidos aplica a China en temas tecnológicos (que resultan inútiles), sobre las devaluaciones constantes de la moneda china que afectan al comercio norteamericano, sobre la voluntaria ambigüedad de Pekín en el tema de Ucrania (que no es del gusto de Washington), etc.

Entonces, ¿qué queda? Esencialmente dos contenciosos. Uno de naturaleza doméstica, que afecta a los Estados Unidos y que puede influir en el resultado de las próximas elecciones presidenciales norteamericanas. El otro, de carácter internacional, que afecta a China y preocupa al Secretario de Defensa de Estados Unidos.

Los temas relevantes son el Fentanyl y Taiwan. Si le ponemos un signo (&) entre los dos (Fentanyl & Taiwan) parecería un grupo musical de éxito, pero no lo es.

El Fentanyl es un opiáceo de la gran familia de drogas naturales y sintéticas que se comercializan en todo el mundo a través de sofisticadas redes mafiosas. Ya sabemos, por otra parte, que el mercado más atractivo por su dimensión y rentabilidad es Estados Unidos. Tengamos en cuenta que en los últimos veinte años han muerto por sobredosis en ese país un millón de personas y que en la actualidad cada semana mueren unas mil quinientas. Estamos hablando de una epidemia que afecta a la sanidad pública, a la seguridad nacional y a la economía. Es un tema de Estado.

En principio los opiáceos (que derivan de la amapola) pueden agruparse en dos categorías: los que generan medicamentos fabricados legalmente (que son usados por prescripción médica), y los que se fabrican de forma ilegal y se distribuyen a través de las redes mafiosas. En los noventa el uso legal era muy restringido, pero poco a poco se fue extendiendo para enfermedades crónicas. Igualmente se extendió el mercado ilegal.

Dentro de ese último mercado y durante mucho tiempo la heroína fue la droga dominante, pero en la actualidad ha sido sustituida por el Fentanyl, una droga sintética que es cincuenta veces más potente que la heroína.

¿Y qué tiene que ver China en todo esto? Pues que las bases para fabricarlo (en México especialmente, pero también en Colombia) proceden mayoritariamente de China. Y aunque Xi Jinping personalmente se comprometió, en la reunión del G7, en reducir y controlar la producción de estos ingredientes (que tienen otras aplicaciones), resulta muy difícil evitar el tráfico ilegal.  Pero si alguien puede hacerlo es justamente el presidente chino. Y por eso Biden le ha pedido ayuda.

Y cuando llevamos este tema al terreno económico (que al final es el que cuenta), constatamos que según el Comité Económico del Congreso norteamericano el coste anual de la epidemia para Estados Unidos está próximo al billón de dólares (trillones americanos), lo que significa un 7% del Producto Interior Bruto.

Y esto nos lleva al otro contencioso: Taiwan. Taiwan es un país que está en el limbo político, pero que está bien asentado. Nació como refugio de los nacionalistas chinos partidarios de Chiang-Kai Shek (otro generalísimo, amigo personal de Franco), tras la victoria comunista en la guerra civil China. Tiene una superficie de 32.000 kilómetros cuadrados (similar a Catalunya) y una población de veintitrés millones y medio de habitantes, frente a los mil cuatrocientos millones de la República Popular. No es reconocida por la ONU, aunque cuenta y ha contado desde 1949 con el apoyo directo del gobierno norteamericano. Es un país tecnológicamente avanzado, con un PIB per cápita cercano a los 50.000 dólares. A pesar de las tensiones entre las partes, la República Popular es su principal proveedor (21% de las importaciones) y su principal cliente (26% de las exportaciones).

¿Cuál es el problema? Que la República Popular siempre ha considerado que Taiwan es parte de China y que debe ser restituida, como lo fueron Hong-Kong y Macao. Y que esta situación no puede eternizarse, máxime cuando incluso Estados Unidos reconoce el principio internacionalmente aceptado de “una sola China”.

Sin embargo Estados Unidos, principal valedor de Taiwan, se opone frontalmente a esa posible absorción, que aumentaría las capacidades en todos los ámbitos de la República Popular China. Y es que Estados Unidos teme la expansión de China y la vigila de cerca. Según los datos del Pentágono hay 313 bases americanas en Asia Oriental, con especial presencia en Japón y Corea del Sur. Para los estrategas militares americanos el objetivo es cercar  a la República Popular, y la defensa de Taiwan les sirve de coartada. No es que quieran una guerra; aseguran estar ahí para evitarla. Pero, ¿tiene esto algún sentido? ¿Son conscientes de que un pequeño incidente en la zona puede provocar una guerra abierta entre las dos grandes potencias? ¿Tienen suficientemente claro que la superioridad americana podría quedar contrarrestada por la alianza existente en términos militares entre China y Rusia, cuyo alcance se desconoce?

Probablemente Xi Jinping le ha recordado todo ello a Biden. Y suponiendo que éste último lo haya comprendido (que es mucho suponer dada su manifiesta senilidad), veremos si el equipo operativo que dirige Blinken está por la labor y busca fórmulas que lleven a la paz, vía negociación.

Porque además en Taiwan se celebrarán próximamente elecciones generales (13 de enero del 2024), a las que se presentan varios candidatos. Lai Ching-te, actual vicepresidente del gobierno y representante del Partido Progresista Democrático (que cuenta con el respaldo de Estados Unidos) es el candidato que destaca en los sondeos. Pero en la oposición hay dos candidatos que le pueden hacer sombra. Uno es el representante del histórico Kuomitang, con muchos lazos con la República Popular y en especial con el Partido Comunista Chino. El otro es el líder del Partido del Pueblo, una fuerza joven muy crítica con la gestión del actual gobierno, que ha atraído a distintos segmentos de la población taiwanesa. Lo importante es que para ambos, y también para el partido del gobierno, el tema central de la campaña son las relaciones entre Taiwan y “la madre china”. Un candidato a sumar, aparecido a última hora, es el multimillonario Terry Gou, fundador de Foxconn, el mayor fabricante mundial de productos electrónicos para las más reputadas marcas del sector, con unidades de producción en Asia, Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Sólo en la República Popular China la empresa cuenta con doce plantas, con una masa laboral de casi medio millón de personas, entre las que se encuentra Foxconn City.

Este es el panorama actual, cuando las bases de los dos partidos de la oposición están votando la posibilidad de presentarse conjuntamente en una única candidatura. Si el resultado es favorable, no sería extraño que Terry Gou también se apuntara a este ticket, teniendo en cuenta sus grandes intereses económicos en la República Popular. Si saltara la sorpresa y se produjera un vuelco en el gobierno, la posición de Estados Unidos quedaría en franca desventaja.

Xi Jinping lo sabe. No tiene prisa. Sabe además que cuenta con otra arma más poderosa y mortífera, un arma silenciosa imposible de controlar que se llama Fentanyl.

 

 

Alf Duran Corner

 

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