EL GUERRERO DEL ANTIFAZ
Focus: Economía
Fecha: 17/10/2008
En los años de plomo del franquismo, en nuestra primera adolescencia, los chicos coleccionábamos e intercambiábamos cromos, sin prestar mucha atención a los contenidos. Lo importante era el comercio, la transacción, el dos por uno o el diez por uno, si a alguno de nosotros le faltaba la pieza para acabar la colección.
Luego pasamos al afrancesado “palé”, para acabar jugando al “monopoly”, un juego recreativo en el que comprábamos calles y colocábamos nuestras casas y hoteles sobre el tapete, haciendo pagar a los demás su no deseada presencia.
Éramos unos especuladores in Vitro.
La economía del siglo XXI es algo parecido al monopoly. Lo importante no es producir ni comercializar. La clave es intercambiar cromos. La única limitación es que a ninguno se le ocurra pegar el cromo a la libreta correspondiente. Se trata de que circulen, no de que se coleccionen.
Ahora nos dicen que hay que volver a lo básico, a la economía real. Son unos cínicos. Sabemos sobradamente que no tardarán mucho tiempo en tratar de nuevo de robarnos la cartera.
Para crear confusión (no sé si por ignorancia o mala fe) los medios utilizan los indicadores bursátiles como termómetro del estado del enfermo. Si sube la Bolsa vamos bien; si baja, debemos preocuparnos.
Y éste no es el tema. Trataremos de dar algunas pistas:
1º. La Bolsa, todas en general, están sobrevaloradas. Las empresas no valen lo que dicen los mercados. La diferencia entre el Neto Patrimonial (activo menos pasivo exigible) y el valor de capitalización bursátil (número de acciones por su cotización) es enorme. Fuera de límites. La teoría de que esta diferencia es el “fondo de comercio” es una tomadura de pelo para niños de primaria. La Bolsa tiene que continuar bajando hasta alcanzar su umbral de razonabilidad. Y además no pasa nada. Aceite de ricino para los inversores.
2º. La Banca tiene que sanear sus activos y sus accionistas tienen que pagar los errores de sus directivos. Esto se hace mediante ampliaciones de capital, cambiando deuda por acciones o a través de la intervención directa del Estado (esto se llama nacionalización). Luego puede dedicarse a su actividad normal: tomar dinero de los ahorradores y prestárselo a los consumidores o empresas. Eso sí, sometiéndose a los severos controles de la Administración Pública, nacional e internacional.
3º. Las empresas (aquellas que de verdad crean valor y no las que venden humo), han de obtener la financiación habitual para el día a día (cobros y pagos) y también para realizar nuevas inversiones que aseguren su progreso.
Si continuamos mareando la perdiz y no tomamos las decisiones acertadas, acabaremos pidiendo ayuda al fascista Roberto Alcázar y a su amiguito Pedrín.
Me refiero a los cromos, aunque el pensamiento es libre.
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