EL LEVIATHAN
Focus: Sociedad
Fecha: 02/05/2005
A mediados del siglo XVII, el filósofo Thomas Hobbes recuperó un antiguo concepto y desarrolló su teoría política sobre el “contrato social”, sobre la forma de organizar una comunidad de intereses en beneficio de todos.
Hobbes estaba preocupado por la paz y entendía que sólo una autoridad fuerte podía asegurarla. Para contrarrestar el poder centralizado, matizaba las relaciones entre los humanos con su “Golden Rule” : No hagas a otro lo que no harías a ti mismo.
En Hobbes hallamos el concepto del Estado, que es una superestructura creada artificialmente, y que no tiene nada que ver con la nación, que se define por un espacio común, unos valores y una lengua.
El Estado, que te protege y al que te sometes, ha ido creciendo en los últimos tres siglos de forma ininterrumpida, reduciendo el ámbito de lo privado hasta arrinconarlo en el desván.
Bien es cierto que sin la ayuda del Estado, de un Estado de Derecho, no existirían políticas redistributivas de renta, ni pensiones, ni prestaciones sanitarias.
Sin embargo a veces el Estado laico y moderno, presionado por las fuerzas del Antiguo Régimen, interviene agresivamente en territorios que no le competen por pertenecer a la más estricta intimidad personal.
Este es el caso de la Eutanasia, el derecho inalienable sobre la propia vida y sobre su finitud, que sólo un individuo puede decidir. Un “testamento vital” que no se cumple supone la ruptura del contrato social y es una ofensa a la dignidad personal.
Es bello contemplar una muerte dulce y llena de amor, como la que se describe en la película “Las invasiones bárbaras”.
Cuando uno tiene ocasión de conocer los padecimientos de personas en situación terminal o la prolongación mecánica de unos cuerpos inertes, se pregunta dónde esta la supuesta moral del Estado benefactor.
El derecho a la vida no tiene sentido si no va acompañado del derecho a la muerte.
Lo demás es hipocresía.
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