EL MANTRA DE LA "UNIDAD DE ESPAÑA"

Focus: Política
Fecha: 22/02/2016

Cuando ya no se sabe que decir, cuando no se dispone de argumentos para proponer un proyecto que despierte el interés de los ciudadanos, cuando surgen otras opciones políticas construidas desde la racionalidad, cuando ya han acabado su repertorio de tópicos, la casta mesocrática acude presurosa al repetido mantra de la “unidad de España”.

En propiedad deberíamos aclarar que más que un mantra es un eslogan, aunque ellos pretendan enmascararlo bajo el primer código. Lo hacen así –el subconsciente los traiciona –porque creen que de esta forma dan a su mensaje un toque casi sagrado, perenne, eterno, inmaterial, inenarrable. ¡Son unos pobres diablos!

La “unidad de España” es un mantra de pacotilla, apolillado, que en el fondo no le importa a casi nadie.

Un mantra de verdad, de origen tibetano, se asocia a un estado de iluminación, algo que nos ayuda a despejar la confusión de la mente en situaciones de ansiedad. Puede ser una sílaba, una palabra, un texto más o menos largo que se expresa verbalmente o se refugia en el pensamiento. Un mantra tiene un componente mágico, sin que ello suponga demérito de su probada eficiencia.

Un eslogan es un mensaje de naturaleza comercial para “venderte la moto”, en feliz expresión de Ignacio Ramonet. Un eslogan, si resulta acertado, acaba siendo memorizado por el público objetivo al que va dirigido. No tiene otra pretensión que aumentar las ventas.

Pero, ¿quién está interesado en comprar “la unidad de España”?

En el bochornoso espectáculo que ofrecen a diario los políticos de ese espacio geográfico, se utiliza este eslogan como arma arrojadiza. Hay que estar a favor sino quieres que te etiqueten como un apestado.

El señor Rajoy ya afirmó: “No me faltará firmeza para defender la unidad de España”, calificando más adelante de “...enorme irresponsabilidad que Sánchez no incluya en su documento la preservación de la unidad de España”. Aunque el señor Sánchez no le fue a la zaga al declarar: “Queremos reafirmar nuestro compromiso irrenunciable con la unidad y la integridad de España”. El solícito señor Rivera, buscando espacio en la escalera del poder, también ha repetido: “Necesitamos un gobierno que garantice la unidad de España”. La señora Susana Díaz, en su papel de madre superiora del convento socialista, avisó de que era bueno explorar alternativas “pero no a cualquier precio y que no ponga en cuestión la unidad de España”. En paralelo la señora Cospedal sentenciaba: “La unidad de España no puede estar sujeta a negociación”. Y una curiosa fundación de paniaguados expertos en puertas rotatorias (todos ellos exministros del bloque PPPSOE, entre los que destacan los señores Bono, Zaplana, Acebes, Martín Villa, Solchaga, Sevilla, Oreja, etc.) también pidieron al nuevo gobierno “que se garantizara la unidad de España”. Sólo faltaban, para rematar el esperpento, las declaraciones del señor Juan Carlos de Borbón a la cadena de televisión France3, en las que explicó, con especial ternura, sus últimas horas junto al lecho del sangriento dictador Franco y el mensaje final de éste, mientras sujetaba su mano: “Alteza, preservad la unidad de España”.

Hemos pasado de “El pueblo unido jamás será vencido” en los albores de la denominada “Transición” a “La unidad de España” de claros antecedentes franquistas y fascistas, de cuando proclamaban que “España es una unidad de destino en lo universal”.  ¡Menudo carrerón!

Volvamos a insistir: ¿A quién le importa de verdad la unidad de España?

A uno le importa o le deberían importar su salud y la de sus más próximos, su trabajo, la educación de sus hijos, sus proyectos de futuro, sus relaciones afectivas, la calidad medioambiental, las carencias de la comunidad en la que vive, el espacio público, la seguridad, el bienestar general, el esfuerzo cooperativo, el desarrollo cultural, etc. Y todo esto no tiene nada que ver con “la unidad de España”, como tampoco con la de Burundi.

Si alguien le habla de “la unidad de España”, pregúntele si está dispuesto a renunciar a alguna de sus prioridades personales por ese manoseado invento. Verá cómo se autodestruye el tinglado.     

Alf Duran Corner

 

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