EL NEGOCIO DE LA GUERRA

Focus: Economía
Fecha: 08/07/2011

Uno de los grandes contrasentidos de la sociedad actual es que en un entorno de escasez, de limitaciones del gasto social, de carencias en alimentación básica para más de un tercio de la población mundial, de pandemias, de crisis sistémica generalizada, el “negocio de la guerra” siga prosperando y generando enormes beneficios a una minoría.

Merece la pena que nos preguntemos por qué se prolonga la guerra de Libia, sin que se atisbe un final próximo, por qué se eterniza la guerra en Afganistán (ha cumplido diez años) sin que se visualice una voluntad de pacto, por qué se producen todavía escaramuzas sangrientas como resultado de la invasión de Irak por las tropas norteamericanas, por qué en centro África se combina la más absoluta miseria con ejércitos bien pertrechados que se disputan territorios, recursos y poder…

Pues simplemente, porque la guerra es un gran negocio. Porque el sector industrial dedicado a la fabricación de armamento (desde los más sofisticados misiles a los rifles más elementales) no conoce la crisis. Nunca la ha conocido.

Este sector funciona como la obra pública; sus principales clientes son las Administraciones y los gobiernos que las representan. El mecanismo es muy simple: primero se crea un clima prebélico entre la población, se les atemoriza, se les “convence” para que puedan “defenderse”. Luego se presiona a los gobiernos para que en sus presupuestos destinen una buena parte a “defensa”; para ello se cuenta con los “lobbies”, bien relacionados con los poderes ejecutivo y legislativo, así como con los mandos militares. Y si con ello no hay suficiente, se inventa una amenaza y se inicia un conflicto. La razón de esto último es muy simple: si no hay consumo, la producción se para. Hay que utilizar las bombas para poder comprar más. Todo ello bien regado con dólares y cuentas en paraísos fiscales.

Veamos algunas cifras de esta locura armamentista:

• Cada año se gastan en el mundo 1,6 billones de dólares (trillones americanos) en armas.

• Estados Unidos domina el 43% de este mercado, con un gasto cercano a los 700.000 millones de dólares.

• China ocupa la segunda posición (119.000 millones), seguida del Reino Unido, Francia y Rusia (60.000 millones cada uno).

• Es interesante observar que entre los principales importadores de armas se hallan Singapur y Corea del Sur (países con intereses militares norteamericanos).

• Hasta el momento, los costes de las operaciones en Irak y Afganistán han significado para Estados Unidos una cifra de 1,171 billones de dólares (trillones americanos). Dos terceras partes corresponden a Irak, aunque desde el 2010 Afganistán dobla el coste de Irak.

• Buena parte de los soldados americanos que han dejado la milicia (es un trabajo remunerado al que se apuntan las clases de menor renta), sufren stress por desorden post-traumático. Los costes sociales de su tratamiento durante dos años están próximos a los 5.000 millones de dólares, según estimaciones de la Rand Corporation.

• La guerra de Libia (sin bajar al territorio) cuesta cada día al contribuyente norteamericano 100 millones de dólares.

• Un misil Tomahawk cuesta 1,4 millones de dólares.

• Respecto a su PIB, los países que más gastan en defensa son Eritrea, Arabia Saudita, Israel y Omán.

No creo que pase mucho tiempo antes de que los “creativos financieros” que inventaron los activos sintéticos, los derivados, los productos estructurados y toda esa sofisticada combinación de modelos matemáticos y argucias de trilero, propongan nuevos proyectos de inversión ligados a la guerra.

Quedará bien alardear de una cartera equilibrada con productos de consumo, bancos, bienes de equipo y “activos de guerra”.

No tenemos remedio.

Alf Duran Corner

 

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