EL OCASO DE LAS "BUSINESS SCHOOLS"

Focus: Empresa
Fecha: 09/03/2012

Las “escuelas de negocios” nacieron a finales del siglo XIX y se consolidaron en el primer tercio del XX. Había algunos antecedentes de “escuelas de comercio”, vinculadas a países europeos de tradición fenicia, pero primero Wharton y después Harvard pusieron las bases de lo que sería una formación especializada en la dirección y administración de empresas.

Al principio, el dominio fue norteamericano. Luego se fueron extendiendo por todos los países desarrollados. En el Estado Español las primeras escuelas surgieron en Barcelona a finales de los cincuenta, único lugar donde se daban las condiciones objetivas para este tipo de proyecto. La burguesía catalana buscó el apoyo institucional y pedagógico de dos corrientes de la Iglesia católica, en aquella época muy distanciadas: la Compañía de Jesús y el Opus Dei. Así nacieron Esade e Iese, y en paralelo Eada y EAE.

Los primeros programas, como había ocurrido en Estados Unidos, eran muy precarios. De hecho, no se sabía bien que tipo de asignaturas debían impartirse para que la formación en Management fuera la más conveniente. De ahí surgió la orientación hacia el “método del caso”, que permitía que personas con experiencia en fuego real en el campo de la empresa, describieran sus casos particulares. Luego se puso método y, poco a poco, se llegó a crear un cuerpo de doctrina bastante común que llevaba a titulaciones de grado, posgrado y, bastante más tarde, a programas de perfeccionamiento para directivos.

Las “escuelas” fueron creciendo y compitiendo, se elaboraron rankings, se concedieron distinciones, se tejieron extensas redes de antiguos alumnos que acabaron siendo grupos de presión. Corporativamente se vendió a la opinión pública la idea de que sin el sello de una escuela de negocios tu carrera profesional estaba bloqueada. Ello provocó una inflación de escuelas, muchas de las cuales eran simples academias que habían cambiado el membrete. Pero apagadas las luces de la gran fiesta de los “masters” y de los “executive programs”, se pudo comprobar que había mucha retórica y no poca cosmética.

Las “escuelas de negocios” – como cualquier centro universitario que se precie – enseñan como mucho a pensar y estructurar. Proporcionan un lenguaje y unos conocimientos instrumentales. Amplían la cultura general, enseñan también a intermediar y ofrecen una plataforma de relaciones presentes y futuras. Pero no garantizan el éxito personal y profesional de sus egresados. Muchos de sus profesores son teóricos del Management, que tras un largo curriculum universitario han obtenido el doctorado, leen muchos libros, dirigen investigaciones y publican artículos en revistas especializadas, con la frecuencia que el centro les exige. También hacen “consultoría”, que es una forma cómoda de completar sus ingresos. Todo muy académico, todo muy “light”.

El problema es que el Management no es una teoría sino una praxis diaria, praxis que exige fundamentos teóricos que van puliéndose con el tiempo al enfrentarse a la dura realidad. El Management es “hard”. Se aprende a medida que se actúa.

Las “escuelas de negocios” necesitan una cura de humildad y han de reinventarse. También a ellas les ha llegado el fin del ciclo. Sólo falta que la sociedad tome conciencia de ello y supere el papanatismo dominante.

Alf Duran Corner

 

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