EL PERIODISMO COMO ESPECTÁCULO

Focus: Sociedad
Fecha: 30/05/2014

Como no podía ser de otra manera, el periodismo que se practica en el Estado Español es de muy baja calidad. Y lo es porque el espacio político, económico y social así lo determina y así lo premia. Los medios de comunicación se han masificado y el periodista-comunicador-opinador es parte de esa masa amorfa que lo realimenta.

Sé que hay excepciones – como en cualquier universo analizado – pero esas excepciones son una minoría, ese pequeño grupo que los estadísticos sitúan en el extremo de la campana de Gauss (apenas un cinco por ciento de los interesados).

Se puede argumentar que este fenómeno se da en otros ámbitos (como bien explica el principio de Pareto), aunque debemos reconocer que los efectos colaterales del mal hacer de notarios y barrenderos (por poner dos ejemplos) son muy menores.

Y dentro del colectivo de periodistas son muy pocos los que mantienen su independencia, y unos por vocación (los “pone” el servilismo) y otros por presión (hay que pagar la hipoteca), acostumbran a ser la voz de su amo. El amo en ocasiones es privado y en otras público, pero en ambos casos ejerce como tal.

Y dentro de esta fauna poco aconsejable, destacan los tertulianos, que en la radio y en la televisión nos ofrecen la peor versión de sus limitadas capacidades expresivas. En las tertulias se visten de opinadores sobre lo humano y lo divino. Resulta evidente que en la mayoría de las ocasiones no tienen la formación suficiente para construir un argumentario mínimamente sólido, por lo que tienden a sustituir los razonamientos por toda clase de improperios, gestos grandilocuentes, frases huecas, soflamas propagandísticas, etc.

Otra de las joyas de estos espectáculos mediáticos se centra en el papel de los “conductores”, que o navegan entre el griterío sin saber qué hacer o se comportan como bufones de baja condición.

Si entramos en la composición de las tertulias, vemos que hay algunas “estrellas” que aparecen en casi todas, para repetir su monocorde discurso. Se diría que viven permanentemente en las emisoras de radio o en los platós de televisión, por lo que apenas tienen tiempo de informarse sobre lo que pasa. Este hecho no preocupa a los conductores, que, eso sí, cuidan expresamente de equilibrar las ideologías representadas (tanto a la derecha, tanto a la izquierda), porque interpretan que así son más objetivos y plurales. Como en Catalunya la derecha cavernaria (PP, Ciudadanos, etc.) tiene escaso protagonismo, el elenco de contertulios reaccionarios se repite hasta la saciedad.

Llama también la atención que frente al discurso oficial de las tertulias de la capital del Estado (hay que “disparar” sobre los catalanes”, aunque se hable de fútbol o del cultivo de hortalizas), las tertulias en los medios catalanes dan juego a los nacionalistas españoles, lo que obliga a los soberanistas a defenderse como pueden. Un espectáculo denigrante.

No me gustan las tertulias mediáticas. Años atrás las tertulias eran privadas y respetuosas (como la de Quim Borralleras en el Ateneu en los treinta del siglo pasado o las de mi padre Durán Vila en el Tívoli de la posguerra) y destilaban ironía, sentido del humor y conocimiento. Ahora son corralas donde domina el griterío y el olor a ajo.

Alf Duran Corner

 

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