EL TECHO FISCAL NORTEAMERICANO
Focus: Política
Fecha: 25/01/2013
Parece que las aguas se han calmado y los medios de información (mejor llamarlos de desinformación) han encontrado otros temas a los que prestar atención preferente. Y eso que estaban encantados con el término “precipicio fiscal”, término que en mal momento se le ocurrió acuñar a Ben Bernanke, el todopoderoso presidente de la Reserva Federal.
El “precipicio” suponía la puesta en marcha automática de una serie de medidas económicas por parte del gobierno federal, que determinaban una reducción drástica de los gastos y un incremento notable de los ingresos. En principio, el mecanismo era correcto, aunque quizás sus pretensiones eran exageradas, pues era previsible que en el corto plazo se produjera un estrangulamiento de la economía que llevara a la recesión y más tarde a la depresión.
No se ha caído por el “precipicio”, pero en marzo hay que discutir (Congreso y Presidente), que “techo fiscal” se acuerda, y el techo fiscal no es más que el volumen máximo de Deuda que el poder legislativo (Cámara y Senado) autorizan al poder ejecutivo (Gobierno de la nación). En la actualidad la Deuda Pública de Estados Unidos es igual a su PIB (100% del PIB), y éste alcanza los 16 billones de dólares (trillones americanos). Y lo que es peor, esta Deuda procede de un Déficit Público cronificado, pues año tras años, con algún paréntesis de la era Clinton, el gobierno norteamericano ha gastado más que ha ingresado.
Lo paradójico es que cuando emiten papel (Treasury Bills), los inversores nacionales e internacionales continúan acaparándolo, a pesar de que su remuneración es muy baja. Éste es un buen indicador de la escasa confianza en los fundamentos y/o en la liquidez de otras monedas.
Los cambios impositivos del 31 de diciembre supondrán una cierta mejora, aunque no suficiente, pues la fiscalidad americana es muy suave si la comparamos con la europea. En marzo se tendrá que actuar sobre el gasto y en especial sobre las grandes partidas (gastos sociales de Medicare y Medicaid, desempleo, pensiones federales y gastos de Defensa). Sólo la “guerra al terror” ha costado al contribuyente americano una media anual de 800.000 millones de dólares desde el 2007.
Y este contencioso de la Deuda va mucho más allá de las diferencias políticas entre republicanos y demócratas. Los “Padres Fundadores” pensaron que era necesario crear un gobierno fuerte para gobernar una nación tan poblada y extensa, pero su pensamiento federalista chocó con el de los Estados, que interpretaban que el crecimiento del gobierno federal reproducía el modelo del “antiguo régimen” europeo, que iba en contra de sus intereses, y que acabaría gastando más de lo razonable. Y los Estados acertaron.
Cuando aparecieron los primeros indicadores de la gran crisis sistémica (cuarto trimestre del 2007) y el gobierno federal alentó un proceso para salvaguardar su sistema financiero, se puso de manifiesto el choque entre “Main Street” (el hombre de la calle, el contribuyente) y “Wall Street” (el poder financiero y el gobierno federal). Ganó este último.
No se pueden hacer lecturas superficiales de un tema tan importante, pues si la máquina económica norteamericana se parase, el mundo quedaría bloqueado. Yo estoy convencido de que encontrarán una salida razonable, aunque antes probarán todas las alternativas posibles.
Mejor que sea así.
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