Focus: Economía
Fecha: 02/03/2017
No es que esto sea una novedad. Casi podría decirse que es el comportamiento habitual en muchos ámbitos. En el campo económico-financiero, que es el nuestro, se repite con machacona insistencia. Ahora es el turno del presidente Donald Trump.
No debemos olvidar que una de las causas más directas de la crisis mundial que se inició en el 2007 – y en la que seguimos bien instalados – fue la derogación de la Glass-Steagall Act, una ley que separaba claramente los bancos de inversión de los bancos de depósitos e impedía que se utilizaran los ahorros de los ciudadanos en operaciones de riesgo. Era una ley antigua (1933), que trataba de evitar una nueva gran depresión, como la que estalló a finales de los veinte del pasado siglo.
El tan “admirado” presidente Clinton le puso la puntilla a la ley y para ello se valió de un grupo de altos ejecutivos de la banca, entre los que destacaba Bob Rubin, con una larga trayectoria en la cúpula de Goldman Sachs, hasta llegar a la Secretaría del Tesoro. Hecho el trabajo, volvió al sector financiero como presidente de Citibank.
¡ El zorro en el gallinero !
Cuando a finales del 2007 se produjeron indicios de la nueva crisis en Estados Unidos, el presidente Bush contaba como Secretario del Tesoro a Henry Paulson, con un pedigrí similar a sus colegas. Paulson era también un hombre de Goldman Sachs (24 años en el banco), donde, al final de su carrera, alcanzó la presidencia ejecutiva. Paulson dirigió la operación “gran rescate”, que sirvió para que el contribuyente norteamericano pagara las veleidades del sector financiero. Algún día los historiadores nos contarán los entresijos que llevaron a la liquidación de Lehman Brothers (un caso de excepción), por el que Henry Paulson no apostó.
¡ El zorro en el gallinero !
En el 2010, siendo presidente Barack Obama, se llevó adelante la reforma Dodd-Frank, compleja regulación que trataba de reducir el impacto producido por la liquidación de los controles de la Glass-Steagall. Esta reforma ha pasado por numerosas revisiones, teniendo en cuenta los equilibrios de poder en el Congreso. No podemos considerar que en la actualidad se aplique como sus promotores pretendían.
Y ahora tenemos una nueva administración recién estrenada y el siempre locuaz presidente Trump ya ha avisado sobre sus intenciones. Tras una reciente entrevista con Jamie Dimon, presidente ejecutivo de J.P. Morgan, declaró: “Tengo muchos amigos, que tienen buenos negocios y que no pueden obtener créditos a causa de las limitaciones y regulaciones de la Dodd-Frank”. Para rematar después: “Nadie mejor que Jamie para contarme que ocurre con la Dodd-Frank “.
Y manos a la obra, ha nombrado como a su asesor principal en temas económicos (que operará de forma independiente respecto al Secretario el Tesoro) a Gary Cohn, hasta hace poco Chief Operating Officer (el segundo en el mando) de Goldman Sachs.
El círculo se cierra. Primero se levanta la veda para caza mayor. Luego, cuando los hechos confirman la dimensión del desastre, se pone a un cazador para que lo arregle. Al cabo de un tiempo, empieza el nuevo ciclo. Y así sucesivamente. No pasa nada, porque el impacto económico de todo ello va a cargo del contribuyente y queda escondido en la Deuda Pública, que para la mayoría de los ciudadanos es un vago concepto que creen que no les afecta.
Al lado de todo esto, lo del Estado Español y la crisis bancaria, con actores secundarios como lo señores Rato, Caruana, Restoy, Blesa, Fernández Ordóñez, Segura, etc. es un sainete que hubiera firmado Carlos Arniches o una película casposa de las de Alfredo Landa. Claro que también ha costado dinero, mucho dinero, pero tampoco pasa nada.
Esto ocurre por poner zorros al cuidado del gallinero.