ELECCIONES EN CATALUNYA
Focus: Política
Fecha: 16/11/2010
Explican con acierto los
positivistas lógicos que para comprender la realidad resulta fundamental identificar los ejes que la vertebran. En el caso de las próximas elecciones al Parlament de Catalunya, esos ejes son manifiestamente explícitos. El primero es el eje tradicional
derecha-izquierda. El segundo se expresa en la polaridad
nacionalismo español-nacionalismo catalán.
Por muchos matrimonios de conveniencia que puedan darse (como en el caso de un gobierno
“nacionalista español” en Euzkadi), la derecha y la izquierda mantienen sus distancias, en especial en políticas sociales y fiscales. En el caso de España, además, la derecha lleva todavía marcada en su código de clase la persistente huella de su nacional-catolicismo, lo que la sitúa en un plano distinto al de las derechas europeas, más centradas y civilizadas.
Si cruzamos los dos ejes citados, crearemos un
mapa de posicionamiento que presenta cuatro espacios. En el primer espacio situaremos a aquellas opciones que se enmarcan en el territorio
nacionalismo español-derecha; en el siguiente ubicaremos las opciones que respondan a
nacionalismo español-izquierda. Los dos espacios siguientes pivotan sobre el
nacionalismo catalán, uno de
derechas y otro de
izquierdas.
En el Estado domina el
nacionalismo español, pero en Catalunya sólo ha podido gobernar (en las dos últimas legislaturas) porque ha contado con el apoyo de opciones
nacionalistas catalanas. El experimento que justificó el apoyo de
ERC al
PSC-PSOE (tratar de despertar el “alma” catalanista del
PSC) ha resultado un fracaso. El socialismo es hoy en Catalunya más españolista que nunca.
En cualquier caso, el fin del gobierno tripartito ha servido para aclarar posiciones. Los espacios están mejor definidos. Sólo hace falta votar, que es la única contribución del ciudadano a ese espectáculo – pobre, pero sin alternativa – que llamamos democracia.
Siguiendo el orden arriba descrito, el
nacionalismo español de derechas está copado por el
PP, un partido que ha basado desde siempre su estrategia electoral en tratar de “españolizar” Catalunya y mantener dispuesta la bota que Felipe V puso sobre los derechos y libertades de los catalanes. Votar al
PP en Catalunya es votar a la más reaccionaria de las opciones en liza. El votante del
PP lo sabe, pero se siente cómodo con esta carga ideológica. En el mismo espacio electoral hay otros partidos y grupos, como
Ciudadanos, que es un colectivo de funcionarios centralistas que desean creer (contra cualquier evidencia) que el castellano está discriminado y en peligro de extinción. Arañan votos al
PP (su partido nodriza), pero son irrelevantes.
El
nacionalismo español de izquierdas es propiedad del
PSOE, que ha ido purgando los brotes catalanistas del
PSC. El
PSOE desarrolla una política social de izquierda posibilista, pero es incapaz de asumir la pluralidad de España como nación de naciones. Este hecho y el mantenimiento del “expolio fiscal” sobre Catalunya y los catalanes (que las trampas del lenguaje definen como “solidaridad”), es el más evidente signo distintivo de su talante. La falta de conciencia de esta situación hace que muchos votantes catalanes todavía confíen en el
PSOE. Si supieran que cada día el Estado drena de sus bolsillos 60 millones de euros, quizás cambiarían de opinión.
El
nacionalismo catalán de derechas es convergente (aunque se presente con el sello
Convergència & Unió). Los convergentes han dominado este espacio desde el inicio de la transición.
Unió les sirvió de engarce con Europa en su primera época, pues
Convergència era un partido de nuevo cuño, y
Unió tenía pedigrí. Luego la inercia ha mantenido la coalición, pero en la práctica son siempre convergentes los que lideran el proyecto. A
Unió le asignan Madrid para que distraiga al personal.
Sin embargo, en los últimos tiempos, a los convergentes los han superado, en el vector nacionalista catalán de derechas, otras agrupaciones electorales (en especial
Solidaritat Catalana i Reagrupament), que declaran abiertamente estar a favor de la independencia de Catalunya. Ello ha provocado que
Artur Mas se haya decantado, aunque de forma algo velada, por el “derecho a decidir”, que es una forma ambigua de avizorar a medio plazo la posibilidad de una Catalunya independiente. Es muy probable que este espacio sea mayoritario en las próximas elecciones. Lo que resulta impredecible es el reparto de escaños, en el bien entendido de que la fuerza mayoritaria será
C & U. y que los “outsiders” tienen muchas dificultades, al ser ignorados voluntariamente por los medios.
El
nacionalismo catalán de izquierdas está en sus horas bajas.
Esquerra Republicana ha perdido su corriente liberal e independentista (representada por
Reagrupament), y a muchos militantes y simpatizantes que no le han perdonado su apoyo al
PSC-PSOE. Han tardado mucho en definirse y sus proclamas independentistas no convencen. Los votarán sus fieles, aunque bajarán cuota. Convergència, en esta ocasión, no los necesitará.
Por último,
Iniciativa per Catalunya sufrirá menos que
ERC y mantendrá el apoyo de los psuqueros marginales y de otros colectivos en las orillas del movimiento antisistema. Será la lucecita del ecologismo en una sociedad desquiciada.
Mi impresión personal es que en estas elecciones el eje dominante será “
españolismo versus catalanismo” y que este último foco será claramente ganador.
Será una forma elegante, muy catalana, de decir una vez más: “
Adéu Espanya”.
« volver