ESCENARIOS

Focus: Política
Fecha: 21/09/2012

A mediados de los setenta del siglo pasado (hace ya mucho tiempo, demasiado tiempo) era director de planificación estratégica de un grupo químico con vocación global. Me interesaba actualizar mis conocimientos en ese campo y fue por eso que junto a mi responsable operativo Adrián Fisas, buen compañero de facultad en la UB, pasé tres semanas en Estados Unidos y asistí al Congreso Mundial de Planificación que se celebró en Cleveland. Recuerdo bien que aprovechamos un fin de semana para pasar un par de días en Montreal, ciudad en la que se celebraban entonces las olimpiadas.

En Cleveland se mascaba una atmósfera WASP (White Anglosaxon & Protestant) y los europeos éramos minoría. Del Estado Español nosotros dos éramos los únicos representantes. En Cleveland, a pesar de que ya se había sufrido el primer “shock oil” (noviembre de 1973), se continuaba trabajando con modelos a largo plazo (de cinco a quince años) y la técnica dominante era la extrapolación (aquella que dice que “el futuro no es más que la proyección del pasado”).

En 1980 repetí congreso en Londres (donde compartí experiencias con el entonces desconocido Eduard Punset, que trabajaba como directivo en el Banco Hispano Americano). De nuevo dos ibéricos (dos catalanes) en un ambiente internacional. Lo más relevante del congreso fue la ruptura epistemológica con el pasado (estábamos a punto de padecer el segundo “shock oil” – 1981 -). El horizonte de los planificadores del futuro se había acortado y, como bien dijo Sir Harvey-Jones (en aquella época gran patrón de ICI) el largo plazo no iba más allá de tres años. Y esa ruptura arrinconó los modelos que se habían utilizado hasta entonces: el futuro era impredecible y debíamos imaginarlo. Se consolidó la técnica de construir “escenarios”, es decir, de visualizar distintas opciones de futuro. Desde entonces, siempre he trabajado así.

La actual situación en las relaciones políticas entre Catalunya y España exige distanciamiento, rigor y escepticismo metodológico (al estilo de Peter Sloterdijk). Es por ello que podemos entrar en el juego de los “escenarios” y visualizar alternativas:

(1). Catalunya y España se separan civilizadamente, como lo hicieron Chequia y Eslovaquia en 1993(la revolución de terciopelo). Hipótesis imposible. Hemos dicho “civilizadamente”. Demasiada violencia soterrada. Difícil de reconducir. Nos tomaría mucho tiempo en el diván. Ni Freud se comprometería.

(2). Catalunya y España se divorcian amigablemente, de mutuo acuerdo. Como Catalunya, en términos relativos, es más rica que España, Catalunya paga los gastos de la separación durante cinco años. Es fácil. Si nuestro déficit fiscal es del 16,4% de nuestro PIB, cada año reducimos la cuota de solidaridad en tres puntos, y al final pagamos un residual del 1,4% del PIB. Es un “leasing” a cinco años. En el balance, expertos internacionales valoran activos y pasivos y asignan cargas.

(3). Esta alternativa, que podríamos describir como “la prueba del algodón”, es muy sencilla. Ya que resulta que algunos políticos españoles consideran que Catalunya es la gran beneficiada del “sistema de financiación” imperante, sometamos el sistema a prueba. Utilicemos el año 2013 como año de ejercicio. Que cada comunidad recaude y gestione sus impuestos, así como sus gastos e inversiones, sin transferencias de rentas de un lado para otro. Es decir, que cada palo aguante su vela. Luego se verá el resultado. Empirismo puro y duro.

(4). La última opción es continuar como ahora, con pequeñas mejoras del sistema. Riesgo: se podría romper la baraja. El pueblo catalán está harto de actuar como el granero de España. En la estrategia de crecimiento del Boston Consulting Group, Catalunya es la “vaca lechera” y sus ubres están exhaustas. No sólo esto, sus transferencias de rentas no han servido para potenciar ninguna “estrella”. Se ha invertido en lo superfluo. La velocidad de respuesta y el coraje del presidente Artur Mas ha dejado sorprendida a la concurrencia. El “no sabe, no contesta” del gobierno central me recuerda un chiste de Cummings en el Manchester Guardian, cuando el general De Gaulle, como presidente de Francia, reconoció diplomáticamente a la China de Mao. En el dibujo se veía a De Gaulle tocando con ambas manos a un Mao enorme y desnudo, mientras decía: “Pues sí, existe”. Lo peor que puede hacer un político es negar la obviedad. Es un insulto a la inteligencia. Seguir este camino es suicidarse.

Un consejo a los políticos profesionales desde el ámbito privado. Trabajen con “escenarios”. Algunas multinacionales norteamericanas ya han empezado a hacerlo desde el 12 de septiembre pasado. Sus planes de contingencia incorporan la hipótesis de que España y Catalunya son dos entes independientes.

Hagan caso: “Nothing happens in your life unless you make it happen”.

Alf Duran Corner

 

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