ESTRATEGIA DE CONFUSIÓN

Focus: Política
Fecha: 04/02/2016

Nos referimos a aquel tipo de actividad planificada que lleva a término una organización o un individuo, con el propósito de generar un clima de desconcierto. No hay que confundirlo con la confusión producida espontáneamente como respuesta a una situación imprevisible.

En el contencioso Catalunya Estado Español, todo el aparato del Estado y su red asociada (patronales, medios de comunicación, oligopolios, etc. ) tratan de confundir al personal poniendo énfasis en algunos códigos que el común de la gente no conoce en propiedad. Por ejemplo: secesión, derecho a decidir, derecho de autodeterminación. Es por ello que es preciso aclarar conceptos.

Decir que Catalunya ha iniciado un proceso de secesión no es correcto. Secesionarse es retirarse voluntariamente de una unión o una organización de la que formas parte. En términos de derecho, la secesión exige la previa existencia de un Estado Federal o Confederal. El Estado Español, organizado como “comunidades autónomas” es un invento “made in Spain” que no responde a los patrones internacionales. Las regiones españolas son un simple desarrollo administrativo impuesto por un Estado de cultura absolutista y centralizadora. Catalunya no puede secesionarse.

El derecho a decidir es un término generalista que se puede aplicar a cualquier ámbito, tanto en el plano individual como colectivo. Por eso las mujeres tienen el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Se puede trasladar al plano político, aunque no hace otra cosa que solemnizar una obviedad.

El derecho a la autodeterminación es un derecho natural de los pueblos, no porque lo digan las Naciones Unidas (que también lo dicen) sino porque negarlo sería negar los principios básicos de la libertad. Y para aquellos que se afanan en escudarse en los procedimientos, cabe recordar que en 1966 y en el Pacto Internacional de los Derechos Civiles, se proclamaba el derecho de todos los pueblos a la autodeterminación, y la obligación de los Estados a respetarlo.

Es por ello que el govern de la Generalitat de Catalunya, surgido de un Parlament con mayoría independentista, quiere organizar un referéndum para que los ciudadanos, en voto libre y democrático, digan si están a favor de la creación de un Estado independiente o prefieren seguir como comunidad autónoma del Estado Español. Todo muy simple, sin estridencias, sin expresiones grandilocuentes.

Frente a esto, la última andanada, dentro de las maniobras que tienden a confundir, es la propuesta de Podemos de crear un “ministerio de la plurinacionalidad” (de nuevo el “café para todos”), cuando sólo Catalunya y sus representantes tienen la voluntad política de independizarse. El resto de comunidades (incluso las del régimen foral) se sienten cómodas con el modelo actual, aunque las razones puedan diferir. Decir, como hace “El País”, que la independencia de Catalunya provocaría un efecto de emulación en otros territorios, es tener un desconocimiento notable del tejido sociológico del Estado.

Limitémonos a desenredar la madeja del lenguaje, aunque sepamos que ellos seguirán mareando la perdiz. No perdamos más tiempo en convencerlos; no están interesados en prestarnos atención.

Mi estimado William Hazlitt ya avisó:

“La fuerza intelectual no es como la fuerza física. No tiene la menor influencia sobre el intelecto de los otros, si éstos no entran en “simpatía” contigo. En efecto, saber mucho más sobre un tema no te confiere superioridad, esto es poder sobre los otros, sino que te hace todavía que te resulte más imposible causarles la menor impresión“.

Anclados en el pasado, bloqueados mentalmente, víctimas de un imaginario inventado, seguirán con su discurso habitual.

Como bien dice el saber popular italiano: “La madre de los estúpidos siempre está preñada”.

 

 

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