FIN DE FIESTA
Focus: Economía
Fecha: 28/08/2012
Las olimpiadas han supuesto un paréntesis, una contención en el marco de ese alocado mundo en el que estamos insertos desde agosto del 2007, cuando las primeras señales nos avisaron de la vulnerabilidad del sistema. Ya se han repartido las medallas, se han aireado los himnos y se han apagado las luces. Unas rayitas de coca para una “felicidad” empaquetada. ¿Y ahora, qué?
Nada ha cambiado respecto a nuestra última nota del 27.07.2012. Los indicadores macro del primer semestre a nivel mundial han confirmado la tendencia recesiva. En la Eurozona sigue el ritmo cansino de los que tienen la responsabilidad de tomar decisiones, a pesar de que el diagnóstico es suficientemente claro. Como siempre, lo que cuesta es pasar a la acción. Coincido con Henri Sterdyniak en que hay tres opciones - ¿por qué será que siempre hay tres? – y que cada una de ellas conduce a un escenario distinto. Yo les añado una probabilidad de ocurrencia, para así poder ajustar con mayor precisión lo que se avecina.
La primera opción (definámosla como la opción “oficial”) es cumplir con la partitura de la Comisión Europea: seguir con los ajustes presupuestarios para reducir los déficits públicos y tranquilizar a los “mercados”. Es decir, continuar cediendo el papel rector a los grandes inversores privados. Es una forma de liquidar los últimos vestigios que nos quedan del modelo democrático. Técnicamente hundirá más las economías, en especial las periféricas. Menor gasto público, menos inversiones, más paro, menos ingresos impositivos, mayor coste de la deuda. Fracasarán las devaluaciones internas basadas en la reducción de salarios y precios. El Banco Central Europeo hará tímidas actuaciones, que resultarán ineficaces. Seguirá el juego especulativo, que producirá grandes rendimientos a sus actores. En definitiva, más de lo mismo (“standby position”). Probabilidad: 40%.
La segunda opción (la opción de “ruptura”) supone que varios países abandonen el euro. Sus nuevas divisas se devaluarían entre un 25 y un 50% respecto al euro, lo que implicaría una mejora de competitividad para sus productos y servicios, pero un notable encarecimiento de sus importaciones. Se produciría una reducción drástica, a corto plazo, de los patrimonios personales y corporativos en los países afectados (por ejemplo, sus ahorros en cuenta corriente, libretas, planes de pensiones, etc. pasarían a valer la mitad de lo que valen ahora). Podrían reestructurar su deuda en moneda nacional, lo que tendría un fuerte impacto entre los acreedores (se estima una pérdida en los balances de los bancos “Too Big To Fail” del orden de los 200.000 millones de euros). Supondría el fracaso de Europa como proyecto político. Se seguiría especulando contra el euro, ahora con mayor razón. En el fondo, este escenario es el menos previsible, pues no existen antecedentes que sirvan como referencia. Probabilidad: 30%.
La tercera opción sería la más razonable, pero no sé si los políticos tendrán la voluntad y capacidad para desarrollarla. La principal prioridad es parar de raíz la acción especulativa de los “mercados”; para ello hay que recomponer los diferenciales de la “prima de riesgo” de cada país de la Eurozona y fijar techos al coste de su deuda, de forma tal que el Banco Central Europeo o los fondos de él derivados actúen en plan “bazooka” en el mercado primario y enfríen las expectativas de los especuladores. Es obvio que los países deben financiarse a costes que dejen de castigarlos. También se puede mutualizar parte de la deuda, la que supere, por ejemplo, el 60% del PIB de cada país miembro. Evidentemente los Estados afectados tendrán que cumplir las condiciones que fije el BCE, condiciones que tendrán su impacto macroeconómico. En cuanto al sector bancario (siempre protegido) habrá de asumir sus errores: accionistas, bonistas y otros acreedores tendrán que aceptar pérdidas, como ocurre en cualquier empresa en una economía de mercado. Lo quebrado, quebrado está. Se tendría que potenciar una banca pública independiente para proteger a la población de las manipulaciones de la banca privada. Los países del núcleo duro (Alemania, Holanda, Austria, etc.) deberían promover políticas expansionistas que aumenten el consumo y la inversión interna, y así compensen las políticas restrictivas de los periféricos, todo ello con el propósito de reducir los desequilibrios en sus cuentas. Habrá que igualar la fiscalidad por decreto, así como poner en marcha, de una vez, una agencia europea de calificación, que rompa el oligopolio actual y acabe con las componendas entre agencias, bancos y mercados. Quizás son demasiadas cosas para una estructura funcionarial poco eficiente. Probabilidad: 30%.
Hace ya veinte meses (24.12.2010) publiqué un artículo con el título “El año que viviremos peligrosamente” (se puede consultar en el “Fondo documental”). Lógicamente me refería al 2011. Puedo constatar, a mi pesar, que nos hemos hecho adictos al peligro. Y esto no es bueno si queremos preservar la ya deteriorada salud mental de los ciudadanos de este mundo.
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