HIPÓTESIS ELECTORALES
Focus: Política
Fecha: 08/02/2021
No me gusta hacer predicciones. Mi formación estadística me lleva a cuestionar los sondeos electorales, con errores groseros en términos metodológicos que solo tratan de orientar el voto en un sentido o en otro, según quien pague la factura. Deberían estar prohibidos.
Dicho esto y a título de reflexión, apunto algunas consideraciones:
- Tienen derecho al voto 5.300.000 personas aproximadamente.
- En el 2017, elecciones marcadas por el golpe de Estado del gobierno central con la destitución del gobierno legítimo de la Generalitat, el voto a favor de la independencia de Catalunya sumó 2,1 millones. El voto españolista (los que quieren castellanizar Catalunya: PSOE y Ciudadanos) sumó 1,7 millones.
- En un teórico frente patriótico español (incluyendo el PP: 185.000 votos), quedarían todavía por debajo del voto independentista. Algunos añaden a este frente los votos de En Comú-Podem (326.000) y entonces ya quedaríamos cercados por los ocupantes españolistas y nos veríamos obligados a crear unidades de resistencia, aunque la hipótesis “En Comú-Podem” es de baja probabilidad, mal que les pese a algunos de sus líderes más españolistas.
- El voto independentista es un voto proactivo (tiene un propósito claro: la independencia), aunque difiera en el tempo y en el procedimiento.
- El voto españolista es un voto reactivo. Es un voto contra, no un voto a favor. Por eso es volátil y puede votar ayer a Ciudadanos y hoy al PSOE. Para ellos es lo mismo.
- Lo anterior significa un plus de voluntariedad del primer grupo sobre el segundo, que puede tener su expresión en las urnas.
- Esto enlaza con el nivel de abstención. En el 2017, con la llamada a la movilización de las fuerzas del Régimen, la abstención fue anormalmente baja (21%), confirmando la anterior llamada del 2015, con una abstención de solo el 22,5%. Estos datos rompieron la tendencia secular de la abstención en las elecciones autonómicas catalanas: 32,3% en el 2012; 41,3% en el 2010.
- La abstención histórica se construía sobre el razonamiento de que muchos de los españoles que vivían y viven en Catalunya consideraban que las autonómicas eran “para los catalanes” y sus resultados no les afectaban. Probablemente tenían razón, pues hasta el 2010 la Generalitat era una gestoría bien llevada y nada más. Estaba bajo control.
- La ruptura se produjo en el 2010 con la sentencia del Tribunal Constitucional, a partir de la cual muchos catalanes tomaron conciencia de algo que era evidente: la explotación económica, lingüística y cultural de una minoría histórica, en un Estado que llevaba tres siglos pisoteándolos.
- También se dieron cuenta de que el frente de matriz castellana no tenía nada que ver con el supuesto credo ideológico. Y que la bota que les oprimía la calzaba tanto el PP como el PSOE, o sus marcas blancas como Ciudadanos y buena parte de Podemos.
- Esos catalanes empezaron a comprender el perverso juego de los partidos dinásticos, que vendían sus packs programáticos como la “derecha conservadora” y la “izquierda progresista”, cuando ambos compartían los mismos principios bajo el mantra de “España, una, grande y libre”. Detrás de este ridículo y apolillado eslogan no hay nada, nada en absoluto.
- Una variable muy importante a tener en cuenta en unas elecciones es el número de jubilados (un millón y medio aproximadamente), con derecho a voto. Grosso modo podemos estimar que la mitad son españoles de cultura castellana y la otra catalanes. Los primeros ven principalmente Telecinco, Antena3, la Trece y similares. Los segundos ven mayoritariamente TV3 (aunque a veces y últimamente tengan que taparse la nariz). Los medios son creadores de opinión.
- Con la pandemia ese colectivo es en teoría un colectivo de riesgo. Ir a votar –que objetivamente es una barbaridad impuesta por el Régimen– es enfrentarte a un problema (el contagio). Aquí funcionará el concepto coste-beneficio. Y en principio para un pensionista español que vive en Catalunya, el coste es muy superior al beneficio. Por contra, para un jubilado catalán el sentido es el contrario.
- Otra variable demográfica es el número de funcionarios (autonómicos, locales y estatales) que suman 325.000. Sociológicamente el funcionario es conservador, con un sesgo hacia el personal administrativo. No quiere que nada cambie por si peligra su puesto vitalicio. Votará contra el independentismo. Educación y sanidad pueden desmarcarse de la corriente principal.
- Otro factor, éste muy novedoso, será el papel jugado por las redes sociales a través de Internet, pues resulta evidente que cada vez tienen mayor peso en las contiendas electorales. Estudios posteriores demostraron que el triunfo del desconocido senador Obama sobre el veterano republicano McCain, reconocido y admirado héroe nacional, se debió a la mejor explotación de las redes. En esta ocasión y en Catalunya, todos los medios convencionales han tenido como objetivo hundir a los candidatos independentistas y en particular al President Puigdemont y a la candidata de JuntsxCat. Mi apuesta en este tema, que posiblemente confirmaría el prestigioso sociólogo Manuel Castells (hoy triste ministro del gobierno Sánchez), es que las redes son ya más poderosas que los medios, sobre todo en los segmentos jóvenes de la población.
Resumiendo, mi hipótesis (que no mi predicción) es que en las elecciones de febrero del 2021, el bloque independentista saldrá ganador.
De ser así podríamos volver a cantar el estribillo de Bob Dylan “The answer my friend is blowin’ in the wind, the answer is blowin’ in the wind”.
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