LA DEMAGOGIA DE LOS HECHOS

Focus: Política
Fecha: 13/08/2004

El mal uso de las palabras es moneda corriente en nuestros días. Cuando un político o un ciudadano cualquiera no sabe como contraargumentar las críticas a su conducta, suele despacharse con la expresión: “Esto es demagogia”.

El problema, como siempre, es que no sabe de qué está hablando. Demagogia viene de “demo” pueblo y “ago” conducir, es decir, orientar la acción o el discurso para agradar al pueblo. Lo cual, a priori, no significa necesariamente que se le engañe o manipule. Y esto es así porque los hechos, despojados de cualquier carga subjetiva, son, en ocasiones, tremendamente demagógicos.

El catálogo de patrañas de la Administración Bush Junior es de tal calibre, que su simple exposición puede alcanzar tintes demagógicos, en especial para el observador europeo, formado políticamente y con capacidad crítica.

Pero Michael Moore, periodista, escritor y cineasta, no crea y desarrolla sus obras para los europeos, sino para sus propios conciudadanos. Su misión es que despierten de su letargo histórico y se enteren de una vez en qué país viven y quiénes les gobiernan.

Michael Moore es un activista y lucha por la mejora social. No hace elucubraciones académicas, sino que parte de sus propias vivencias. Desde “Roger and me”, película en la que describe la marginalidad del pueblo de Flint, donde nació, tras las reconversiones de General Motors, hasta sus ácidos ensayos sobre la realidad americana (“Stupid white men”, “Downsize this”, “Dude where´s my country”), pasando por su alegato contra las armas (“Bowling for Colombine”) y terminando por su magistral “Fahrenheit 9/11”, su navaja disecciona los hechos y los encadena creativamente. Es un gran provocador y en ese sentido, es un gran pedagogo.

Porque Michael Moore, como él no se ha cansado de repetir, no defiende a Kerry frente a Bush Jr., aunque considere que el primero es una buena persona y el segundo un imbécil. Va más allá. Entiende que las estructuras sociales norteamericanas están llevando a su país al desastre. Piensa que el Estado ha abandonado sus obligaciones (educación, sanidad, infraestructuras, prestaciones sociales, etc.) y se ha volcado en defensa (el frente militar-industrial) y en seguridad. Para Moore, Estados Unidos se está hundiendo y él, como ciudadano norteamericano, tiene la obligación de defender a su país. Esto es patriotismo y no el “Patriot Act”, conjunto de medidas supuestamente protectoras que amenazan la vida y las libertades de la gente.

Y esto es así desde la época del ya lejano Presidente Johnson y su proyecto de “Gran Sociedad”. Franklin Delano Roosevelt pegó un fuerte golpe al timón. Luego, con el paréntesis de lo que Kennedy quería hacer y no le dejaron y con el período de Johnson, Estados Unidos ha ido a la deriva. Si quitas la fanfarria, poco queda de Nixon, Reegan y el propio Clinton.

Y es por esta carga crítica de la obra de Moore (que ahonda en las raíces del sistema), por la que demócratas y republicanos temen el contagio y quieren continuar siendo políticamente correctos.

La democracia estadounidense está en crisis y en estas circunstancias hay que saber distinguir el polvo de la paja. Esto es lo que hace Paul Krugman, el reputado economista norteamericano, cuando dice: “...Farenheit 9/11 es una película tendenciosa y llena de defectos, pero cuenta varias verdades fundamentales sobre unos dirigentes que explotaron una tragedia nacional en su propio beneficio y los ciudadanos corrientes que pagaron el precio”.
Alf Duran Corner

 

« volver