LA DEMOCRACIA Y EL ESTADO DE DERECHO

Focus: Política
Fecha: 29/06/2016

El resultado final del referéndum del Reino Unido es, por encima de todo, un espaldarazo a la democracia y al Estado de Derecho, dos conceptos que justamente parecen tener olvidados los gobernantes del llamado mundo occidental. La democracia es el gobierno del pueblo, y el auténtico Estado de Derecho no es un aparato administrativo –como muchos políticos  españoles creen–  sino la confirmación simbólica de lo primero.

En un par de ocasiones  se me ha preguntado públicamente que pensaba sobre el “Brexit” (en BTV y en RAC1). En la primera respondí claramente que si fuera británico votaría a favor; en la segunda manifesté mi crítica a la plutocracia de la Unión Europea y consideré que, si ganaba el “Brexit”, el motor del cambio sería el rechazo a la prepotencia de los eurócratas. También apunté que cualquiera que fuera el resultado, el impacto sería sonado.

La mayoría de los comentarios de los políticos y comunicadores profesionales sobre ese resultado,  sus razones y sus consecuencias, me parecen absolutamente penosos. No saben de qué están hablando. Han creado entre todos un “lobby” contra el “Brexit” y ahora acusan de malos modos su fracaso. De los medios españoles no espero nada, pero merece la pena destacar, por lo insólita, la lectura sesgada de los “periodistas” de TV3. A modo de ejemplo, citar como periodista británico de referencia al señor John Carlin, pone de manifiesto una ignorancia supina. El señor Carlin es un periodista especializado en temas deportivos (y nada más), plenamente españolizado, que vive habitualmente en Madrid y escribe en “El País”, donde destaca por su incontinencia verbal y su violencia expresiva. Podrían haber acudido a Robert Fisk, a Martin Wolf, a Kate Adie, a Andy Robinson o a Louis Theroux y, si no podían acceder a ellos, mejor callarse, y así hubieran evitado hacer el ridículo.

Todos juntos hacen lecturas aprovechadas y sin fundamento de una realidad muy compleja, que deberían haber estudiado previamente.  Pero es así como funciona el mundo hoy. Hace unos días el gran etólogo y divulgador científico Richard Dawkins  se quejaba de la ignorancia dominante, que ahora explosiona además a través de las redes sociales.  Impera la necedad y esto no tiene remedio. Ya nos recomendaba Marco Aurelio hace casi veinte siglos: “Edúcalos o padécelos”. Hemos fracasado en lo primero y hemos de asumir lo segundo.

Mi generación y en particular mi círculo íntimo, siempre ha tenido un vínculo muy especial con Inglaterra, y algo menos con el Reino Unido. A los quince años tomábamos como referencia a los intelectuales franceses que lideraban el existencialismo (sobre todo Sartre y Camus), aunque algunos nos pasamos con el tiempo a la corriente británica de los “Angry Young Men”, que nos resultaba más esperanzadora. Hay que recordar a los más jóvenes que nosotros vivíamos en un contexto fascista, de ideología autoritaria,  de dominio nacional-católico, de aparatos represivos, de tortura y muerte.

Ir primero a París y luego a Londres era respirar. Todavía recuerdo mis debates con los dockers de Liverpool (el padre de una buena amiga me introdujo en sus círculos), a quienes debían divertir los apasionados argumentos de un radical y joven antifranquista.

En aquella época, mi alimento intelectual era diverso: “Le Monde” y “Nouvel Observateur” por parte francesa, y “The Guardian”, “The New Statesman” y “The Spectator”, por parte inglesa. Sigo manteniendo mi fidelidad a la mayoría de esas fuentes.

“The Spectator” es una vieja y prestigiosa revista, nacida en 1828, de contenido culto, de talante liberal conservador y una media de 70.000 lectores.  A lo largo de su historia ha defendido causas diversas, como la posición de los unionistas frente a los confederados, en la guerra de Secesión norteamericana. Y en el primer referéndum sobre los vínculos  entre el Reino Unido y la Unión Europea, fue el único medio de comunicación, junto al “Morning Star”, que apoyó el “no”. Ahora ha defendido el “Brexit”. Sus razones son obvias: La Unión Europea ha fracasado como proyecto político; no hay legitimidad ni en la Comisión Europea ni en el Parlamento del mismo nombre. El Banco Central Europeo es un contrapoder nombrado a dedo. La plutocracia de Bruselas acumula privilegios. La burocracia, por su parte, crea barreras artificiales al libre comercio. No hay que confundir Europa con la Unión Europea (Suiza y Noruega, por ejemplo, son europeos y no son miembros de la UE). En la medida en que el Reino Unido es la quinta economía más importante del mundo, la salida de la UE puede constituir un gran impulso – piensan ellos – para acelerar su tradicional comercio internacional. Hay más oportunidades que riesgos.

“The New Statesman” nació en 1913, de la mano de los “fabianos”, un reconocido grupo de intelectuales progresistas, todos ellos vinculados a la nobleza o a la alta burguesía británica. Considerados unos socialistas pragmáticos, sus actuales representantes mantienen esa línea, sin caer en utopías.  La revista es también muy crítica con la UE,  cuyos mecanismos de actuación considera muy alejados de la auténtica democracia. Opaca en sus procesos de decisión, excesiva en sus gastos y en la correcta asignación de los recursos y muy alejada de la ciudadanía, la UE no es un ejemplo de virtudes.  A pesar de todo, ellos recomendaron votar por la permanencia, que ha de pasar luego por la autocrítica de los organismos comunitarios, si no quieren entrar en un proceso de liquidación. ”The New Statesman” considera que la aportación más importante de la UE, antes Comunidad Económica Europea y antes Mercado Común, es el largo mantenimiento de la paz en Europa. Cuenta con 32.000 lectores.

Al margen de estos referentes personales, quisiera señalar algunos aspectos que considero claves en este proceso y que pueden ayudar a su comprensión:

 

Una semana antes del referéndum británico leí la columna de Ambrose Evans-Pritchard en “The Telegraph”. Como siempre, aguda e inteligente.  Con cierta tristeza y tras haberlo analizado fríamente, Evans-Pritchard aconsejaba votar por el “Brexit”. Decía que no se podía permitir por más tiempo que el Parlamento Británico perdiera soberanía en favor de unas élites no elegidas y nombradas a dedo por los poderes fácticos de la Unión Europea.

Me recordó un comentario que me hizo tiempo atrás un colega francés: “Mon verre n’est pas grand mais je bois dans mon verre”.  Es un sabio consejo, también para Catalunya.

 

 

Notas:

(1)   Nuestra cita de hoy: Una vez más, el valor de lo pequeño pero propio.

(2) En lectura seleccionada, tenemos un breve texto de la edición castellana del libro de Michael Lewis en el que explica parte del mecanismo esencial de los préstamos “subprime” y de los “seguros” ocultos en los bonos hipotecarios.

(3)  En mi biblioteca, un clásico de las novelas policíacas. Obra maestra en su género.

(4) En “De otras webs”, una sentida petición de Xavier Roig, previa al referéndum británico, que demuestra su respeto por ese gran país que es Gran Bretaña y por el derecho de sus ciudadanos a decidir su futuro. Una digna excepción. 

Alf Duran Corner

 

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