LA DERIVA SOCIALISTA

Focus: Política
Fecha: 23/07/2015

La verdad es que a mí me importa muy poco lo que digan o dejen de decir esos chicos y chicas que conforman el cortijo socialista en su versión tradicional. Hay que reconocer que han hecho un gran esfuerzo para parecerse a la derecha más rancia de la España cañí, pero no dejan de ser una mala copia, unos seguidistas de a pie, unos aprendices.

Por eso cuando proclaman la “indisolubilidad” de la patria (pomposo palabro de tipo retórico que no sirve para legislar y que fue incluido en el Título Preliminar de la Constitución de 1978) o que “la soberanía” reside en el pueblo español (y seguirá residiendo formalmente, con o sin Catalunya), no se los cree nadie, nadie en sus cabales. En boca del señor Rajoy o de cualquiera de sus acólitos, estos mensajes resultan apoteósicos por su propia grandilocuencia. Son risibles pero auténticos. En boca del señor Sánchez suenan a prestado y resultan patéticos.

Hubo una época en que los socialistas españoles de probada militancia (que apenas se contaban con las dos manos) declaraban el derecho de los pueblos a la autodeterminación. Con ello no hacían más que ajustarse a los principios del Derecho Internacional Público y tratar  de parecer modernos. Luego, tras la muerte del Dictador y el inicio de ese largo período de franquismo sociológico en el que vivimos, empezaron a matizar sus creencias, no fuera caso que los catalanes se llegaran a creer su proyecto de “Llibertat, Amnistia i Estatut d’Autonomia”, y reclamaran también sus derechos. Fue entonces cuando pasaron a contarnos que lo del derecho de autodeterminación sólo se refería a los pueblos sometidos al colonialismo más visual, en especial al de África.

Y es que en el mercado de las ideas, los socialistas han perdido el rumbo y sólo repiten la cantinela del nacionalismo español más retrógrado. A estas alturas de la película quieren reformar la Constitución, pero no saben cómo. Su rocambolesca idea de una España “federal unitaria” es, además de un oxímoron, una perfecta estupidez. La nueva tipología de un centralista descentralizado haría las delicias del siempre ingenioso Groucho Marx.

Su reiterado mensaje nos conduce a “la unidad de destino en lo universal”, que es como el fascismo iniciático del primer tercio del siglo pasado describía la realidad española.

El señor Sánchez, la señora Díaz, el señor Ros, la señora Chacón y el señor Iceta (por citar una corta representación) son personajes de tebeo barato. El señor Sánchez con sus impolutas camisas blancas, dispuesto a “defender la unidad de España, también en Cataluña”; la señora Díaz, con aires de tonadillera, resuelta a “solucionar el problema catalán sin privilegios ni discriminaciones”; el señor Ros, siempre tan atento y servicial con los dueños de la finca, que ha pasado de romper la disciplina de voto del bloque unionista a presidir la delegación de ventas del Psoe en Catalunya, y lo que haga falta para mantener los privilegios de su poltrona; la resucitada señora Chacón, con un cutis bronceado gracias a sus largas estancias en su casa de Miami, recuperando el oxidado grito de “prietas las filas” y describiendo el proceso “como un sainete y un vodevil” y, por último,  el señor Iceta, con sus aires de sacristán seudo maquiavélico, que se refiere al proyecto catalán como “una anomalía democrática” y que recomienda “menos discursos y menos cuentos”. Como no tienen argumentos para rebatir la voluntad de independencia de Catalunya, hacen declaraciones de principios vacías de contenido o recurren lisa y llanamente al insulto. Deberían retirarse, aunque sólo sea por higiene mental. No aportan absolutamente nada.

Alf Duran Corner

 

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