LA ESENCIA DE LA CULTURA

Focus: Sociedad
Fecha: 07/01/2011

Cuando un concepto tiene un valor vertebrador y es fuente de cohesión social, no podemos dejarlo en el olvido. Y ese concepto, que en ocasiones se confunde con rituales folklóricos periféricos, tiene que ver con un conjunto de creencias, ideas, valores, usos, costumbres, ritos, mitos y sistemas de transmisión de códigos. En definitiva, con una lengua y una forma de interpretar el mundo.

La cultura de una nación viene determinada también por su historia, por sus condiciones orográficas, por su clima, por sus fuentes de riqueza, por las relaciones de poder entre sus distintos grupos humanos.

Por eso podemos encontrar notables diferencias entre las culturas inglesa, australiana, alemana, estadounidense, castellana, italiana o catalana. Todas ellas forman parte de ese conglomerado que llamamos Occidente, pero su trayectoria es muy diversa. Será por eso que en muchas ocasiones no es fácil entenderse.

Si a todo esto añadimos culturas todavía más distanciadas, no sólo física sino históricamente, podemos producir una confusión ingobernable. Y eso es lo que algunos practicantes del “buenismo” denominan “multiculturalismo”.

Angela Merkel, con la racionalidad de su formación científica como física, lo dijo claramente el pasado año: “El multiculturalismo ha fracasado en Alemania”. Quizás el error procede del diagnóstico inicial: confundir la Cultura con mayúscula (Die Kultur) con manifestaciones de naturaleza artística y ornamental de procedencia diversa.

Una cultura se expresa en nuestra relación con el trabajo, en la importancia del esfuerzo, en el carácter público o privado de los mitos religiosos, en las relaciones entre los géneros, en el grado de respeto hacia la naturaleza y hacia las otras especies, en la forma de vivir el ocio, en la manera en que compartimos sentimientos, en cómo nos alimentamos, en el tono de nuestra voz. Cuando en una sociedad se produce una dominancia de un común de estas variables, esa sociedad comparte una cultura. Y cualquier elemento que pueda afectar a este acerbo común debe ser rechazado, por el propio bien de las gentes que se incorporan a la sociedad receptora. Lo contrario acabaría produciendo una fragmentación social de incierto futuro.

Es evidente que en el tiempo y a largo plazo se produce una porosidad y se añaden nuevos elementos a la cultura matriz, pero los fundamentos no cambian ni deben cambiar. Tachar este principio de “retroceso”, “pensamiento reaccionario” o “deriva derechista” es una memez. A los “progresistas” de nuevo cuño les recomiendo leer un breve opúsculo de Lenin que tiene el provocativo título: “La enfermedad infantil del comunismo: el izquierdismo”. En cuanto a la derecha cavernícola, sólo cabe decir que no tiene papel en esta obra, aunque trate como siempre de aprovechar cualquier circunstancia que cree le favorece, para exhibir sus miedos ancestrales.

El desarraigo cultural es una de las peores patologías sociales. No contribuyamos a su desarrollo fomentando el descrédito de la cultura que nos es propia y que nos justifica como pueblo. El multiculturalismo es una ficción, o tal vez una mentira piadosa.

Alf Duran Corner

 

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