LA FAMILIA CEBOLLETA
Focus: Política
Fecha: 29/01/2016
Los últimos días nos han ofrecido una performance inestimable que expresa la pobre calidad democrática del Estado Español y de sus principales cabezas “pensantes”.
Sólo cabe referirse a sus propios discursos, a sus frases huecas y a su imbatible mediocridad.
Empezaremos por el señor Rajoy, en su papel de don Tancredo:
“Aquí no se van a hacer disparates, se va a defender la unidad de España, la igualdad de los españoles, la recuperación económica y la creación de empleo". De lo que se deduce – lógica elemental – que sus competidores “hacen disparates, no están interesados en la unidad de España, ni en la igualdad de los españoles, ni en la recuperación económica, ni en la creación de empleo”.
Sigamos con el señor Sánchez (que nos recuerda la antigua letanía popular: “Sábado, sabadete, camisa blanca y ...”. El señor Sánchez, que, aunque parezca increíble, ha hecho bueno al funambulista señor Rodríguez Zapatero, ha declarado: “Rajoy es un político con un proyecto político agotado, asediado por la corrupción y aislado, incapaz de acordar con nadie excepto consigo mismo “. Sus palabras clave: “Cambio y pacto. O lo que es lo mismo, alcanzar el pacto para producir el cambio“. Esta frase lapidaria la ha sacado de un calendario.
Pero el señor Rajoy insiste:
“Ni busqué, ni busco, ni buscaré apoyo entre los que amenazan la unidad de España, ni entre los que no aceptan la soberanía nacional, ni entre los que piensan que los españoles no somos iguales. Ni buscaré apoyo entre los que exhiben frivolidades económicas propias de radicales y extremistas que pueden arruinar a nuestro país“. Merecería la pena hacer un análisis semántico cuantitativo sobre los códigos utilizados en esta tragicomedia (unidad, igualdad, soberanía, cambio, etc.)
Y en plena vorágine, el señor Iglesias ha tomado la palabra y ha enfatizado:
“Frente a la irresponsabilidad de los partidos tradicionales, que parece que están muy cómodos simplemente haciendo declaraciones, hemos decidido tomar la iniciativa y dar un paso adelante, no cabe medias tintas en estos momentos, o se está con el cambio, o se está con el inmovilismo o con el bloqueo “.
Para luego añadir:
“Estoy dispuesto a ponerme a trabajar con Pedro Sánchez y Alberto Garzón para explorar los ejes de gobierno que se deben tener en cuenta“. A ver si nos aclaramos: ¿El PSOE y su representante Pedro Sánchez es o no es un partido tradicional?
En el colmo de la confusión, remató el disparate con estas palabras:
“No nos vamos a engañar, creemos en hechos y no en palabras, no nos fiamos nada del PSOE ni de sus viejos aparatos. Queremos personas que tengan coherencia entre lo que se dice y lo que se hace“.
El cuarto componente de la familia Cebolleta (el señor Rivera), ha quedado algo desplazado en el vodevil, pero como es habitual, no ha dejado de aportar su manida contribución:
“Comparto con el Rey la necesidad de diálogo, reformas democráticas, unión y responsabilidad en esta nueva etapa de la democracia española“. ¿A qué “nueva etapa” debe referirse este pobre chico?
Y para evitar que el suflé de su invento mediático (Ciudadanos) pierda protagonismo, ha rematado: “Podemos dialogar, entendernos, con el PSOE y el PP, pero no estamos dispuestos a poner la economía de España en manos de Podemos, que tiene como referencia a Grecia, a Tsipras y a Syriza; no estamos dispuestos tampoco a un ministerio de la plurinacionalidad para dinamitar la unión y la igualdad entre los españoles, que es lo que pretenden los partidos separatistas “
En la vida real las cuatro opciones políticas que dominan el bloque parlamentario del Estado Español son cuatro opciones fallidas, propias de un Estado en descomposición. Son incapaces de entenderse porque pertenecen a una cultura política barroca, en la que dominan el orgullo, la honra y la soberanía. Podría ser un drama calderoniano pero queda en una comedia de enredo (mejor un sainete) en la que el abuelo Cebolleta explica sus batallas de juventud, que sólo el loro Jeremías parece comprender.
No tienen proyecto político, ni parece que les preocupe. Visto desde Catalunya – donde sí lo tenemos – dan más bien pena.
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