Focus: Política
Fecha: 20/12/2018
Así la calificábamos nosotros, cuando la policía franquista (los grises) nos perseguía, nos machacaba y nos incautaba libros (tras el registro correspondiente) de nuestras pequeñas bibliotecas de libros “prohibidos”, libros que, por cierto, encontrábamos luego en las “zonas ocultas” de algunas librerías de apariencia progre, cuyos vínculos directos con los grises y sus mandos conocimos después. Todo era muy ruin. Nos robaron parte de nuestra adolescencia y de nuestra primera juventud. Ni olvido ni perdono.
Nunca me han gustado las armas. Desde un punto de vista económico, son elementos productivos que generan todo tipo de disfunciones. Destruyen riqueza. Son antieconómicos. Desde un punto de vista moral, son despreciables. Lo que está ocurriendo en el Yemen es un buen ejemplo de su papel en el mundo.
Las armas, desde la porra más primitiva al avión de caza más sofisticado, forman parte del aparato instrumental del “poder condigno” (según las categorías de John K.Galbraith), que es el poder más primitivo, el que se basa en la fuerza, sea ésta física o súper tecnológica.
Cuando un Estado utiliza este poder como único elemento de relación con aquellos ciudadanos que no comparten su ideario, es un Estado fracasado, un Estado propio del caduco absolutismo anterior a las revoluciones burguesas de finales del siglo XVIII. El pensamiento ilustrado, que en último término no hizo más que legitimar el nuevo orden liberal-conservador, introdujo el “poder compensatorio”, que implicaba una cierta negociación desde arriba, y en paralelo construyó el relato del “poder condicionado”, el más sibilino de todos, cuyo objetivo era formar un cuadro de creencias y valores, que a través de la educación, la persuasión y la manipulación generasen la anuencia de unos súbditos travestidos en ciudadanos.
El Estado español, como fiel representante del “Ancien Régime” hace lo que se espera de él: aplica a rajatabla el poder condigno, que en este caso está representado por las fuerzas de seguridad, incluido cualquier colectivo oficial que disponga de equipo intimidatorio. Y si se tiene, se usa. Que los nuevos tenores del nacionalismo español (señores Casado y Rivera), las vicetiples del Psoe o el amplio espectro coral de los medios de comunicación adictos al Régimen (casi todos) reclamen con insistencia mano dura, no ha de extrañarnos. Que amenacen con dirigir y controlar la organización de los “Mossos d’Esquadra” resulta muy plausible. Cuanto mayor sea el arsenal a su disposición, más capacidad tendrán para atemorizar al personal.
Hay que ser conscientes de que Catalunya es un país ocupado desde hace más de trescientos años y que lo que está ocurriendo ahora forma parte de lo normal. La diferencia respecto a otras épocas es que ahora hay dos millones largos de ciudadanos catalanes que son conscientes de esta ocupación. Y esto sí que es nuevo y no hay poder condigno que lo pueda borrar.
Haría falta mucha inteligencia para salir de este embrollo y hay pocos indicios de que la tengan. En mis años en Deusto corrían dos ejemplos de “oxímoron”, concepto que describe una contradicción en términos. El primero era “el pensamiento navarro” (que además de ser un periódico neocarlista de la época era un signo de chanza desde el vasquismo). El segundo, más directo y contundente, era “la inteligencia militar”, oxímoron que no requiere muchas explicaciones.
Y es que la “gristapo”, por mucho que le cambien de uniforme, siempre será la misma.
Nota: Desde lo más profundo de nosotros hemos de desear lo mejor para nuestros presos y exilados, para todos aquellos que han sido y siguen siendo continuamente asediados por un Estado opresor. En nuestro “proceso” ha habido éxitos y fracasos, pero al final lo que cuenta es el coraje para continuar una lucha justa. Y coraje no nos falta. Volvemos en enero.