Focus: Economía
Fecha: 14/01/2019
Hace ya muchos años que Ignacio Ramonet, ese fino analista de una especie en extinción, explicaba lo que estaba ocurriendo con los medios de información. Decía Ramonet, entre otras cosas: “La información no tiene valor en sí misma, por ejemplo, con la verdad o en relación con su eficacia cívica. La información es, antes que nada, una mercancía. En tanto que mercancía está esencialmente sometida a las leyes del mercado, de la oferta y la demanda, y no a otras reglas como podrían ser las derivadas de criterios cívicos o éticos”.
Este caldo de cultivo ha despertado el interés del capital financiero, que en connivencia con los reguladores gubernamentales, se ha hecho con el control del grueso de los medios y, de esta forma, poder “instruir” al personal de acuerdo con su patrón ideológico.
La concesión de las televisiones privadas en el Estado Español fue un buen ejemplo de ese maridaje cruzado entre lo público y lo privado, en detrimento de la independencia de los medios. Tras los procesos de concentración teledirigidos por los partidos hegemónicos (PP y PSOE), no es de extrañar que hoy la música de fondo de Mediaset coincida plenamente con la de Atresmedia, eso sí, bajo la mirada atenta de la banca.
Porque la banca está ahí, pues con el dinero del contribuyente ha conseguido limpiar un poco sus balances y, sobre todo, eliminar a los competidores más débiles, en procesos de fusión y absorción a coste menos que cero.
Y entre los pocos operadores bancarios que quedan nos fijaremos en CaixaBank, una extraña entidad que fue creada para custodiar los ahorros de las familias trabajadoras catalanas y que ha ido transformándose paulatinamente en un poderoso grupo de presión a nivel internacional, controlado por una pequeña minoría de trepadores profesionales, a los que no se puede negar su audacia y su cinismo.
Vayamos por partes para comprender la complejidad del ente: CaixaBank es una sociedad que cotiza en Bolsa y declara tener unos 600.000 accionistas. Esto queda bien si no se aclara que su principal accionista es Criteria Caixa, con un 40% de las acciones, y que probablemente el 99% de los restantes accionistas son simples figurantes. Siguiendo el hilo vemos que Criteria Caixa es a su vez propiedad en un 100% de la Fundación La Caixa. Y una fundación no tiene accionistas. ¿Quién tiene pues el poder, la última palabra?
El economista Albert Recio publicó en el 2014 un informe en www.mientrastanto.org con el título “La Caixa: negocio privado, desposesión pública” del que merece la pena extraer algunos párrafos si queremos llegar al fondo de la cuestión.
Explica Recio:
“La privatización fraudulenta de lo público forma parte del modelo de acumulación neoliberal... El desguace de la economía soviética constituye seguramente la mayor expresión, por su escala de este proceso...
La crisis actual ha posibilitado nuevas oportunidades a este tipo de acumulación. La que más ha centrado la atención en nuestros lares ha sido el proceso de salvación de cajas de ahorro y bancos con dinero público que, una vez saneados, han sido entregados a bajo precio a grupos privados.
Pero la crisis bancaria ha propiciado otra forma de “privatización-desposesión”, menos obvia pero igualmente relevante, en aquellas cajas de ahorro que no habían experimentado el mismo tipo de problemas económicos pero que al convertirse en fundaciones bancarias han culminado de facto un proceso de privatización, que las ha dejado en manos de unos pocos actores. De hecho constituyen una variante de capitalismo en el que un pequeño grupo social toma el control de un gran grupo empresarial sin necesidad de invertir ni un euro, simplemente mediante un cambio institucional adecuado a sus intereses.
Como el resto de las cajas de ahorro, la Caixa tenía un estatuto legal sin propietarios y controlado por un consejo del que formaban parte diferentes estamentos sociales, incluidos representantes de sindicatos y de los impositores. Sin duda un sistema imperfecto pero que posibilitó cierto control social. Los directivos de la Caixa fueron hábiles en eludir este control y actuar como un núcleo autónomo...
El mecanismo que ha permitido un salto adelante en esta privatización ha sido el de la creación de las fundaciones bancarias... Lo curioso es que la forma adoptada ha creado de facto un nuevo tipo de “propietarios” sin capital, pero que en la práctica tienen o pueden tener el control del banco...
Donde está el meollo del tema es que de facto la determinación del patronato de la entidad, lejos de establecerse por un sistema representativo como el que regía en las antiguas entidades, se ha fijado por un sistema de autonombramiento y cooptación, con la salvedad de la obligada participación de las instituciones que promovieron la creación de la caja, lo que en la práctica ha supuesto que un reducido número de autoelegidos pase a constituir el grupo de control de la entidad”.
Recio cita la palabra cooptación, que es muy aplicable en este caso, ya que es una figura organizativa mediante la cual los nuevos miembros son elegidos por los miembros ya en funciones. O sea, que todo queda en casa.
Detrás de los grandes movimientos estratégicos del grupo La Caixa hay un reducido grupo de personas, con trayectorias definidas e ideología de sobras conocida, lo que permite despejar zonas oscuras. La presidencia la ostenta Isidro Fainé, que junto a Jaime Lanaspa e Isabel Estapé son identificados como próximos al Opus Dei. También está César Alierta, que saltó meteóricamente de una sociedad de valores a la presidencia de Tabacalera primero y de Telefónica después, gracias a su amigo José María Aznar (un carrerón). Añadamos Javier Godó Muntañola (que puede cuidar sus intereses desde esta plataforma) y Javier Solana, un socialista de la vieja guardia. Sólo falta citar a Juan José López Burniol, siempre presente en estos eventos, a Eugenio Gay, que fue vicepresidente del Tribunal Constitucional y a Salvador Alemany, un hombre de la casa. Hay algún otro apellido que simplemente hacen de relleno. Si hay un rasgo que tienen en común todas estas personas es su apuesta por el nacionalismo (español por supuesto), apuesta que han expresado en numerosas ocasiones optando por el modelo de la España de las autonomías, que es el modelo en el que ellos han prosperado y se sienten cómodos.
Volvamos ahora a los medios de comunicación y a los vínculos que tiene La Caixa. Al margen de ser accionista del grupo PRISA (editora de El País), es uno de los bancos que han refinanciado, en sucesivas ocasiones, la abultada deuda del grupo Zeta (El Periódico). También es uno de los principales proveedores financieros del grupo Godó (La Vanguardia).
No hace falta señalar que la línea editorial de las tres cabeceras citadas, con ligeros matices, es absolutamente contraria al derecho de autodeterminación de Catalunya. Desde la agresividad manifiesta de El País, al juego sucio de El Periódico, pasando por las sutilezas tramposas de La Vanguardia.
Demasiadas coincidencias.
Y ahora viene el último órdago protagonizado por el grupo Zeta. Este grupo lleva años, muchos años, en una situación financiera límite. Tal como está, no tiene viabilidad. Se ha salvado de la quiebra por el apoyo incondicional del gobierno del Estado, al ir aceptando y prorrogando la deuda con Hacienda y la Seguridad Social. La deuda bancaria ha seguido el mismo proceso: sucesivas refinanciaciones. La razón era muy sencilla: El Periódico es en Catalunya la bandera más explícita contra el independentismo.
Pero todo tiene su fin y el pool bancario, que lidera La Caixa, no puede continuar manteniendo en los balances la deuda de 100 millones de euros. Hace tiempo que se busca un comprador y la mejor oferta es la de Mediapro/Imagina (65 millones de euros). Pero a los bancos no les gusta el comprador y prefieren otro que pague menos, aceptando importantes quitas. Se supone que el dinero sí les gusta (pues viven de ello), pero no así el perfil de dos de los socios compradores (Jaume Roures y Tatxo Benet), que consideran empresarios independentistas, hecho este último que podríamos cuestionar. Eso sí, son independientes y críticos con el poder, y ahí duele. Hay que recordar además a los negociadores de La Caixa que el principal accionista de Mediapro es el grupo chino Orient Hontai Capital, con un 53,5% de las acciones. ¿O es que tampoco les gustan los chinos a los caciques del patronato?
Que ocurran estas cosas es una prueba manifiesta de que el Estado Español no se rige por las reglas de una economía de mercado y que una versión castiza del crony capitalism (capitalismo de amiguetes), con un inexplicable acento político, sigue bien instalada.
¿Hasta cuándo?