LA IZQUIERDA REACCIONARIA

Focus: Política
Fecha: 03/03/2016

Puede parecer un oxímoron, pero no lo es. Lejos están ya los tiempos en los que la izquierda representaba el progreso, la meritocracia, la innovación, los derechos sociales, la ruptura con los valores tradicionales que “la cruz y la espada“  habían impuesto durante siglos a los administrados. Ahora la izquierda, tanto si gobierna como si no, llama al orden, al mantenimiento del statu-quo, a la criminalización de cualquier tipo de disidencia. Es la izquierda reaccionaria, que ha tomado lo peor de la derecha y lo ha cocinado más groseramente si cabe.

Tras el congreso de Tours (1920) la socialdemocracia quedó en minoría, pues la Revolución de Octubre (1917) había puesto todos los focos en el denominado “socialismo real”, que era contemplado como la gran esperanza del movimiento obrero.

La II Guerra Mundial produjo un rompimiento en el bando vencedor, que se materializó con dos bloques antagónicos, liderados por Rusia y Estados Unidos.

Los dólares del Plan Marshall no sólo sirvieron para recuperar una economía europea fuertemente dañada, sino también para financiar unos partidos socialistas minoritarios que, excepto en el Reino Unido, tenían un limitado papel en el juego político. Además, en Francia y en Italia, los partidos comunistas eran muy poderosos y se corría el riesgo, a ojos occidentales, de que el “telón de acero” se desplazara hacia el oeste.

En Alemania, donde casi no había quedado nada, se construyó (y no es una figura retórica) una nueva opción socialdemócrata, que luego se equilibró con la corriente cristianodemócrata tradicional. El bipartidismo estaba servido. El “estado del bienestar” era la compensación para que la clase trabajadora desoyera el mensaje revolucionario (de ruptura con el orden burgués) que la Unión Soviética emitía.

Y durante casi treinta años (1945 – 1973) el modelo funcionó, hasta que las dos crisis del petróleo cambiaron las reglas de juego. Pero como el “enemigo exterior” seguía combatiendo en distintos frentes, los líderes occidentales asumieron parte de las cargas que la nueva situación representaba y mantuvieron las prestaciones sociales clave, aunque con ciertas limitaciones de base.

Esas limitaciones formaban parte del programa político de la fuerzas conservadoras (Thatcher en el Reino Unido y Reagan en Estados Unidos) que hicieron lo imposible para reducir el papel del Estado, excepto en políticas de seguridad y defensa. Esos diez años (1980 – 1990) marcaron un cambio de talante.

Para rematar la operación, en 1989, diez años después de la segunda crisis del petróleo, la utopía comunista se derrumbó, con la caída simbólica del muro de Berlín. Francis Fukuyama declaró enfáticamente el “fin de la Historia”: el liberalismo quedaba solo; ya no tenía contrincante.

Se volvió a resucitar “la ley de rendimientos decrecientes” y un nuevo capitalismo (el financiero) se constituyó en el motor del nuevo paradigma.

Surgió una nueva izquierda con distintas etiquetas (Blair, Schröder, Clinton), que apostó sin ambages por los valores de la derecha, gestionando bien sus recursos y obteniendo, en franca compensación, buenos rendimientos personales por su trabajo. El “cambio del cambio” tuvo éxito y quedó fijado.

En todos los países (también en España) ha ocurrido lo mismo. Ahora la izquierda oficial es una izquierda de diseño que hace una lectura personal del “progreso” y no oculta sus posiciones reaccionarias ante cualquier fenómeno que pueda afectar a sus intereses, como es el derecho de Catalunya a su autodeterminación.

Las piruetas del señor Sánchez, esforzándose en encontrar coincidencias entre el PSOE y los “flechas y pelayos”  de Ciudadanos, son una cabal representación de esta izquierda reaccionaria que domina el panorama europeo. Nunca el socialismo había caído tan bajo.

En esto el señor Manuel Valls, primer mandatario francés, ha sido muy claro: Le mot ‘socialiste’ ne veut plus rien dire”. ¿Alguien necesita un traductor?

Alf Duran Corner

 

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