LA MARCA ESPAÑA

Focus: Sociedad
Fecha: 13/09/2023

Ahora que empiezan a apagarse los ecos de la anécdota del señor Rubiales y de su exultante exhibicionismo macho, merece la pena hacer una reflexión sobre si ese acto fue un comportamiento aislado o forma parte de una categoría política bien asentada en el imaginario colectivo del Estado español.

El señor Sánchez, Presidente del gobierno en funciones, reaccionó rápidamente y declaró que la actuación del señor Rubiales no era representativa del colectivo, que debía ser sancionada y que una buena muestra del rechazo a todo ello era la crítica del pueblo llano. Añadió que el episodio podía afectar a la “marca España” negativamente y esto era inadmisible. En sus propias palabras: “Uno no puede aspirar a representar a España y dejar mal a España con actitudes y discursos que nos abochornan y que no nos representan”.

Todo ello suena a bolero. “Qué bonitos ojos tienes debajo de estas dos cejas”.

Yo cuestiono que sea “un hecho aislado” y que no sea representativo de lo genuinamente español. Los medios se han centrado en el beso a la señora Hermoso (que es una clásica expresión del poder, de quien cree tener el derecho a ejercerlo), y apenas han prestado atención al repetido gesto de tomar los genitales con la mano de forma exultante, gesto que integra todas las variables de la musculatura hispánica: visceralidad, machismo, cutrez, autoritarismo, intolerancia, agresividad y altanería.

Sobre estos fundamentos se ha construido el edificio de la llamada “marca España”. Pretendían crear una superestructura ideológica para tapar las miserias de su manual operativo. Fue con esta denominación que el gobierno Rajoy creó un “Alto Comisionado” (estos altos cargos les encantan) con el propósito de mejorar la imagen del país. Puso recursos a su disposición y encargó al Real Instituto Elcano (un think tank vinculado al “Deep State”) el seguimiento del proyecto. Para rematar el invento situó al frente del organismo al señor Carlos Espinosa de los Monteros, un aristócrata muy vinculado familiarmente al Antiguo Régimen. A título de anécdota cabe señalar, como un ejemplo de la base endogámica del Estado, el hecho de ver a un hijo de don Carlos (Iván) - hasta hace poco uno de los líderes de Vox – auto describiéndose en su cuenta de Twitter como “hombre, español, hetero, cristiano, casado, padre de familia numerosa, patriota, capitalista, conservador, taurino, madridista y de Vox”. Esta épica declaración, presentada como un cóctel, tiene la misma fuerza simbólica gesticular que la mano del señor Rubiales. “Marca España”.

Y es que hay muchas maneras de ponerse la mano en los genitales. Otra, muy próxima en el tiempo, es que las autoridades de la Junta de Castilla y León hayan pedido y obtenido de la Guardia Civil la protección de la fiesta medieval que se celebra cada año en Tordesillas, bajo el epígrafe de “El toro de la Vega”. Es para proteger a una multitud desquiciada que persigue al toro y hasta hace poco lo martirizaba hasta la muerte, de los animalistas que están en contra de estas salvajadas. Ciento cincuenta guardias civiles, algunos a caballo, evitarán cualquier altercado que pretenda romper la “fiesta”. A la Guardia Civil la llaman la “Benemérita”, que viene etimológicamente de “bene meritus”, o sea “que lo ha merecido bien”. Esto también es “Marca España”.

Como lo es la reacción de los sindicatos policiales (el SUP, el JUPOL, la CEP) ante la visita interesada, a título personal, de la Vicepresidenta del gobierno señora Díaz al President Puigdemont en busca del voto útil para asegurarse la continuidad del gobierno Sánchez, con expresiones como que “tira por el suelo el trabajo de las fuerzas y cuerpos de seguridad para encausar a unos delincuentes” o que “esto es un insulto a los policías que arriesgaron sus vidas para defender la unidad de España” o que “el gobierno español está negociando con un prófugo de la justicia, un delincuente que está acusado de sedición y malversación”. En un país decente – y España no lo es – el fiscal de turno debería denunciar estas expresiones malsonantes de funcionarios públicos cargados de odio contra unos ciudadanos a los que se negó sus derechos más elementales. No lo hará. De nuevo “Marca España”.

A estos colectivos, que en el colmo de la desvergüenza manifiestan que “arriesgaron sus vidas”, se les debería recordar que antes de que se dedicaran a machacar a hombres y mujeres, jóvenes y viejos, que trataban de proteger las urnas en las que votar, salieron ufanos de sus cuarteles al grito entusiasta de “A por ellos”, con el apoyo explícito (vítores y aclamaciones) de sus vecinos y amigos. Actores y espectadores, todos partícipes del asalto. Otro bello símbolo de la “marca España”.

Y cuando la Junta de Castilla y León subvenciona la divulgación de la caza entre los escolares o cuando el ayuntamiento de Villarrobledo (Albacete) conmemora el día de “la mujer rural”, con una exposición de velos, rosarios, misales y peinetas, los cimientos de la “marca España” siguen tambaleándose.

Y es que no hay por dónde cogerlos. El señor Rubiales tiene derecho a la queja porque su comportamiento es la regla, no la excepción. Veamos, por ejemplo, un breve ramillete de declaraciones públicas que expresan un similar talante:

 

Podríamos proseguir, pero resulta monótono y aburrido. Van dejando sus huellas por todas partes. Son huellas malolientes que no se arreglan con un eslogan. Al principio la “marca España” se vendió con el mensaje “Todo lo que esperas y mucho más de lo que te imaginas”. El bueno de Antonio Machado los retrató muy bien hace casi un siglo: “Esa España inferior que ora y bosteza, vieja y tahúr, zaragatera y triste, esa España inferior que ora y embiste, cuando se digna usar la cabeza”.

Ora y embiste. Incrustado en su ADN. No hay algoritmo que lo resuelva.

 

 

 

 

 

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ALFONS DURAN-PICH
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