LA OPINIÓN PUBLICADA

Focus: Política
Fecha: 22/05/2023

Si tenemos en cuenta que los medios de comunicación están subvencionados vía pública o vía privada, o ambas cosas a la vez, podemos considerar que no existe propiamente una “opinión pública” (la opinión libre del ciudadano) y que ésta ha sido reemplazada por la “opinión publicada” que es la que sale en los medios y se ajusta al guion establecido por las élites que controlan el poder.

De la misma forma podemos considerar que los sondeos electorales y sus estimaciones están hechos “a la carta”, a gusto del que los encarga y los paga, lo cual parece razonable en un mundo financializado. De hecho no pretenden informar sino manipular el sentido del voto. No vamos a entrar en otras particularidades de naturaleza técnica (desde el tamaño de la muestra al nivel de confianza, el margen de error, el procedimiento de contacto, etc.), porque para hacerlo necesitaríamos conocer con precisión todo el bagaje metodológico, bagaje que los centros de investigación y sucedáneos guardan bajo llave.

Por una razón y por otra, no debemos hacer caso de los sondeos electorales. Que a veces acierten más o menos, no significa que reflejen el estado real de la opinión pública.

Es cierto que una buena parte de la población (por ejemplo los menores de treinta años) no se informan a través de los medios convencionales sino por las redes sociales, lo cual tampoco significa que estén mejor informados. Su interés va por otros caminos y consideran que lo de “la política” es territorio de viejos. Todavía no se han enterado de que la política no es patrimonio de los partidos (que son los que viven de ello) sino que existe desde el mismo momento en que un nuevo ser humano establece un lazo social, entra en contacto con la Polis.

Ahora ha empezado la campaña de las municipales, en las que los candidatos al gobierno de los municipios (ámbito local) nos explican lo que van a  hacer si los votamos. Esto es lo que el economista John K.Galbraith describía como “el poder compensatorio”: tú me das el voto y yo te doy “el cielo”. Pero como las palabras se las lleva el viento, lo que deberíamos hacer es juzgar a los candidatos por su trayectoria, por “lo que han hecho”, no por “lo que dicen que harán”.

Yo vivo en Barcelona y tengo que ceñirme a ese ámbito urbano. Sé lo que ha hecho la señora Colau estos ocho años, con la colaboración entusiasta los últimos cuatro años del PSC-PSOE. Y lo que ha hecho no me gusta. No me gusta nada. No la votaré. Ni a ella ni al señor Collboni, que como representante socialista (partido que apoyó a “los de la porra” en el 155), tiene tanta responsabilidad en los desaguisados como su asociada, ya que ha gobernado con ella. Ellos están muy contentos con todo lo que han hecho. Tienen las poltronas aseguradas, si no es aquí será allá. Han hecho de la política su sistema de vida. Tienen buenos sueldos y buenas regalías. Y presumen ser de izquierdas, aunque han transitado con éxito de la izquierda de “las barricadas” a la izquierda “caviar”.

Tampoco votaré al señor Maragall. Ya dije en otra ocasión que lo veo mayor. Es la típica persona que nació “mayor”, lo cual a veces resulta ventajoso y a veces no. Esta vez no. Además pertenece, en su segunda etapa como militante, a Esquerra Republicana, el partido que simboliza el poder autonómico. Como independentista independiente, no puedo votarlo.

Votaré al señor Trias, representante de una cosa ambigua que se denomina “Trias per Barcelona”, donde los militantes y simpatizantes de Junts han de taparse la nariz para votar, vista la campaña del candidato y las veleidades de la mayoría de su equipo. Lo votaré sin entusiasmo porque es el menos malo de todos, como aseguraba Winston Churchill sobre la democracia respecto al resto de sistemas políticos. Espero y deseo que todos los barceloneses hartos del tándem Colau-Collboni lo voten, aunque tampoco les entusiasme. En un caso de emergencia como es éste y antes de que la ciudad de Barcelona se transforme definitivamente en un parque temático al estilo Port Aventura, hay que centrar el voto en el único candidato que puede echar a esa gente. No hay que dispersar el voto. El resto de candidatos son aficionados. No merece la pena ni citarlos.

Ya sabemos que una buena parte del electorado no acude a las urnas por sistema. Ni se lo plantean. Viven al margen de la sociedad. No tienen derecho a la queja.

Hay otro colectivo, que en ocasiones – y ésta es una – puede alcanzar cierta dimensión, que no van a votar o van a votar en blanco. Argumentan que su posición expresa una crítica al sistema de partidos, al proceso de selección de los candidatos, al fárrago de procedimientos, etc. Si hacen esto se equivocan. Es papel mojado. Su postura pretendidamente crítica solo favorece a los “gilipollas” que nos gobiernan y que pueden continuar gobernando si no se vota acertadamente.

Porque esta vez no se trata de girar a la izquierda o a la derecha (conceptos travestidos por la política profesional) sino de gestionar con eficacia y de forma eficiente esa cosa pública que se llama ciudad, pueblo, villorrio o agrupación urbana. Esto no es un deporte de aficionados ni un concurso televisivo. Es un compromiso público con la ciudadanía y requiere experiencia, conocimientos y una probada honestidad, tres componentes que acostumbran a escasear.

Aunque sea por una sola vez, no frivolicemos, por favor.

 

 

Alf Duran Corner

 

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