LA PARADOJA DE ABILENE Y LAS ELECCIONES
Focus: Política
Fecha: 22/03/2004
Llevamos ya unos cuantos días sufriendo las reflexiones, más o menos elaboradas, de los comunicadores profesionales, sobre las causas de los resultados de las últimas elecciones legislativas en España.
Cuando uno se acostumbra a vivir de la palabra es inevitable que el flujo le desborde.
Una buena parte de los comentaristas que acuden periódicamente a los foros de radio y televisión para hablar sobre el bien y el mal, se limitan a expresar generalidades sin fundamento. Opinan desde la misma ignorancia que los que juegan al dominó en el café de la esquina, con la diferencia de que se hallan rodeados de cámaras y micrófonos.
Los resultados de las elecciones en España pueden haber sorprendido a los profanos, que constituyen la gran masa de la población, pero no deberían haberlo hecho a los especialistas, pertrechados de una buena formación en sociología y psicología social, a los que se les supone una mejor capacidad de interpretación.
Deberíamos salvar de este disloque a un limitado número de analistas (que sí acertaron en el diagnóstico), entre los que destacaríamos al profesor Julián Santamaría.
Por nuestra parte, y desde esta humilde plataforma, cerrábamos el comentario del pasado ocho de marzo con el mensaje : “... a lo mejor nos llevamos algunas sorpresas”.
Con objeto de ayudar a comprender lo ocurrido, nos valdremos de Fishbein y Bogardus (que estudiaron el campo de las actitudes) y de la tan divulgada “paradoja de Abilene”.
Entre sus muchas aportaciones a las ciencias sociales, Martin Fishbein y Emory Bogardus coincidieron en algunos conceptos clave, como “la visión del otro”, “la distancia social”, “los estereotipos” y “las creencias normativas”.
Entendían por estas últimas (las creencias normativas), “lo que yo creo que los otros creen ...” sobre cualquier fenómeno. Es decir, construyo mi opinión sobre la frágil pared de una hipótesis sin fundamento.
Si volvemos a la realidad de los datos, tenemos que referirnos a las encuestas pre-electorales en las que se pretendía conocer la tendencia del voto. Los cuestionarios utilizados por los distintos institutos de investigación eran similares y pedían respuestas directas sobre intención de voto. Como es habitual, el porcentaje de indecisos era muy elevado ( o, al menos, así lo verbalizaban), y las estimaciones poco consistentes. Sin embargo, la opinión pública las tomó como referente, y de ahí su sorpresa ante unos resultados radicalmente distintos.
Pero si uno buceaba en las tripas de algunos de los informes, se encontraba con dos preguntas clave: 1. A usted, quién le gustaría que ganara las elecciones ?. 2. Quién cree usted que va a ganar ?. A la primera pregunta, la muestra de electores contestaba mayoritariamente Rodríguez Zapatero, y a la segunda, Rajoy. La lógica más simple lleva a la conclusión de que aquel a quien le gusta que gane Zapatero, votará a Zapatero, aunque crea (Fishbein, Bogardus), que “los otros” votarán a Rajoy.
O sea, que si tenemos cuatro probables electores, a los que les gustaría individualmente que ganase Zapatero, votarán cada uno de ellos al candidato socialista, aunque crean (creencia normativa) que los otros tres votarán a Rajoy.
El atentado terrorista y la grosera gestión de ese contencioso por parte del gobierno, no hicieron más que dinamizar algo que ya estaba cantado.
Este tipo de confusiones (lo que yo creo que los otros creen), queda explicitado en la conocida “paradoja de Abilene”, en la que un granjero invitó a su familia a visitar un pueblo cercano para pasar el día alegremente y todos estuvieron de acuerdo. Al regreso, cada uno de los miembros de la familia reconoció que lo había hecho por los demás, ya que hubiera preferido quedarse en casa tranquilamente.
En las próximas elecciones, deberíamos ser más cautos en nuestros vaticinios si no queremos quedar en ridículo. Ya lo decía Wittgenstein : “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”.
« volver