Focus: Política
Fecha: 22/11/2018
En la vida hay que saber elegir: el amigo, el socio, el camarada, el amante, el cómplice, el colega. La elección viene en buena parte determinada por el contexto, por el espacio, por el tiempo, por el ciclo vital, por la circunstancia histórica. Si eliges mal, acabas pagándolo.
En el proceso de independencia de Catalunya –que no tiene vuelta atrás– no se ha acertado siempre en la elección correcta. Hubo y todavía hay una fijación enfermiza en recabar el apoyo de Europa para que actuara como mediadora entre el Estado español y el govern de la Generalitat. Y Europa, que es un conjunto disperso de Estados, no es la mejor compañía.
Territorialmente Europa es un continente que hace aguas por todas partes. La decisión de una mayoría de ciudadanos británicos de dejar de ser miembros de la Unión Europea es un signo claro de este deterioro. El proceso de desenganche pone de manifiesto las debilidades de los políticos, de unos y de otros. Las astracanadas del ciudadano Borrell sobre “Gibraltar español” son la guinda de un pastel en mal estado. La política monetaria del Banco Central Europeo sólo ha servido para que algunos socios de la Eurozona prosperen y otros se hundan todavía más. Su barra libre a interés cero para la banca privada no se ha trasladado a la pequeña y mediana empresa de la economía real. La Deuda tanto pública como privada y su relación con el PIB particular de cada Estado se han disparado. El parlamento europeo es un cementerio de elefantes sin ningún poder legislativo. El aparato burocrático de la UE es caro e ineficiente. La Comisión Europea está dirigida por unos mediocres altos funcionarios, incapaces de resolver los problemas de fondo. Los países con un marco más estable (como Suiza o Noruega) no pertenecen a ningún club. Nadie asume riesgos porque quieren asegurar sus poltronas. Europa, que es mucho más que la Unión Europea, hace ya mucho tiempo que dejó de ser el ombligo del mundo.
Otros actores han emergido con fuerza y han acompañado a los Estados Unidos en el grupo hegemónico. China es el nuevo y potente poder que se destaca del resto. La Federación Rusa, bajo el severo control del presidente Putin, ha tomado nuevos bríos, contando con el activo de ser el gran almacén de materias primas y de energía del mundo. Japón, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica e Israel también existen.
Tanto en términos económicos como geoestratégicos, Catalunya puede ser un buen partner y tiene mucho que ofrecer. Pero hay que saber elegir y comprender que el mundo ha cambiado y que la fragmentada Europa es, como mucho, una opción más pero no la única y, menos aun, la más atractiva.
Tras la muerte del dictador, Euzkadi recuperó sus derechos forales (sobre todo en el ámbito fiscal y económico) porque tenían el “primo de Zumosol”, aunque el PNV nunca lo ha reconocido. Se aprovecharon del conflicto vasco, que venía de lejos, y le sacaron partido. Acertaron en las compañías.
Catalunya tiene otra trayectoria histórica y siempre ha optado por la vía de la paz y del diálogo. Pero como la respuesta del Estado español no es más que el silencio, el desprecio y la violencia, hay que desarrollar estrategias acordes con los nuevos tiempos. Y una de ellas es internacionalizar el conflicto en el sentido correcto.
Zbigniew Brzezinski, el último gran estratega político norteamericano, lo dejó escrito hace ya muchos años: “La crisis del poder global es la consecuencia acumulativa de un cambio del centro de gravedad mundial desde el oeste hacia el este, de la emergencia acelerada del fenómeno del despertar político global, y del dudoso desempeño americano tanto en lo interior como en lo internacional, desde su emergencia hacia 1990 como única superpotencia mundial.
El mundo es ahora interactivo e interdependiente. Un mundo en el que los problemas de supervivencia humana han empezado a eclipsar los conflictos internacionales tradicionales, y en el que la creciente influencia de China y otras potencias como Rusia e India incrementa la probabilidad de conflictos y da muestra de la dispersión del poder geopolítico”.
El concepto clave es que hay un cambio del centro de gravedad mundial. Si hay que internacionalizar, tengámoslo en cuenta.