Focus: Política
Fecha: 22/01/2021
Arthur Penn, a mediados de los sesenta, presentó una película maldita de su amplia obra personal, que tituló “The Chase” y que en España tradujeron por “la jauría humana”. En ella, Penn describe como la crueldad y la violencia se manifiestan en una sociedad hipócrita, que oculta bajo un orden formal un deseo maligno de hacer daño, de extremar la crueldad.
Pienso en ello cuando escucho el repetido eslogan de que “España es un Estado de Derecho”, que los portavoces de un gobierno escorado a la derecha utilizan como única respuesta ante cualquier acontecimiento que cuestione tal afirmación. Si se basan en que todos los ciudadanos han de someterse por igual a una ley compartida, cualquier ordenamiento jurídico sirve. En el caso del Estado español se supone que la ley compartida es esa cosa que llaman “constitución”, nacida cuando todavía se oían los vítores a Franco en la plaza de Oriente y que fue supervisada por un estamento militar de ideología extremadamente reaccionaria, una constitución por cierto que la mayoría de los españoles vivos no han votado.
Si los poderes fácticos tuvieran un mínimo de decencia, tendrían que someter a referéndum este prolijo documento y ver qué opina la ciudadanía, nación por nación (Castilla, Euzkadi, Galicia y Catalunya) y aceptar luego el resultado.
Pero como la decencia no es su rasgo más destacado, continuarán con su proceso de asedio, utilizando todas las armas de que disponen. Multando, sancionando, encarcelando, sojuzgando, golpeando, bloqueando. Todo lo que sea necesario para acabar con las raíces del independentismo catalán, el único que ha levantado la voz exigiendo sus derechos. Es la jauría humana.
No hay día en que un fiscal o un juez, o ambos a la vez, no “disparen contra el pianista”. El motivo es irrelevante. Todos somos culpables. Es aquello que un juez de la época de Franco le dijo a un abogado que se había atrevido a presentar una querella contra un sujeto que había dado una paliza a su mujer: “Ya encontraré el motivo”.
Luego están los comunicadores, disfrazados de periodistas objetivos, como ese tipo agresivo que desde una plataforma cavernícola como “la Sexta” entrevistó al vicepresidente del gobierno Pablo Iglesias y casi lo asaltó por haber dicho algo tan obvio como que el president Puigdemont es tan exilado como los que atravesaron la frontera en el 39 huyendo de la barbarie. Porque el exilio, señora Colau, en una sociedad como la española, no tiene fecha de caducidad.
El tercer frente es el de los políticos, que expresan su odio y animan con su discurso a la delación. Aquí caben casi todos, desde los Carrizosa, Cañas y Arrimadas del pelotón de cabeza, hasta la recién llegada Albiach, y los que militan en el “bando amigo”, como Tardà y Rufián.
En este contexto surge lo peor de las cloacas del ser humano, donde el insulto sirve para abrir la veda, donde el más sádico es el más vitoreado.
Como podría decir Boris Vian: Mientras me quede energía, “escupiré sobre vuestra tumba”.