Focus: Economía
Fecha: 04/07/2019
“El arte de la guerra”, como la mayor parte de los libros sobre estrategia, es más citado que leído, y más leído de un tirón que meditado y comprendido. En otras épocas no fue así, pero la prisa –esa forma estúpida del tiempo– nos ha llevado a transformar un extraordinario documento en un conjunto de recetas de calendario.
Una de las herramientas de análisis surgidas del pensamiento de Sun Tzu es el SWOT, mecanismo que nos permite enfrentar las fuerzas y debilidades propias con las amenazas y oportunidades que nos presenta el entorno.
A Sun Tzu, estratega militar y filósofo chino, se le sitúa entre los siglos VI y V antes de Cristo, aunque algunos historiadores cuestionan la existencia real del personaje y consideran que el libro es fruto de una acumulación de experiencias en una época descrita como período de “Primaveras y Otoños”, donde un imperio descentralizado promovió la alfabetización y el desarrollo de innovaciones.
Lo que sí es muy probable es que Xi Jinping tenga “El arte de la guerra” como uno de sus libros de cabecera, como lo tuvo Mao y el general Gyap, figura clave este último para comprender la guerra del Vietnam. También es muy probable que Donald Trump lo haya obviado, y que la lectura de John Bolton, su consejero preferido, haya sido muy superficial.
Lo cierto es que la denominada guerra comercial entre Estados Unidos y China, sin que sea propiamente una guerra, la está ganando Xi Jinping y la está perdiendo Trump, tomando el pensamiento de Sun Tzu como carta de referencia.
Analicemos primero los hechos y las posiciones de las partes, desde que en el año 2017 se iniciaron los desencuentros.
China se comprometió a comprar más productos de Estados Unidos para reducir el déficit comercial y a mantener la protección de los derechos de propiedad intelectual. También amplió la apertura de su mercado a la banca y a las empresas norteamericanas. Por último reafirmó la posición del valor de su moneda, ajustado a una cesta de divisas extranjeras, sin voluntad de devaluarla.
Estados Unidos, quejoso por el abultado déficit comercial, continuó aumentando sus tarifas para productos importados de la China y propuso un borrador de acuerdo con las siguientes bases: que el gobierno chino dejara de apoyar a las grandes empresas del Estado, que las empresas norteamericanas pudieran trabajar en el mercado chino sin ceder tecnología a sus socios chinos, que se modificaran las leyes chinas para ajustarse a las suyas y que permitieran la creación de una unidad de control norteamericana en Pequín con objeto de supervisar la ejecución de lo pactado. En términos generales, una propuesta inasumible por la otra parte.
El gobierno chino ha manifestado públicamente que las bases de su proyecto político-económico no van a modificarse y que todo lo que no sea igualdad y reciprocidad no tiene razón de ser.
El gobierno norteamericano, a golpe de tweet, se ha limitado a declarar que, en cualquier caso, ganarán. Y que China necesita más llegar a un acuerdo que Estados Unidos.
Vayamos ahora a los hechos. Las exportaciones de China a Estados Unidos en los primeros cinco meses de este año han caído sólo un 4,8%, y los importadores americanos han tenido que aumentar sus precios por el efecto tarifario, lo que ha repercutido en el bolsillo de sus consumidores. Es decir, la medida ha afectado a la renta disponible del americano medio. En el mismo período, las exportaciones chinas a los países de la Unión Europea han crecido un 14,2% y a los países de la ASEAN (naciones del sudeste de Asia) un 8,3%. Estos dos bloques son los dos primeros clientes de los productos chinos. Por su parte, las exportaciones de Estados Unidos a China han caído un 26%, buena parte de ellas del sector agrícola, sector que puede quedar afectado de forma estructural, ya que China ha encontrado nuevos proveedores en Argentina y Brasil.
China ha implementado otras medidas frente a Estados Unidos, como las inspecciones sanitarias, las regulaciones financieras a la banca, la gradual venta de su stock de bonos del Tesoro americanos, la limitación en la exportación de materias primas clave para el sector electrónico, etc.
El error de Trump es que ha prestado demasiada atención a su oponente y no ha hecho autocrítica, lo que le hubiera permitido identificar sus debilidades, siendo la principal su escasa inversión pública en ciencia, tecnología, educación e infraestructuras, lo que ha determinado la caída de los índices de productividad y el encarecimiento de sus costes.
La historia económica ha puesto en evidencia en sucesivas ocasiones que la inversión pública en esos campos es el motor que permite la explosión del sector privado. Esto se explica porque el sector público opera a largo plazo y el privado a corto. Como han demostrado los economistas Jonathan Gruber y Simon Johnson, cada diez millones de dólares de fondos públicos destinados a salud, por ejemplo, generan treinta millones en el sector privado. Y en lo que se refiere a obra pública, básica en la actividad económica, el deterioro en Estados Unidos es general: carreteras, aeropuertos, puentes, etc. se hallan en condiciones penosas. La American Society of Civil Engineers estimó en el 2016 que el coste de reparar ese conjunto de infraestructuras estaría próximo a los cuatro trillones de dólares (billones europeos).
Y por último nos referiremos a la ruidosa e indiscriminada política antiinmigratoria, que no tiene en cuenta, como señala la inversora Mary Meeker, que más de la mitad de las más valiosas compañías americanas de alta tecnología han sido creadas por emigrantes de primera o segunda generación.
El gobierno Trump se equivoca. Si tenemos en cuenta que parte de los votos de Donald Trump proceden de la gente del campo, su beligerancia con China perjudica sobre todo a sus simpatizantes. Mientras tanto el gobierno chino sigue su camino. Y frente a la provocación en el caso Huawei, el gobierno ha ordenado al conjunto del sector tecnológico que asigne recursos en I & D & I para el desarrollo de tecnologías clave. China está convencida de que cuando la república popular cumpla cien años (2049), su país habrá superado a Estados Unidos como líder mundial.
Como dijo Sun Tzu, el arte supremo de la guerra es someter al enemigo sin tener que luchar.