LIVING APART TOGETHER
Focus: Sociedad
Fecha: 29/03/2004
A lo largo de la historia de la Sociología, desde Durkheim hasta Bauman, los estudiosos han dedicado especial atención a los estratos sociales, por considerarlos claves en la evolución de una colectividad.
Para ello se han valido de distintas categorías analíticas, utilizando la Demografía y las agrupaciones por “estilo de vida” como fuentes de aproximación.
Lo cierto es que sexo, edad, ocupación, renta disponible y habitat explican ya muy poco sobre los comportamientos personales, en especial en las sociedades urbanas, en las que se amontona la mayor parte de la población. En algunos casos se limitan a actuar como condicionantes menores, sin particular relevancia.
Siempre ha habido jóvenes viejos y viejos jóvenes, pero la esperanza de vida y el cambio de valores ha roto los tabúes de los que antes denominábamos “mayores”. La mujer, luchando a brazo partido, ha reivindicado sus derechos de igualdad en la diferencia. La renta se autoregula gracias al crédito, apoyado muchas veces en un activo que se debe. La ocupación es una casilla en un cuestionario que apenas se visualiza en el estilo de vida. En definitiva, las categorías de Warner aplicadas a los estratos sociales (alto, medio y bajo) son muy poco representativas.
Pero no por ello debemos olvidarlas, porque como bien señala el profesor Drucker, el seguimiento de la demografía es básico para comprender ciertos fenómenos de la modernidad.
Uno de ellos es el número de miembros por hogar.
En España, por ejemplo, y según el último censo (2001), hay 14.270.000 hogares. En el 20,7% de ellos (2.951.000) vive una sola persona. En el 25,2% (3.602.000) viven dos personas. Es decir, en casi el 50% de los hogares españoles viven únicamente una o dos personas.
En términos comparativos podemos decir que en Alemania hay actualmente un 36% de hogares en los que vive una sola persona, el 32,5% en Austria y el 31,5% en Holanda.
Hay pues una tendencia a vivir solo, que no es lo mismo que estar solo o sentirse solo. Los ancianos abandonados a su suerte en el anonimato de las grandes ciudades, exigen una prestación social por parte de la Comunidad, sin que ello signifique que deban renunciar al derecho de estar solos.
Si algo han hecho las tecnologías es aproximar a los ciudadanos. Radio, televisión, teléfono fijo, móviles, Internet. Se vive la proximidad en tiempo real. No hay costes fijos; todo es variable.
Quizás por ello los sociólogos norteamericanos han definido últimamente una nueva categoría social: los “LAT” (living apart together). Están juntos, pero viven separadamente. Les une la afectividad (con todos los matices que la misma entraña), pero mantienen su independencia situacional.
Compartir sin abrumar. Puede ser una alternativa saludable.
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